Algunas veces pinta la nostalgia por recuerdos que llegan de improviso. Y hoy me vino a la memoria, la querida añoranza de mi tía Blanca.
Era la que me consentía con golosinas y cajas de figuritas, no la única -por cierto- pero acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", la más constante.
Mi tía, Blanca Nélida Kesseler, era agente de Inteligencia de Ejército y revistaba en el Batallón de Inteligencia 601, durante varios años fue Secretaria en la redacción del Manual de Informaciones, la muy interesante publicación de la Jefatura II de Ejército en cuyas lecturas se alimentó tempranamente mi interés por los temas de Inteligencia.
Con poca originalidad la habían apodado "La 99". Pero el apodo le iba bien porque Blanca vivía el trabajo de Inteligencia con mucha intensidad, como debe ser. Y le tocó una época difícil, donde muchos de sus camaradas cayeron en combate, el heroico Capitán Leonetti fue uno de ellos.
Yo quiero mucho a mis tías y en ocasiones extraño mucho a las que ya no están. Entonces conjuro las lágrimas recordando anécdotas que me hacen sonreír, como la vez que un fulano quiso arrebatarle la cartera y ella se dfendió a paraguazos limpios. Había elegido mal el ratero, porque Blanca se podía ver débil; pero no era la clase de persona que quisieras hacer enojar...
La tía fumaba. Fumaba como no he visto a nadie fumar, a pesar de su asma, con el pucho en la siniestra y el paf de ventolín en la diestra, alternando uno y otro.
La foto con que la recuerdo es claramente en alguna reunión familiar, y los papelitos en el piso resultado de la celebración. Sonríe, como casi siempre sonreía; y con el cigarrillo encendido. Obviamente.
Vaya pues un beso a la memoria de mi Tía Blanca.
¡Con audacia y con valor!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
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