Muchas veces pienso en Owen Crippa como ejemplo de aquello que Borges afirmaba y creo cierto: "Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es".
No puedo dimensionar el entero sacudón a su existencia que habrá sido para el joven Teniente de Navio Owen Crippa, pilotando un avión Aermacchi de entrenamiento, descubrir frente a sí a 14 buques de la flota británica.
Pero sí estoy seguro que en el preciso instante que su decisión fue lanzarse al ataque, arremetiendo en solitario contra el invasor, aquella sentencia de Borges fue un veredicto inapelable.
El modo en que la historia lo puso a prueba a Crippa fue excepcionalmente espectacular, cinematográfico.
Pero interpreto que el sabio Borges no hablaba de cosas tan marcadamente excepcionales sino mucho más cercanas al común de todos nosotros, cotidianas. Por lo cual intuyo, sin conocer personalmente a Owen Crippa, que antes de Malvinas ya había pasado por ese instante de inflexión borgeana y sabía para siempre quien era. Aquel acto de arrojo temerario en el cumplimiento del deber, sólo habrá sido una consecuencia de su autonocimiento.
De igual manera creo que Roberto Estévez también sabía, cabalmente y desde mucho antes de decir aquel "Seguirme" de su misión final, quien era Roberto Estévez.
Y es que conocerse a uno mismo no puede ser algo que dependa realmente de pruebas externas, lo entiendo mejor como un descubrimiento de conciencia donde sin ningún tipo de complacencia nos atrevemos a vernos tal cual somos: con fortalezas y debilidades, valores y dobleces como supo subrayar la filosofía tanguera con Discépolo, para justo en ese preciso instante decidir qué hacer con ello.
Y no es algo con lo que uno pueda engañarse.
Luego, a veces, algún hecho lo expone a los demás para bien o para mal. Porque siempre es la conducta la que define el valor y la honorabilidad.
Sabrá entonces cada quien en su conciencia si alcanzó o no ese nivel de autoconocimiento del que no se puede presumir, si vivió ese instante borgeano donde un hombre sabe de una vez y para siempre quién es.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.