Leo en La Nación el artículo titulado "Quiénes tallan en el complejo rearmado de la central de inteligencia".
Es un error recurrente y amenaza convertirse en calesita, que cada nuevo gobierno en lugar de poner la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) a trabajar (no hay mejor ordenador institucional que el trabajo) quiera empezar de cero con una "Casa" impoluta que no dé problemas.
Esto que afirmo, en modo alguno significa que no deba depurarse el plantel que está infestado de parásitos kirchneristas.
Pero ese proceso debe tener un momento de shock, rápido, que debió estar previsto de antemano (como algún proyecto en danza lo preveía) para continuarse luego rutinariamente a través de los controles de lealtad.
Reconstruir un organismo de Inteligencia, desvirtuado por la conducción política del país y que perdió toda confiabilidad de la comunidad internacional de Inteligencia, demanda no menos de diez años de trabajo serio con alternancia política.
En tal sentido, el ingreso a la AFI de un staff de militares retirados, que tanto parece interesar al periodismo, no me preocupa en lo más mínimo, porque está claro que buena parte del deterioro que llevó al colapso de la Secretaría de Inteligencia (2014) se debió a errores y complicidades de los cuadros civiles de carrera. Uniforme o traje no garantizan por sí ninguna cosa.
Lo que sí me preocupa, y mucho, es que su interventor Silvestre Sívori no responda directamente al Presidente sino al jefe de Gabinete Nicolás Posse.
Hace mal el Presidente Javier Milei en distanciarse de la AFI y no contar con un Sr 5 que lo asista sin intermediarios.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
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