Lunes 3 de Abril de 2023, soy Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha, un liberal que no habla de economía, y esta es la segunda emisión de “LOS LUNES LECTURA”.
Hoy el tema propuesto es: "VIDA, MUERTE E INMORTALIDAD, EL DILEMA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL".
¿La inmortalidad es un sueño o una pesadilla? ¿Vale la pena renunciar a ser humano? ¿Y eso sería más que humano o menos que humano?
Ahora que empiezan a manifestarse resquemores cuando más de mil CEOs y académicos piden detener todas las pruebas de inteligencia artificial por seis meses, comparto lo que escribí en Mayo de 2019:
"UN SOLDADO DE JOHN CONNOR"
Voy a morir. Y eso es bueno. Soy un hombre y lo hermoso de la vida es sentirse un destello de eternidad sin ser eterno, porque la inmortalidad sería un padecimiento insoportable. Ni mi cuerpo ni mi alma podrían tolerar una existencia infinita.
Pensé eso, celebrando mi condición de humano antiguo, al escuchar desde Youtube la exposición de José Luis Cordeiro Mateo sobre Singularidad, Inteligencia Artificial y Robots en el Cuarto Congreso de Empresarios APD (Asociación para el Progreso de la Dirección - España).
Imposible para mí compartir entusiasmo por la perspectiva de "curar la muerte" convirtiendo al ser humano en algo que en lugar de parecerme más que humano me resulta menos que humano. Sin duda el futuro ofrecerá maravillas dignas de ser disfrutadas, pero ¿la eternidad?, ¿la constante juventud?, ¿todos los cerebros conectados a una misma red?, ¿abandonar la carne por un cuerpo robótico? Eso no es nada maravilloso, sencillamente porque es demasiado "feliz", y la idea de un mundo feliz habitado por "más que humanos" recuerda lecturas de Aldous Huxley y Theodore Sturgeon.
Luego está esa cuestión de la asepsia de laboratorio, de querer matar el habla con una comunicación telepática que suprima las palabras por lo instantáneo del lenguaje binario. Eso es, con otro envase más sofisticado, el mismo delirio totalitario descripto por Georte Orwell en "1984" que buscaba reemplazar el pensamiento por la obediencia instintiva.
¿Y la poesía? ¿Y el romanticismo? ¿Y la pasión? La sangre no es aceite. La robótica al servicio de la humanidad es bienvenida, pero no como reemplazo de hombres y naturaleza.
Y no. No reconoceré derechos a nada que no sea humano. Si ese es el futuro elijo desde ya ser un soldado de John Connor.
GILGAMESH
De la pluma de mi admirado Robin Wood, talentoso y prolífico guionista de historietas, surgió Gilgamesh, un personaje que viene a cuento de la razón de este Los Lunes Lectura.
Presten atención al modo en que Robin Wood presenta la cuestión y dilema de una existencia inmortal poniendo estas palabras en boca de Gilgamesh:
“Sobre la mesa hay una placa de plástico amarillenta que dice: Mesa de cálculos y diseño del doctor en astrofísica Andrew Morris. Pero yo no soy doctor en astrofísica y hace 296 años no sabía diferenciar un logaritmo de una raíz cuadrada. Pero poco a poco me voy acercando. Me voy acercando a la comprensión de la nave Apolo XL y su computadora directriz Wally 8500. Hace 296 años que estudio. Y estudio para subirme a la nave algún día. Y hacerla funcionar con la computadora de a bordo. Y haciéndola funcionar dirigirla a Marte, el viejo, viejísimo planeta rojo. Y dirigirla a Marte para encontrarme con Utnapistim. Y debo encontrarme con Unapistim para que me mate. Mejor dicho, para que no me deje vivir más. Todo empezó hace 1500 años. Era el año 3060 antes de Jesús Cristo”.
De ese modo presentó Robin Wood a su Gilgamesh, que viene a ser quien pone en reversa la larga búsqueda de la inmortalidad, es un inmortal que busca la muerte. Con lo cual tal vez podamos suponer que si el ser humano logra alcanzar la inmortalidad, también será capaz de recuperar su capacidad de morir. Y digo así, capacidad de morir, porque la búsqueda de la inmortalidad, de la eterna juventud, trae a mi mente aquella advertencia que nunca está de más tener presente: cuidado con lo que deseas, porque podría volverse real.
El mejor y más grande poeta argentino de todos los tiempos, Don Vicente López y Planes escribió el más sublime de sus poemas partiendo de dos muy significativas palabras. “Oíd, mortales”.
Encuentro muy impresionante esa definición tajante en la primera estrofa del Himno Nacional Argentino. Y en un libro que publicamos en 1998: “TEORÍA ROMÁNTICA DEL DERECHO ARGENTINO” (El Himno Nacional como expresión de la norma hipotética fundamental), en coautoría con la Dra María Inés Calvo estudiando el texto escribimos lo siguiente:
"PRIMERA ESTROFA
Oíd, mortales el grito sagrado
Comienza el Himno convocando la atención auditiva de aquellos a los que está destinado, los mortales, la humanidad en su conjunto, hombres y mujeres de todas las latitudes. La muerte es el destino inevitable de cada vida individual, el Himno recuerda esa condición fatal que es en sí misma un ineludible sesgo igualitario; no el único, pero acaso el más impactante. La certeza de la muerte abre el interrogante de la vida, el deseo de trascender, y el Himno, al plantearlo, sugiere que tiene una respuesta para dar. Definido su auditorio les advierten que lo que escucharán es un grito. Gritar es un exceso verbal, todo lo contrario de la moderación, una expresión fuerte, un desahogo; si se va a romper la armonía del canto, es porque un sentimiento estuvo mucho tiempo contenido y por fin va a explotar. No obstante, esa manifestación violenta de la voz tiene una cualidad elevada: es sagrada. Más aún, no es ‘un’, es con exclusividad ‘el’ grito sagrado. Es lo supremo.
Libertad, Libertad, Libertad
Necesidad colectiva e individual en todo tiempo y lugar, la Libertad es el bien más preciado; el grito destinado a los oídos de toda la humanidad se repite entonces tres veces, como para que no queden dudas. Pero los mortales que lo escuchan no son todos libres, el grito es pues un llamado a la lucha. No hay espacio para otra cosa que la Libertad, así lo indica su obsesiva repetición, pues peligra mientras haya quienes se opongan a ella. El grito será un susurro temeroso en labios de los esclavos, a veces sólo un pensamiento dulce para soportar las cadenas y el látigo. Se sueñan libres cuando a sus oídos llegan los ecos del mismo grito en otras voces llenas de euforia. Voces de hombres que proclaman su libertad a los cuatro vientos, es esperanza para los que no lo son, y es desafío para los enemigos.
Oíd el ruido de rotas cadenas
Hay más para oír, las voces de esos hombres que exhiben con orgullo su libertad son acompañadas por el ruido de rotas cadenas. Aquellas que los ataban impidiéndoles el ejercicio de esa libertad. El ruido es ejemplo, para que aquel que sufre las cadenas lo escuche y sepa que la liberación es factible, además de deseable. Otra vez lo que es esperanza para el oprimido es desafío para los opresores. Los que gritan exhiben también su fuerza, han roto las cadenas y estas crujen débiles, ya no los detienen.
Ved en trono a la noble igualdad
Guiados por los sonidos que han captado su atención, los mortales pueden buscar con sus ojos el lugar desde donde proviene la estridencia. Quienes cantan les reclaman que vean, y señalan el punto más alto, que es el más fácil de distinguir. Allí está el trono, resulta curioso pero en aquel sitial, propio de un monarca o un déspota, y siempre sinónimo de soberanía, ahora quien gobierna es ‘la noble igualdad’. Trono y noble son palabras de la monarquía, y monarquía es todo lo contrario de la igualdad, ¿cómo puede ser entonces que reine la igualdad? Sencillamente porque no hay monarquía. Esos hombres que gritan su libertad, incitan a la rebelión de los dominados y desafían a los dominadores mostrando con satisfacción los restos del oprobio al que han puesto fin: un trono y cadenas rotas. Llaman noble a la igualdad, y ello es un modo irónico de repudiar los privilegios que, por nacimiento o gracia del príncipe, eran gozados por unos pocos. Ya no más. También es un modo de redefinir la virtud, la igualdad es una base, en lo sucesivo, sólo el mérito de cada uno es lo que deberá marcar las diferencias, que cuando son surgidas de una base igualitaria no son humillantes ni indignas.
Los que se hacen oír han destruido un régimen que se les imponía con cadenas, han ganado su libertad y en cuanto hombres libres se consideran iguales. Quienes los escuchan se preguntan pues ¿qué harán con sus ganados bienes? Ellos no tardan en dar la respuesta.
Se levanta en la faz de la tierra
una nueva gloriosa nación
Los que cantan hacen saber que, libres e iguales, suman sus voluntades en la construcción de un espacio común; una nueva Nación, una República, una Patria. Tienen en claro que la obra que emprenden es difícil y queda mucho por hacer, la euforia de haberse librado de las cadenas no los obnubila. La Nación nueva está surgiendo de la victoria, se ha necesitado batallar y vencer, pero no se agota su cometido en los logros alcanzados, si así fuera no dirían ‘se levanta’, dirían ‘se levantó’. Levantar la Nación, concretar esa República, es un esfuerzo constante. Al mostrar que su obra está apenas iniciada se comprometen a no cesar en el esfuerzo, el mismo que reclaman para sus generaciones futuras.
La nueva Nación, afirman, se está levantando ‘en la faz de la tierra’, lo que es un modo de exigir el reconocimiento de las otras naciones preexistentes que conforman el resto de los mortales, aquellos a los que ya han hecho oír y ver dándoles pruebas de su existencia.
La Nación no sólo es nueva, sino también gloriosa. Su gloria proviene de los ideales que la inspiran. Libertad e igualdad. Es gloria republicana.
Coronada su cien de laureles
y a sus plantas rendido un león
Esos hombres libres que invocan al resto para hacerlos oír, exhiben con orgullo la victoria conseguida en la Nación que comienza a levantarse. Han conseguido lo mejor. Los laureles con los atributos del vencedor y símbolo de su gloria, al coronar con ellos la sien de la Nación están realizando el valor del esfuerzo mancomunado por el que, librándose del yugo ignominioso de las desigualdades, van dando surgimiento a un Estado al cual le imaginan una forma humana, esencialmente semejante a la de cada uno de ellos. Así la Nación, la Patria, es vista como una mujer vigorosa que luce, además de los laureles que adornan su testa, ‘a sus plantas rendido un león’. Los rasgos humanos se afianzan en la animalización del enemigo. El león es símbolo de la monarquía, y esta lo es de la desigualdad, las dos han sido derrotadas.
En su conjunto, la primera estrofa del Himno es alegórica al nacimiento de la Patria y su anuncio al mundo con los valores que son su estandarte. Libertad e igualdad. El coro, que se repetirá entre estrofa y estrofa, continúa la misma línea simbólica, pero con la sustancial diferencia que, en lugar de estar dirigida al resto de la humanidad, está dirigida a la conciencia de cada una de las personas que componen la nueva Nación”
Leído este fragmento de Teoría Romántica, añado que muy significativamente el coro reafirma la mortalidad como condición humana al imponer la disyuntiva de vivir con gloria o morir con gloria. Y es que el Oíd mortales es un poema épico que exalta el heroísmo, el coraje como natural idiosincrasia de los argentinos, el sacrificio de dar la vida para que la Patria viva. Me pregunto si esa convicción de un deber ser puede estar al alcance de cualquier Inteligencia Artificial, ¿qué clase de heroísmo podría reconocerse en los actos de un ente inmortal, ajeno, en tanto inmortal, a la posibilidad de sacrificar la vida? ¿Puede haber heroísmo sin sentimiento humano? ¿Realmente la inteligencia artificial podrá entender lo que la Libertad tiene de romanticismo? Honestamente lo dudo.
Tiene su sentido hablar de inmortalidad y heroísmo, porque una de las formas en que con mayor perdurabilidad los hombres han dejado su nombre en la historia es convirtiéndose en héroes, algo que en principio estuvo estrictamente circunscripto al campo de combate.
Al respecto leo este fragmento de “El heroísmo y la gloria”, uno de los ensayos que componen mi Trilogía de Convicciones:
“NOSOTROS Y LOS HÉROES
El mito de Aquiles
Quiere la historia. Y de esa voluntad surgen los mitos. Jorge Luis Borges, que algo del asunto entendía, supo resignarse antes que pretender hallar las razones por las que un hombre cruza el umbral de la leyenda. Tan simplemente, sucede: y las explicaciones que se intentan nunca son suficientes ni exactas. Acaso sea en parte necesidad de los comunes, simples mortales destinados al olvido, alzar ciertos nombres de entre nosotros para proyectar a través de ellos una vana idea de inmortalidad.
En su milonga para Jacinto Chiclana, desde lo poético, Borges teoriza sobre la creación del héroe. Allí advierte que sólo Dios puede conocer con exactitud la laya fiel de aquel hombre tras el nombre idealizado, así nos dice que el héroe es inalcanzable. El héroe es en sí mismo un espejismo. Casi podríamos decir que se trata de una ilusión óptica en ojos ciegos, en cierta medida para ver al héroe es preciso cerrar los ojos y dejar de ver al hombre o al menos borronearlo en pos de exaltar el ideal encarnado. A Borges le basta un nombre que alguien deja caer, junto con la referencia de algunos hechos brumosos, para adosar esa fonética a la visión de un varón cabal de alma comedida capaz de no alzar la voz y jugarse la vida’. Y no conforme con ello le otorga otra distinción todavía mayor, la de ser único e inigualable, pues ‘nadie habrá habido como él en el amor y en la guerra’. De un plumazo, de los que su pluma sabía dar, le otorga a un compadrito de Balvanera, cuyos méritos más que saberse se adivinan, una dimensión muy próxima, e incluso superior por estar despojada de todo conflicto o vulnerabilidad, al paradigma del héroe fundado por la tradición oral de los griegos y plasmada por Homero entre los siglos IX y VIII antes de Cristo.
No hay grandes precisiones sobre la vida de Homero, de cuya memoria se desprenden montones de misterios. Se da por sentado que el auténtico es el que escribió la Ilíada, y que luego algún otro, incluso tal vez un conjunto de narradores, tomó su nombre manteniendo el estilo en la Odisea.
A través de la Ilíada, pilar fundamental de la literatura occidental, Homero mezcla historia y mitología receptando la tradición oral para describir, poéticamente, un mundo en el que los dioses interactúan con los humanos al punto de verse involucrados en los mismos conflictos. Tan así, que el eje de la narración pasa por Aquiles, cuya existencia es fruto de la unión de la diosa Tetis, una nereida, y del mortal Peleo, rey de los mirmidones. La vida de Aquiles queda completamente signada por esa complejidad del mundo homérico, donde la convivencia entre mortales y dioses, por cotidiana y cercana, dista mucho de ser amena. Allí la tragedia domina la trama por la diferente naturaleza de unos y otros; aunque en rigor de verdad las divinidades griegas representan exacerbaciones del carácter humano. Ninguno de esos dioses, empezando por Zeus que es el de mayor relevancia, puede ser considerado todopoderoso; por lo tanto, más allá de sus distintas jerarquías, también se influencian recíprocamente.
Lo que describe la Ilíada es un pasaje de la Guerra de Troya, apenas un episodio dentro de esa contienda que duró aproximadamente una década y que se estima pudo haberse librado cerca del año 1200 antes de Cristo. Lo asombroso es que más de 3.000 años después el concepto del héroe sigue vinculado al prototipo poético establecido por Homero en la figura de Aquiles.
Lo que hace singular a Aquiles no es el valor, ni la habilidad como guerrero, ni siquiera estar emparentado con los dioses, pues otros personajes de la Ilíada son tan valientes como él, igual de buenos guerreros y también tienen, por así decirlo, sangre celestial y noble corriendo por sus venas. Ni textual ni conceptualmente es Aquiles el único héroe del que da cuenta la Ilíada. Incluso algunos de esos otros, empezando por Héctor, obran al impulso de motivaciones mucho más virtuosas que las de Aquiles. La singularidad de Aquiles es que a diferencia de todos los que participan en el conflicto el carga con la certeza de ir al encuentro del fin de sus días en el transcurso de esa guerra. Sabe que va a morir joven, en combate y gloriosamente. Es el héroe predestinado.
La mortalidad de Aquiles obsesiona a Tetis quien, ejemplo de instinto maternal, se esmera en otorgarle la mayor protección posible sin poder nunca cubrirle toda vulnerabilidad. El famoso talón de Aquiles, en cualquiera de las dos versiones que se conocen sobre su origen (baño en las aguas del Estigia sosteniéndolo por el talón, que es la más difundida, o el proceso de quemar para curar al niño con el néctar de los dioses iniciado por Tetis y que Peleo -por incomprensión de sus propósitos- impidió completar), es producto de esos esfuerzos maternos; que llegaron al punto de pretender hacer pasar al hijo por niña cual modo de evitar que fuera a esa guerra en la que estaba sentenciado a morir. No fue el talón la única debilidad de Aquiles, la vanidad también cuenta. La cólera que en principio lo lleva a no participar de la batalla se origina en lo que entiende es falta de reconocimiento a sus méritos, y luego, tras la muerte de Patroclo a manos de Héctor, esa cólera se transforma en necesidad de venganza. Aquiles, quien es emocionalmente inestable y cruel, llorará ante su madre, ante el cadáver de Patroclo y ante el viejo Príamo, padre de Héctor.
Héctor, vencido en duelo singular por Aquiles, está mucho más cerca de la perfección. Prácticamente encarna la corrección política siendo el civilizado que enfrenta el asedio de los bárbaros. Visto desde lo moral Héctor es un hombre de Estado sirviendo a su Patria, responsable de sus acciones, intachable en todos los campos y que siendo dueño de un coraje excepcional no desdeña el sacrificio personal para cumplir con los suyos. Caído en el cumplimiento del deber el mayor reconocimiento debió ser para Héctor, sin embargo es sólo a la sombra de la fama adquirida por el mítico Aquiles que su memoria subsiste.
E interpretando esa voluntad de tradiciones habladas pasando por los oídos de varias generaciones de griegos, Homero, que hasta se anticipó a Borges en eso de quedar ciego y escribir luminosamente desde sus penumbras, fue el instrumento para que perdurase la fama de Aquiles en el mito del héroe joven, hermoso y temperamental, molde prototípico de todos los héroes que han conocido las culturas occidentales.”
En este punto de la lectura, cabe afirmar que no quedan dudas que la Inteligencia Artificial seguirá su evolución, trayendo consecuencias tan maravillosas como peligrosas para la existencia humana.
Que CEO’s y científicos muestren su preocupación por el vértigo en el desarrollo de la Inteligencia Artificial, es probablemente indicador de un próximo salto tecnológico por encima de las expectativas científicas, más cercano a las fantasías de la ciencia ficción de lo que se podía creer años atrás cuando algunas estimaciones de científicos optimistas ubicaban entre los años 2029 y 2045 el momento en que se alcanzaría la singularidad tecnológica, llevando la vida humana a otra era, dominada por la inteligencia artificial y la robótica. Esos plazos parecen haberse acortado hasta el punto de lo inminente.
Está claro, más allá de los plazos, que estamos inventando nuevos dioses del mismo modo que en la antigüedad lo hicieron los griegos. Pero con más contundencia material. Y quedan sobre la mesa los interrogantes sobre cuál será nuestra relación con esos nuevos dioses surgidos de la inventiva humana. ¿Viviremos interactuando los mismos conflictos o enfrentados en un conflicto? Por supuesto no tengo la respuesta.
La vida humana necesariamente va a transformarse en algo distinto a lo que conocemos, quizás mejor, quizás peor. Y si sigue siendo humana lo sabremos cuando quede claro qué clase de dioses hemos creado y si aceptan una existencia de manufactura a imagen y semejanza de nosotros, o nos consideran descartables. Tal vez desde la lógica más estricta, despojada de todo sentimiento, de toda capacidad de amar, en una sucesión de formulaciones matemáticas impermeables a cualquier romanticismo, perderían su razón de ser el arte, los lazos de sangre, el heroísmo, la bondad, los sueños, y todo aquello que nos hace humanos.
Mientras tanto, estos renglones que leo son solamente la exaltación de aquellas cosas que celebro en la humanidad, empezando por la capacidad de abarcar infinitos sentimientos tan ligada a nuestra condición de mortales. Dudo mucho pueda existir eso que llaman pulso vital sin la certeza de la muerte. Recuerdo con profundo desagrado a los personeros de la cobardía, repitiendo ante una pandemia que la vida es el valor supremo en función del cual se justifica todo. No puedo, ni quiero, ni debo aceptarlo, porque el Himno que me representa me dice que soy mortal y que debo estar dispuesto a morir por la Libertad y la Patria. Sería muy miserable la vida humana si sólo consistiera en dar continuidad a unas cuantas funciones biológicas.
Así que en tanto humano aprecio tanto la vida que agradezco la muerte, y ya cerrando esta exposición, al sólo efecto de ratificar lo expresado voy a leer algunas letras de mi autoría que hablan no de la muerte, sino del sentido de la muerte en la vida, a través del amor de pareja, el amor a la Patria, en el derecho a morir que fundamenta mi posición sobre la eutanasia; tema apasionante para debatir en otro momento (hoy solamente lo leeré a cuento de lo que significa saber morir para saber vivir) y dejando para el final una que sintetiza mucho de lo dicho y que deseo compartir ya que ayer, 2 de Abril, conmemoramos un nuevo aniversario de la gesta de Malvinas y alude a la trascendencia de quien, honrando su palabra, es capaz de sacrificar su vida:
El 27 de septiembre de 2021, a las tres y cinco de la mañana, escribí estos versos:
UN HECHO
Yo moriré siendo feliz,
eso es un hecho.
Si una orquesta estuviera junto a mí,
cantaría como Franky, justo aquí,
también fuimos extraños una noche.
Extraños nada más que por esa noche,
las horas que tardamos en saber,
lo que quiso el destino y quien era quien.
Yo moriré siendo feliz,
eso es un hecho.
Porque desde el instante en que te vi
el sentido de mi vida comprendí
y que sin tu amor sería un Quijote,
perdiéndome entre molinos al galope.
Dije: "te amo y te amaré", sin temer,
besé tus labios y besar fue entender:
Que moriré siendo feliz,
eso es un hecho.
Tomé tu mano en ese Abril;
¡y vaya trecho
que en par hicimos desde allí!
Por eso, sí:
yo moriré siendo feliz.
El cinco de febrero de 2022, escuchando a Simon and Garfunkel con Los sonidos del silencio, se me pegó parte del ritmo. De algún modo me hizo recordar el conmovedor sonido del clarín en el entierro de mi padre y teniendo a la vista sobre el escritorio la letra del Himno Nacional, escribí:
MARTE
Cuando un guerrero da el "adiós",
el dios Marte ordena al Sol
fuegos que oscilen en su honor.
Y al instante del fulgor
toca silencio aquel clarín.
Desde el principio hasta el fin
cada soldado es Marte en sí.
Los mortales del oíd
marchan cantado su canción,
la del grito en cada son,
como razón para vivir
y razón para morir.
Los garabatos de la letra que voy a leer a continuación surgieron repentinamente, allá por Abril de 2011, arrastrando recuerdos de cierta máquina de café en la angustiosa espera de una terapia intensiva y, más cerca en el tiempo, algunas reflexiones de Morocho Escocés (trago de mi creación con dos partes de leche, una de whisky y cuatro cucharadas de Nesquick bien revueltas que se puede tomar frío o caliente), estimulando en la noche cariñosas promesas de piedad homicida tras ver una muy interesante película con Al Pacino interpretando a Jack Kevorkian, el llamado “Dr Muerte”.
BIEN VIVIDA BUENA MUERTE
Quiero vivir mientras viva
para morir cuando muera,
porque la vida no es vida
cuando no es muerte la muerte.
Quiero vivir mientras viva
para morir cuando muera,
por eso guardo una bala,
pa' no arrastrar mis despojos;
y si alguien fuera mi amigo
prefiera darme ese tiro
antes que ver en mis ojos
el abismo de dos pozos,
porque no es vida la vida
cuando la muerte no es muerte.
Quiero vivir mientras viva
para morir cuando muera,
porque la vida no es vida
cuando no es muerte la muerte.
Sé disfrutar las caricias
y bancarme las heridas,
así, con buenas y malas,
es como se anda en la vida;
pero el que sólo agoniza
no es el que fue, ni ceniza,
queda perdido en el limbo,
y es otra cosa la vida.
Cuando la muerte no es muerte
la vida tampoco es vida.
Quiero vivir mientras viva
para morir cuando muera,
porque la vida no es vida
cuando no es muerte la muerte.
Y lo último que voy a leer esta tarde lo escribí el 23 de diciembre de 2022, sin que pueda recordar porqué me rondaba la memoria del Teniente Roberto Estévez.
ESTÉVEZ
El valor proyectó en su sombra el espíritu de Aquiles;
cuando, serena la voz, ordenó a sus hombres: "Seguirme".
Y encolumnados ellos al son del Himno de los libres,
así marcharon al punto; donde la historia se escribe.
A la hora del dios Marte tronó el fuego de los fusiles,
la metralla, la sangre, el combate y su palabra firme.
Las heridas en su cuerpo no acallaron lo sublime:
ya muerto, sirvió de parapeto honrando sus decires.
Y así amigos, llegamos al momento en que este espacio de ida se transforma en ida y vuelta. Conversemos.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
unn liberal que no habla de economía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todo comentario es bienvenido siempre que exprese ideas en forma educada.