Lunes 8 de Mayo de 2023, 21:30 hs, soy Ariel Corbat La Pluma de la Derecha, un liberal que no habla de economía, y es la sexta emisión de “LOS LUNES LECTURA”.
En esta ocasión el tema a tratar es: “SER Y PREVALECER, EL DESAFÍO DE LAS NACIONES”.
Hace unos días tuvo lugar en Londres la coronación del rey Carlos III y en breve celebraremos el día del Himno Nacional.
Los dos hechos, relativos a países con intereses opuestos al punto de haberse enfrentado militarmente en la disputa por la soberanía de las Islas Malvinas, parecen ser completamente ajenos, sin embargo tienen una sustancia común. Tanto en la ceremonia de coronación británica como en el canto del Himno Nacional Argentino respectivamente se declara al mundo la expresa voluntad de ser y prevalecer de dos naciones, la británica y la argentina.
Leyendo en Twitter distintos comentarios sobre la ceremonia real, que de izquierda a derecha atravesaban todo el arco político con descalificativos irracionales, escribí el siguiente artículo:
SOBRE LO PATÉTICO Y LO RIDÍCULO
La coronación del Rey Carlos en el Reino Unido de Gran Bretaña ha dado motivo a distintas expresiones de vulgar patrioterismo cargado de emotividad e ignorancia.
Ciertamente desde esta latitud y a ojos de cualquiera, la ceremonia, vestimenta y coronas de la pareja real, ofreció una estética de carnaval que choca con la ilusa idea de nuestra modernidad.
Largo y absurdo sería traer a estos renglones la sarta de comentarios que pretenden mofarse del "atraso" en los británicos por sostener hoy, en el Siglo XXI (y dicen Siglo XXI como si este siglo fuera menos ridículo que otros) una monarquía.
Pero si las formas son risibles, el fondo de la cuestión es admirable.
Las naciones que perduran a través de los siglos son aquellas que logran valorar sus tradiciones como afirmación de su identidad, y que exhiben con ellas y en el respeto a sus propias normas, que eso es el ejercicio de la soberanía, su voluntad de ser y prevalecer.
Lejos de ser risible, esa monarquía, constitucional desde la sanción de la Carta Magna en 1215, exhibe la voluntad de ser y prevalecer de los británicos.
Por esa razón y a contrario de lo que muchos parecen querer demostrar, cuando alguien entre nosotros supone que de alguna manera -para mí inentendible- contribuye a la causa de Malvinas intentando ridiculizar las instituciones británicas, que funcionan ininterrumpidamente desde hace más de mil años, siento que se le falta el respeto a nuestros combatientes.
¿De verdad alguien puede creer y/o manifestar que perdimos una guerra contra un enemigo patético? Si los que nos ganaron son un país ridículo, atrasado y en decadencia porque no son "democráticos" sino súbditos de un monarca, entonces, pregunto: ¿Qué vendríamos a ser nosotros?
Patético y ridículo es que Argentina mantenga presos a combatientes de la Guerra de Malvinas por haber combatido y vencer en la anterior guerra contra el terrorismo castrista.
Patético y ridículo es que gobiernen Argentina quienes falsean nuestra historia pretendiendo, poco menos, que comenzó el 25 de Mayo de 2003.
Patético y ridículo es que desde 1982 a la fecha no hayamos sabido fortalecer la voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina.
Patético y ridículo es que debiendo ser una República, haya aquí menos ciudadanos que súbditos voluntarios de reyes sin corona, que repiten como loros y aplauden como focas lo que sea que sus líderes propongan.
Patético y ridículo es creernos capaces de criticar a otros cuando no somos capaces de defender nuestro territorio porque estamos perdiendo identidad y con ello la voluntad de ser y prevalecer.
Patético y ridículo es que nuestra cultura, educación e intelecto hayan caído al punto de no comprender textos ni contextos.
Patético y ridículo es el modo en que vivimos los argentinos.
Patético y ridículo es la ignorancia del patrioterismo usurpando el sitial que corresponde a la sabiduría del patriotismo.
Y nadie se equivoque. Estoy plenamente convencido que el sistema republicano es mejor que la monarquía y el que mejor responde a la dignidad de los libres.
Es sólo que antes de mirar con ojos burlones a los demás, como en este caso a los británicos con su historia, tradición e instituciones, prefiero -y preferiré siempre- mirar con ojos severos nuestra propia realidad, en la que, camino a olvidar nuestra voluntad de ser y prevalecer, perdiendo historia, tradición e instituciones, estamos ya al borde de quedarnos sin Patria.
Luego de escribir ese artículo volví a repasar la historia del surgimiento de la Nación Argentina y la afirmación de nuestra voluntad de ser y prevalecer.
Sin dudas las heroicas jornadas de la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires, venciendo al invasor inglés en 1806 y 1807, contribuyeron a precipitar la conciencia de una identidad nacional distinta a la española. Fue en ese contexto que Vicente López y Planes, poeta guerrero como hoy mi querido y admirado Oscar Ledesma, el poeta imprescindible de este tiempo, escribió en 1808 un poema llamado “EL TRIUNFO ARGENTINO”, que empezaba a delinear desde el orgullo por la victoria la diferenciación de la argentinidad.
No hay antes de ese poema otra referencia tan contundente a la existencia de los argentinos, y en ese poema épico es posible encontrar ideas, metáforas, que López volverá a utilizar en el Oíd Mortales.
La extensión de “EL TRIUNFO ARGENTINO” hace que sólo pueda citar aquí algunos de sus versos, como estos que leo a continuación en los que López se dirige al Rey de España, entonces nuestro monarca:
Tiende la vista Soberano digno,
honra este suelo por momentos pocos,
ve allí acampado cabe el ancho Río
ese ejército grande, ve la veste
militar que los orna, ve el crecido
número de estandartes y banderas;
ve cual se puebla de ordenados tiros
el aura conmovida, cual varían
diestramente sus puestos al sonido
del clarín y atambor ¿Qué tropa es ésta?
Preguntarás, monarca muy benigno.
Oh, ínclito Señor, esta no es tropa.
Buenos Aires os muestra allí sus hijos:
allí está el labrador, allí el letrado,
el comerciante, el artesano, el niño,
el moreno y el pardo; aquestos solo
ese ejército forman tan lúcido.
Todo es obra, Señor, de un sacro fuego,
que del trémulo anciano al parvulillo
corriendo en torno vuestro pueblo todo
lo ha en ejército heroico convertido.
Esta llama feliz la ha fomentado,
vuestro vasallo fiel, nuestro caudillo,
el ilustre Liniers; en su presencia
se ve a Marte en los pechos argentinos.
En este fragmento hay una notable descripción de lo argentino como algo que está por encima de toda cuestión de clase o de raza. Y también un antecedente directo del Oíd Mortales, nuestro himno, en cuya letra se puede ver prácticamente la misma alusión al dios Marte: “De los nuevos campeones los rostros / Marte mismo parece animar / La grandeza se anida en sus pechos / a su marcha todo hacen temblar”.
En otros fragmentos de “EL TRIUNFO ARGENTINO” se enfatiza el orgullo por ser los “miseros vecinos” que derrotaron a “una Nación que ha visto hasta el Olimpo encumbrado su nombre”, y que interroga, casi como marcando el inicio de nuestra arrogancia característica, entonces bien fundada, diciendo:
“¿Vosotros sois los celebres britanos
que os gloriáis de haber solos resistido
de Napoleón el soberano esfuerzo?
¿Vosotros sois aquellos que habéis dicho
a la faz de la Europa, que un britano
es bastante a rendir cuatro argentinos?”.
Otro aspecto notable de “EL TRIUNFO ARGENTINO” es que pone en paridad a íberos y argentinos.
Finalmente los últimos versos del poema, que están dirigidos a los argentinos caídos en combate, tenían un gran significado entonces y también hoy luego de la Guerra de Malvinas. Cierra su poesía López, quien combatió en las invasiones inglesas, con estas sentidas palabras:
“Y aún más que todo, oh, almas venturosas,
colocadas allá sobre el empíreo
en brazos del eternal contentamiento
recompensa halló ya vuestro heroísmo.
Y pues morando estáis cabe el Eterno,
pedidle fervorosos de continuo,
que su brazo sostenga nuestro esfuerzo,
nuestra constancia, nuestro celo y brío,
para que el anglo en cuanta lid intente
humille su cerviz al argentino”.
Obsérvese como a la incipiente definición de lo argentino, de inmediato la fortalece Vicente López manifestando la voluntad de ser y prevalecer.
Si EL TRIUNFO ARGENTINO esboza el origen de la Nación Argentina, el OÍD MORTALES que el Bardo de la Libertad escribió en 1813, y repito, escribió en 1813, por encargo de la Asamblea Constituyente, va a ser el acta fundacional de la Nación Argentina, por eso en mi opinión, el 11 de Mayo de 1813 la Asamblea Constituyente al ordenar que el OÍD MORTALES, sea la única marcha patriótica de las Provincias Unidas, declaró de hecho la Independencia de la Nación Argentina, que sería luego formalmente declarada por el Congreso de Tucumán en 1816. Es una opinión personal, claro.
Dije antes que nuestra identidad como Nación se viene desdibujando. Y ello ocurre por la intencional falsificación de la historia, consecuencia inevitable del proceso orwelliano de desmemoria colectiva y adoctrinamiento faccioso con los recursos del Estado iniciado en 2003.
Bajo el régimen kirchnerista no solamente se mienten 30.000 desaparecidos y se narra la década del 70 como si fuera un cuento para niños de primaria en las escuelas de la tiranía cubana, donde los terroristas son jóvenes idealistas que bondadosamente querían un mundo mejor, y los militares unos ogros malvados al servicio de las tinieblas.
Se ha mentido también, de forma grosera, sobre la historia del Siglo XIX.
Y se ha mentido para acomodar la historia al relato kirchnerista. Así por ejemplo, el 17 de Febrero de 2015, el Museo Malvinas fue utilizado para festejar un carnaval "afro"; una clara demostración de la falta de sentido institucional con que se dispone de los recursos del Estado.
Ciertamente no debe esperarse honestidad intelectual en nada que provenga del kirchnerismo, por ende no podía resultar útil a la causa de Malvinas un museo instalado en el predio de la ex ESMA, con la única intención de rebajar a los combatientes de Malvinas a la condición de "víctimas" de la vieja dictadura. Para la nueva dictadura, que en ese mismo año ostentaba el cuadro del criminal Ernesto Guevara como un patriota latinoamericano en la Casa Roja en que se iba transformando la Casa Rosada, los miembros de las organizaciones terroristas que atacaron el país en los años de plomo no deben ser considerados traidores a la Patria, sino "víctimas del terrorismo de Estado", y finalmente entronizarlos en la categoría de héroes. Ello necesariamente implica restar dignidad, heroicidad y conciencia de combatientes a los veteranos de Malvinas.
En ese contexto, con Teresa Parodi como ministro de Cultura (entiéndase propaganda) se decidió festejar el carnaval en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Más allá del sin sentido, el régimen de la amnesia selectiva y las mentiras aviesas no tuvo reparo alguno en volver a falsificar la historia, y así es como en la página web del ministerio de Cultura se afirmaba que la batalla de Ayohúma tuvo lugar durante las invasiones inglesas… Y tal cosa se afirmaba para justificar la realización de un carnaval afro en el Museo Malvinas.
Esa sola falsificación, demuestra que el grado de delirio en la manipulación de la historia venía con impronta chavista.
Se faltó también así el respeto a la memoria de Doña María Remedios Del Valle, cuyas acciones merecen el homenaje sincero, no un carnaval. Vaya uno a saber qué tiene que ver Del Valle con el carnaval, pero este cambalache que no es meramente anecdótico denota el racismo ignorante del régimen.
Si se quería exaltar la participación de los negros en los carnavales, debió haberse organizado algo verdadero, digamos por San Telmo, quizá trayendo la voz de Alberto Castillo cantando aquello de:
Siga el baile, siga el baile
de la tierra en que nací
la comparsa de los negros
al compás del tamboril.
Pero una movida semejante, como todo lo verdadero, es imposible que surja desde el corazón de la hipocresía. Implicaría admitir el reconocimiento previo a los afrodescendientes por parte de la cultura popular, cosa que el kirchnerismo, empeñado en mostrarse como vengador de la historia, no puede permitirse. Y cabe recordar el elogio a los morenos y los pardos que asienta Vicente López en EL TRIUNFO ARGENTINO como parte de nuestro pueblo.
El kirchnerismo es un fraude en sí mismo, ese carnaval de ignorancia y racismo no hizo más que confirmarlo; otra vez.
No voy a mencionar ahora la brutal y palmaria falsificación de la historia que con la intención de segregar territorio argentino se hace desde el régimen sobre la Campaña al Desierto comandada por el General Julio Argentino Roca. Y no voy a mencionarlo porque el ataque del etnonacionalismo mapuche a la voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina será parte del diálogo que tendremos luego de esta lectura, y porque además, reitero, estamos a pocos días de celebrar un nuevo aniversario de la Sanción del Himno Nacional. 210 años de vigencia de la canción que expresa la voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina, pero cuya continuidad está en riesgo, como nunca antes, a consecuencia del daño institucional, la degradación cultural y la miseria intelectual con la que, intencionalmente, se empuja a la República Argentina a una decadencia que amenaza ser terminal.
La historia del Himno Nacional, tan íntimamente ligada al origen de la Patria, siempre ha tenido un particular atractivo para lo que podríamos llamar mitos fundacionales, como aquel de creer que tuvo su estreno en los salones de Mariquita Sánchez.
Pero esos mitos no intentaban reescribir la historia para desdibujar la identidad nacional, sino hacerla más accesible al conocimiento por la vía de la emotividad. Servir, en definitiva, a la función de amalgamar la nacionalidad que cumple el Himno Nacional.
Algo distinto a lo que se observa en este presente, donde la falsificación de la historia apunta a socavar la identidad de la Nación Argentina, con la intención de difuminar la identidad de os argentinos en otro Estado plurinacional, y así el Himno Nacional también es blanco de ataques que tienden a falsificarlo en su historia y ejecución desde el propio Estado.
Cada 11 de Mayo vuelve a difundirse una grosera falacia, en cuya insistencia aflora la intención de lograr que se acepte mansamente como verdadero lo que la más elemental lógica desmiente desde el sentido común. Ocurre que para dominar a una población y someterla al totalitarismo es preciso hacer que se acepte como verdad indiscutible cualquier cosa que propale el Estado.
Seguramente en estos días volverá a repetirse desde distintas reparticiones del Estado y medios de comunicación, que el Himno Nacional fue escrito por Vicente López en 1812. En otros años esa falacia ha sido propalada por Clarín, el Archivo General de la Nación y hasta el Ejército Argentino.
Es una mentira absurda, y en lo absurdo de la mentira reside su peligrosidad.
Vicente López fue comisionado por la Asamblea del Año XIII el 6 de Marzo de 1813 para escribir la canción patria, por eso menciona entre los triunfos argentinos San Lorenzo y Salta, ambos de 1813. Algo imposible de anticipar en 1812…
Carlos Vega, en su libro "El Himno Nacional Argentino" (EUDEBA, 1962) dejó claro que el Oíd Mortales fue escrito por Vicente López en 1813, refutando a Mariano Bosch quien supuso a 1812 como el año de creación desde una lectura equivocada y confusa de la documentación existente.
Esto puede parecer un detalle menor, pero no lo es. Tiene mucho que ver con la desmemoria argentina, la casual y la planificada, que en cualquier caso debilita nuestra identidad.
¿Cómo puede haber quienes insistan en dar por cierta une teoría endeble, que no solamente fue refutada con documentos en la mano, sino que desmiente la propia letra del Himno Nacional? Porque yo creo que mi admirado Bardo de la Libertad, Vicente López, con su especial inspiración para escribir el más bello y trascendente poema de las letras argentina, quien a más de poeta fue combatiente, abogado y político, tenía grandes dotes; pero no consta en ningún lado que haya tenido el don de la adivinación para haber visto en 1812 sucesos de 1813.
Los documentos históricos dejan claro que el Oíd Mortales fue escrito por el diputado López entre el 6 de Marzo de 1813 y el 11 de Mayo de 1813 cuando fue declarado marcha patriótica.
Los antecedentes que dieron lugar a que la Asamblea Constituyente se preocupara por dar con una canción que tuviera rango de Marcha Patriótica, se remontan al 15 de Noviembre de 1810, cuando La Gazeta de Buenos Aires publicó los versos de Esteban de Luca, escritos por su sola voluntad y que casi de inmediato comenzaron a cantar los morenistas de la Primera Sociedad Patriótica. Una letra hermosa, por cierto. En Mayo de 1812 se ensayó otra canción patriótica, escrita por Saturnino de la Rosa, con música de Parera, pero la canción no tuvo ningún éxito y la historia la devoró sin dejar registro de sus versos.
El 22 de Julio de 1812 se produce un hecho notable: el Triunvirato comunicó al Cabildo de Buenos Aires que el estado político tornaba “indispensablemente necesario dar un nuevo impulso a las impresiones de los sentidos” a través de darnos una canción oficial, una Marcha de la Patria, con la explicita finalidad de lograr que “inflamado el espíritu del pueblo con tan tiernas y frecuentes impresiones, ninguno viva entre nosotros sin estar resuelto a morir por la causa santa de la Libertad”.
En atención a ese objetivo se encomendó la creación de la canción a Fray Cayetano Rodríguez, pero lo que el franciscano presentó tampoco gustó.
Por eso el 6 de marzo de 1813 se determinó que el diputado Vicente López, reconocido poeta ya entonces, fuera quien asumiera la tarea.
Y la letra de Vicente López sí que gustó. Desde su estreno oficial el 28 de Mayo de 1813, lo cual indica, dado que lo que la Asamblea Constituyente aprobó como Marcha Patriótica solamente es la letra de López sin ninguna partitura, indica que Blas Parera compuso la música en pocos días, entre el 11 y el 28 de Mayo.
La vertiginosa aceptación que despertó el Himno Nacional desde su estreno confirma que fue un éxito excepcional. De entonces a hoy, cantar el Himno Nacional es el ritual que une en un mismo sentimiento a todas las generaciones de argentinos.
Tanto así como los rituales de la monarquía británica manifiestan y afianzan las voluntad de ser y prevalecer de los británicos, el canto del Oíd Mortales ha sido y debe seguir siendo la trascendente manifestación institucional de la Nación Argentina, expresando mejor que ningún otro símbolo o documento oficial nuestra voluntad de ser y prevalecer.
Y tenían claro lo que pretendían aquellos primeros gobiernos patrios: que ninguno viva entre nosotros sin estar resuelto a morir por la causa santa de la Libertad.
Quiénes no respetan las tradiciones ajenas, seguramente tampoco entenderán ni respetarán las propias.
Voy a terminar esta emisión de Los Lunes Lectura, leyendo un cuento de cruel ironía para graficar en qué se transforman las naciones que pierden su voluntad de ser y prevalecer.
"BOLIVIA CORPS" un cuento, ¿un cuento?
Líder es aquel que sabiendo leer sus circunstancias en el mapa de la historia está dispuesto a asumir el riesgo de buscar la gloria. Bajo cascos de inconfundible estilo nazi, que acaso sean esos mismos cascos del Tercer Reich restaurados con los colores de Bolivia, los rostros tensos de los soldados son acariciados por la suave brisa del Altiplano. Aguardan expectantes la palabra del heroico Coronel que ha realizado victoriosas incursiones en territorio extranjero. Conocen que la razón de la convocatoria no puede ser otra que el llamado de la Patria. Afecto a la oratoria teatral, el Coronel William Careca contempla el horizonte como quien descifra el destino, es el estratega que piensa, el táctico que se apresta a la batalla, y levanta el mentón tal cual desea quedar inmortalizado para las generaciones futuras. Ha estudiado a Julio César y a Napoleón, ha soñado una campaña que lo ponga en los libros escolares como el sanador de la mutilación territorial de su Nación, y ahora, cuando el flash de su biógrafo personal y boletinero del Ejército en Operaciones, Sábado Verdasar, lo retrata en la última meditación, se siente listo para iniciar la marcha que le asegure la posteridad.
Las tropas aguardan, “son leones impacientes, deseosos de mostrar su valía”, anota Sábado en el cuaderno de campaña. El Coronel Careca, de frente a esos hombres, aclara la garganta profiriendo el sonido que, convenientemente a la leyenda, será registrado por el escriba como “el rugido del Titicaca”.
- ¡Soldados! -Arenga Careca- Oigo el arrullo de las olas, huelo la frescura de la sal, el destino marinero de nuestro pueblo nos exige obedecer el llamado del mar, Neptuno quiere reencontrarse con la Pacha Mama.
Un estremecimiento sacude el pecho de los bravos soldados bolivianos. De reojo el Cabo Jeremías Cocola mira hacia el Oeste y el sentimiento patriota se estrella contra la contundencia de lo que sabe es el poderío militar chileno.
- Nosotros -prosigue arengando el Coronel Careca-, soldados de la Patria, tenemos el deber de responder a ese llamado y lo haremos… ¡Marcharemos hasta llegar al mar!
No se acobarda el valiente Cocola, siempre ha soñado con ver el mar. Pero si nunca estuvo frente a las olas ha visto en cambio, desde la frontera, la clase de aviones de combate que pilotean los chilenos. Las palabras del Coronel ya no entran por los oídos de Cocola, quien se imagina muriendo en el camino, bajo las bombas de esos aviones y la metralla de los helicos. En el mejor de los casos, cree que la muerte les espera en la costa del Pacífico, arrasados por el cañoneo de la flota chilena. Si fuera mano a mano no teme a nadie, a cuchillo se cansaría de despanzurrar chilotes; pero no será a cuchillo: los chilenos tienen armas modernas porque están dispuestos a usarlas. Al rato decide Cocola despejarse de esas tribulaciones y vuelve a escuchar las palabras del Coronel.
- Les prometo, mis soldados, -dice Careca terminando su alocución- que hoy nos pondremos en marcha y haremos una campaña relámpago, síganme que nadie nos detendrá; y aunque es mucha la distancia, antes de lo que todos imaginan nos estaremos quitando las botas para refrescarnos las ampollas de las patas en el mar.
La última frase no le parece del todo bien a Sábado Verdasar. La subraya anotando al margen “reelaborar” para que la versión definitiva mantenga un tono épico elevado, en el que no tienen cabida las desagradables úlceras fatigosas de los pies de campaña.
El Coronel William Careca alza la voz con las infaltables vivas a la Patria, que sus soldados responden vigorosamente. También el Cabo Cocola grita con todas sus fuerzas, pues llevado por el patriotismo asume que la muerte es apenas una circunstancia, y procurará ser recordado como hombre de honor, corajudo, capaz de marchar contra el enemigo sin mezquinar su vida al sacrificio.
La pluma del boletinero corre rauda por los renglones del cuaderno de campaña, celebra la entusiasta y varonil apostura de cada soldado para responder al llamado de la historia. Claro que Verdasar escribe sin verlos, por eso no percibe los murmullos entre resignados y pesimistas que acompañan los preparativos. Incluso el recio Capitán Juan Oruro Lizpe, que nunca escapó de ninguna pelea, chista disgustado al impartir órdenes en los aprestos mientras el Coronel Careca, en su tienda, da los últimos vistazos al mapa del plan de batalla.
Al fin el silencio domina el campamento. La tropa taciturna aguarda encolumnada con la vista fija en el oeste, cosa que sorprende al Coronel Careca ni bien sale de su carpa.
- Capitán Oruro… ¿Por qué forman mirando al oeste?
- Mi Coronel, la columna está lista para marchar hacia el Pacífico.
- ¿El Pacífico? Pero… ¿Me toman por estúpido? ¿A quién se le ocurriría meterse con Chile? ¿Qué quieren? ¿Qué nos maten a todos?
- Es que usted dijo que el mar nos llama…
- Pero me refiero al Atlántico, Capitán, el Atlántico a través de la Argentina que es país en joda y podemos llegar a Claromecó antes que reaccionen, después a lo mejor negociamos y vemos qué les dejamos…
- ¡Ah! Menos mal. Mi Coronel, todos pensamos que la cosa era con Chile.
- ¡No! No. Eso ni borracho. El plan es entrar en territorio argentino, corrijo, tierra de nadie, y marchar hacia el sureste.
El Cabo Cocola respira aliviado al conocer el rumbo de la expedición conquistadora. A los pocos días, la necesidad de testimoniar la marcha triunfal desafía las ínfulas literarias del boletinero Verdasar, que con cierta decepción escribe en un papel aparte: “Avanzamos en tierra de nadie rodeados de la más absoluta indiferencia, y siento miedo, con profundo terror pienso que quedándonos aquí tal vez terminemos por ser iguales a esta gente, los nadies”.
Y así amigos, llegamos al momento en que este espacio de ida se transforma en ida y vuelta. Conversemos.
En la conversación que siguió a la lectura participó como invitado especial el historiador Claudio Cháves, autor de las siguientes obras: El Perón Liberal - Historia Política Argentina - Un liberalismo criollo de Perón a Menem - La gestión escolar en tiempos de libertad - Los orígenes de la Patria y sus mujeres - El revisionismo histórico liberal - y Vida y obra de Olegario V Andrade. También es autor de las siguientes obras teatrales: Cartas de amor a la Patria, Hombres de Casaca Negra, Entre la sangre y el tiempo, Halcones y palomas.
Lamentablemente, por un error de quien esto escribe (si, "boludo" es la palabra), no se grabó el space. El que no estuvo conectado, se perdió lo más interesante que fue escuchar a Claudio Chaves.