martes, 18 de abril de 2023

Los Lunes Lectura: MÍNIMAS NOCIONES DE GUERRA CIVIL MOLECULAR



Lunes 17 de Abril de 2023, soy Ariel Corbat*, La Pluma de la Derecha, un liberal que no habla de economía, y esta es la cuarta emisión de “LOS LUNES LECTURA”.

Hoy el tema propuesto es: “MÍNIMAS NOCIONES DE GUERRA CIVIL MOLECULAR".

El concepto de “Guerra Civil Molecular” surgió de las observaciones de Hans Magnus Enzensberger en su libro de mediados de los 90’s “Perspectivas de Guerra Civil”.

La lectura de hoy fue escrita al efecto de esta emisión tomando como base un artículo de mi autoría que, allá por el 2003, publicó la Revista de la Escuela Nacional de Inteligencia bajo el título “Los nuevos conflictos del Siglo XXI: ¿Conflictos de cuarta generación o Guerra Civil Molecular?”. Ese artículo, que tuvo gran aceptación y circulación, es un extracto del ensayo de circulación restringida al que puse por nombre “Nociones de Guerra Civil Molecular”.

El objetivo del ensayo, y por ende del artículo, es proyectar el concepto de Enzensberger -al que obviamente adhiero- analizando la dinámica de la Guerra Civil Molecular para poder diferenciar sus fases evolutivas. Entender como empieza, evoluciona y termina un fenómeno, es fundamental para poder actuar sobre él. 

A 20 años de la publicación en la Revista de la Escuela Nacional de Inteligencia, el artículo lejos de haber perdido vigencia ha ratificado diariamente que sigue explicando la progresión decadente de la República Argentina. Y especialmente ahora, cuando la posibilidad de una nueva alternancia política en el gobierno nacional plantea el desafío de poder cortar la decadencia que, carcomiendo la voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina, empuja esta democracia fallida hacia un Estado fallido.

Sin más preámbulo paso al abordaje de la cuestión: 

“MÍNIMAS NOCIONES DE GUERRA CIVIL MOLECULAR”

La Guerra Civil es un fenómeno que sólo se reconoce cuando su evidencia no deja lugar a dudas, porque la negación de las guerras civiles es una constante y cabe preguntarse cuánto ha contribuido esa negación a la materialización de las mismas. Consecuentemente se acepta que las guerras civiles son fenómenos de gran magnitud, pero toda conceptualización al respecto provoca rechazo; la Guerra Civil, como la explica Hans Magnus Enzensberger, es el tipo originario de la guerra, con raíces ancestrales que despiertan aún hoy instintos atávicos. Según este autor alemán, la guerra entre Estados es un fenómeno relativamente tardío, mientras que la guerra civil es la forma primaria para la resolución de conflictos colectivos. 

Las guerras civiles se han sucedido en la historia sin que exista una sola y única forma de guerra civil. En su obra “Perspectivas de Guerra Civil”, Enzensberger conceptualiza la última de las formas de la guerra civil: la Guerra Civil Molecular como un derivado directo del fin de la Guerra Fría, lo que significó visibilizar un regreso conceptual de la guerra a sus orígenes, alejándose del terror atómico para acercarse a las profundidades de los tiempos primigenios. Y es que sin el miedo al holocausto nuclear, podemos al fin empuñar una piedra o un palo y gratificarnos en descargar todo el odio sobre quien más satisfacción nos ofrece hacerlo, aquellos con los que convivimos, porque tal como se dijo: “la guerra civil no es sólo una costumbre ancestral, sino la forma primaria de todo conflicto colectivo”.

Liberada así de injerencias ideológicas, la guerra civil reverdece desde sus más hondas raíces, como un proceso endógeno que estalla en forma espontánea, sin necesidad de una mano extranjera que la dirija para recoger al fin los ruinosos despojos.

El aporte de Enzensberger al estudio de la guerra consiste en la instalación de una nueva categoría de guerra, la Guerra Civil Molecular, alguna de cuyas principales características son: 

1.- Es un fenómeno de vandalismo y violencia urbana.

2.- Hay autismo en sus combatientes, generalmente jóvenes, guiados por el deseo de una agresión sin contenido.

3.- Degradación del medio ambiente que provoca la aparición de espacios públicos off limits, zonas que quedan con escaso o nulo control por parte del Estado.

y

4.- El entorno es de indiferencia cívica o abulia por parte de las masas que se encaminan a su propia muerte. 

Situaciones como el enfrentamiento armado entre dos hinchadas de fútbol, la disputa entre bandas de narcotraficantes por el control de una barriada, o el enfrentamiento entre policías y manifestantes, constituyen ejemplos de  Guerra Civil Molecular. Una guerra civil en pequeña escala, una miniatura a imagen y semejanza de la violencia en sus formas mayores, pero enteramente carente de las finalidades de aquellas y, por sobre todo, alejada de las características de un enfrentamiento bélico entre fuerzas armadas; siendo entendida como guerra por el grado de violencia manifestado. 

Algunos han interpretado el concepto de Enzensberger como una suerte de guerra civil planetaria que erupciona en las grandes urbes, donde cualquier vagón de subte puede convertirse en una Bosnia en miniatura. 

En su “Teoría Pura del Derecho”, el maestro de juristas Hans Kelsen  señala que el Estado es un orden jurídico y toda su actividad se presenta necesariamente bajo la forma de actos jurídicos, es decir actos que crean o aplican normas jurídicas. Ahora bien, una característica esencial de las normas jurídicas radica en que son coactivas, en última instancia y de modo evidente se imponen por la fuerza. 

Las normas jurídicas siempre son parte de un conjunto sistémico al que llamamos Derecho, y el Derecho no es otra cosa más que un modo de organizar la fuerza, fuerza de la que depende su propia existencia que no es distinta de la existencia del Estado. Por eso es que la guerra civil es el quiebre severo del monopolio de la violencia en un territorio dado, en los límites del Estado. La ruptura del monopolio de la violencia ejercido por el Estado como personificación del Derecho, es la que define el más alto grado de conflicto interno que puede enfrentar a una sociedad: la guerra civil en sentido clásico.

La Guerra Civil Molecular no es la definición tajante de bandos enfrentados por el control del Estado sino un proceso de descomposición social, que, como veremos, puede desembocar en una guerra civil en sentido clásico.

En las guerras civiles tradicionales los combatientes tienen clara conciencia de estar librando una guerra, y ello es así porque proyectan sus acciones con una lógica militar en pos de finalidades concretas que hacen al control del aparato estatal. En la guerra hay un objetivo para alcanzar venciendo la resistencia armada de un bando enemigo. Enzensberger observa un fenómeno, en apariencia nuevo, donde la guerra ya no sería la continuación de la política por el uso de la fuerza, sino el producto de la falta de política y el enemigo una variedad inconexa de bandos enemigos. Llevada al extremo es una guerra sin plazos, sin objetivos, sin honor, sin gloria; una guerra de supervivencia y odio autodestructivo en la que, a diferencia de todas las otras no hay ningún futuro en el horizonte.

Otros analistas han observado el mismo fenómeno pero lo refieren como conflictos de cuarta generación, entendiendo por “primera generación” a los enfrentamientos de bloque, como lo han sido las dos guerras mundiales, por “segunda generación” a la guerra entre dos Estados, generalmente disputando un territorio, como la Guerra de Malvinas, por “tercera generación” a los enfrentamientos internos donde la autoridad el Estado es cuestionada y disputada por grupos organizados, como el caso nuestras guerras civiles entre unitarios y federales; y por “cuarta generación” a enfrentamientos donde no hay adversarios organizados, no hay objetivos establecidos, no hay líderes, no hay campo de batalla, pero a falta de todo eso se caracterizan por la explosión repentina e intensa de la violencia, por lo que resulta extremadamente difícil cualquier posibilidad de predicción y donde en definitiva diferenciar entre víctima y victimario es imposible (más allá de cada hecho puntual), porque en esos conflictos la sociedad civil está en guerra consigo misma.

Yo prefiero la expresión Guerra Civil Molecular, porque creo que ese concepto de Enzensberger sí hace posible la predicción de la violencia y que por lo tanto pueda prevenirse. 

Y ello aunque no existe una medida para establecer a partir de que momento simples hechos delictivos se transforman en acciones de Guerra Civil Molecular, ya que como enseña Enzensberger los comienzos son imperceptibles. En general estos fenómenos sólo se reconocen cuando el estallido de la violencia se hace evidente, sin embargo es posible encender luces de alerta a tiempo para detectar la presencia de un germen de Guerra Civil Molecular. 

La Guerra Civil Molecular surge de la fragilidad del Estado, de su retracción en relación con sus habitantes y el consecuente incumplimiento de sus obligaciones básicas. Y en relación a este punto he ratificado a través de los años que los gobernantes que se ven confrontados por esta realidad, se saben débiles y esa misma debilidad los lleva a pensar que se debilitarían aún más reconociendo que las cosas escapan de su control. Es este un caso típico donde Inteligencia anticipa la evolución del escenario (y me consta personalmente que así ha sido en Argentina), pero quien debe tomar decisiones a partir de lo informado decide ignorarlo. Sirva este comentario para remarcar que Inteligencia tiene la responsabilidad de informar, pero no la de decidir. 

Si la Guerra Civil Molecular, tal como la conceptualiza Enzensberger, es un grado de fragmentación social que pone en riesgo el ejercicio del monopolio de la violencia por parte del Estado, ello nos permite suponer la existencia de fases, es decir ir más allá de Enzensberger para clasificar los estadíos de un proceso donde se suceden situaciones de caos en forma dinámica, atravesando etapas, avanzando o retrocediendo a través de ellas, expandiéndose o contrayéndose según sea la respuesta continente que le imponga el aparato estatal y modificando la percepción de la relación caos/orden en el conjunto de la sociedad.

Podemos así ensayar una categorización de fases en la dinámica de la Guerra Civil Molecular:

FASE 0: LA PAZ
 
En esta fase los habitantes del Estado viven normalmente. Proyectan sus vidas sin mayores sobresaltos. Adhieren sus conductas a las normas vigentes de tal manera que el imperio del orden es evidente. La situación de paz no debe ser entendida como un transcurrir idílico carente de conflictos ni de hechos violentos que escapen al control del Estado. 

Por eso podemos distinguir dentro de esta fase de paz una subfase, que es la Situación de Crisis. Tal puede ser la pérdida o debilitamiento de las capacidades políticas, burocráticas y administrativas para realizar normalmente las funciones básicas del Estado ante la eventualidad de un desastre climatológico, traspié financiero, epidemia, ataque exterior, un caso de corrupción puntual en algún poder del Estado, etc. Pero este tipo de crisis son transitorias y por eso al resolverse refuerzan la confianza en las instituciones públicas. 

En la Fase Cero el germen de la Guerra Civil Molecular es imperceptible, pasa desapercibido, sólo se evidencian hechos puntuales que nadie percibe como una amenaza mayor ni provocan alteraciones significativas en la vida cotidiana.
 
FASE 1: LA CRISIS CRÓNICA O FALSA NORMALIDAD
 
Los problemas que no se solucionan generan más problemas. 

Una vez que la crisis, sea política, económica o social se instala y no se resuelve, esta se torna crónica. Esta crisis genera una sensación de falsa normalidad alimentada por el deseo y expectativa de encontrar una salida, pero la gente percibe que el Estado no puede dar una respuesta inmediata y decae la confianza. 
 
La fase uno de la Guerra Civil Molecular es de índole cultural. Todo esto que estoy describiendo es una cuestión cultural. El daño institucional de crisis  nos resueltas conduce a la degradación cultural. Disminuye así el grado de adhesión a la normativa vigente y se genera una cultura antijurídica progresiva basada en la transgresión y el remedio excepcional, que relaja la cohesión social estableciéndose la premisa del “sálvese quien pueda”. 

Cuando la falsa normalidad de la crisis crónica se instala, es todo el Estado el que entra en crisis, no sólo por la dificultad para disponer de sus recursos materiales, sino -lo más grave- por el deterioro de sus basamentos morales. Sin la confianza de la población, mantener el monopolio de la violencia se torna harto dificultoso. Es aquí que el Estado empieza a replegarse y aunque la crisis pueda escalar hacia formas de resolución violentas, la Guerra Civil Molecular comienza a echar su cimiento en forma sutil. 
 
FASE 2: LA CRISIS DE LA SEGURIDAD
 
La fase dos, en la que es posible distinguir subfases, tiene su centro medular en la degradación y entorpecimiento del aparato estatal. La crisis del Estado se empieza a manifestar en el deterioro de los parámetros de seguridad interior. El aparato estatal no reacciona sino cansinamente.

En ese contexto se advierten tres subfases: 

La subfase A es de indolencia. Se manifiesta en el desinterés, falta de estímulos, accionar cansino y falto de vocación. La indolencia constituye el veneno que corroe a las instituciones estatales; particularmente en aquellas que deben velar por la Seguridad. Evitar que se extienda depende del liderazgo que tenga desde la conducción política para sostener la mística de servir al bien común y la cultura jurídica del país.

La subfase B es de omisión. La indolencia se transforma en la omisión de cumplir con el deber, se establecen acuerdos tácitos, a veces rentados, para que las cosas aparenten respetar ciertos límites de tranquilidad pública. El proxenetismo, juego clandestino, contrabando y tráfico de drogas son habituales beneficiarios de esta tolerancia pasiva del aparato estatal. Lo que lleva a la sociedad a percibir que existen otros límites que los establecidos por la ley, establecidos por terceros en zonas o cuestiones que quedan libradas al arbitrio de esos mismos terceros.

La subfase C es de comisión. Del mismo modo que la indolencia conduce a la omisión por interés, esta evoluciona hacia la comisión, donde los funcionarios estatales se involucran de manera directa y protagónica en operaciones delictivas. 

Esta evolución describe procesos de corrupción como el que, por ejemplo, siguieron el poder político y la policía de la Provincia de Santa Fe. 

En este punto de degradación estatal, la corrupción lleva a la formación de bandas delictivas y se produce un fenómeno de desprendimiento molecular. Tanto en el aparato estatal como en el seno de la sociedad se produce la fragmentación de pequeños grupos, aislados entre sí, que operan contra el propio Estado y la sociedad. Esa variedad de grupos delictivos favorece la conformación de sistemas de crimen organizado.

FASE 3: PRE GUERRA CIVIL MOLECULAR
 
Esta fase se caracteriza por la multiplicación los espacios “off limits”. En estos territorios la ausencia del Estado deja a la población bajo el dominio de bandas delictivas. La indolencia, seguida de omisión y comisión, desemboca inevitablemente en la pérdida de manejo de la seguridad interior por parte del aparato estatal. Se generalizan: medidas de autodefensa como la posesión de armas, instalación de rejas y el blindaje en puertas, autos y chalecos. Mientras que los sectores de alto nivel socioeconómico tienden a conformar barrios cerrados y la seguridad privada se torna usual. Téngase muy presente que toda sociedad que promueve al formación de guetos atenta contra la convivencia social.

Los escenarios de Guerra Civil Molecular surgen siempre como espacios fuera de los límites del dominio estatal, y en la dinámica del caos se pueden plantear cuatro tipos de escenarios:

1) Escenarios permanentes, que son aquellos donde las bandas delictivas logran aferrarse a un territorio y lo usan como plataforma para proyectarse. Son esos lugares donde la policía no ingresa, salvo que sea en el marco de un gran despliegue.

2) Escenarios recurrentes, que son aquellos en los que en forma reiterada se producen acciones de Guerra Civil Molecular. En principio territorios en camino a transformarse en escenarios permanentes, pero que también incluye el área lindante a un escenario permanente. En cualquier caso lo que define a estos escenarios no es la cercanía sino la recurrencia, aplica a los lugares donde se sabe que en determinados horarios no se puede transitar libremente.

3) Escenarios esporádicos previsibles, básicamente lugares tranquilos donde cada tanto ocurre alguna acción de guerra civil molecular, lo que puede suceder por la presencia de algún blanco apetecible para la delincuencia, por su significación política o por otras razones que haga medianamente previsible algún hecho violento.

Y 4) Escenarios esporádicos imprevisibles, que son todos aquellos que no encuadran en las otras tres categorías, sitios donde no se han producido actos de Guerra Civil Molecular ni puede racionalmente preverse que ocurran.

Es importante subrayar que la Guerra Civil Molecular es un fenómeno expansivo, dominado por una gran irracionalidad y por eso no hay lugares neutrales o que puedan considerarse totalmente ajenos a sus acciones. 

 
FASE 4: ESTADO DE GUERRA CIVIL MOLECULAR
 
Desde el momento en que una organización o masa delictiva se apropia de un territorio, todas sus acciones deben entenderse como acciones de guerra civil molecular, incluyendo -obviamente- aquellas que representan enfrentamientos entre bandas. 

La Fase Cuatro se caracteriza por la proliferación de los combates entre organizaciones, es decir entrecruzamiento de acciones. Cuando esos grupos se activan violentamente unos contra otros las armas pueden ser desde palos y piedras hasta pistolas y fusiles. La naturaleza del arma empleada no es relevante, sí lo es la voluntad de avasallar al otro ignorando completamente a la autoridad estatal. 

Entre las seis acciones de Guerra Civil Molecular pueden distinguirse en principio las acciones de inicio, de afianzamiento y de expansión. Son acciones de inicio el vandalismo y la extorsión, todas aquellas actividades tendientes a liberar un territorio del monopolio ejercido por el Estado. Las acciones de afianzamiento son aquellas que tienden a consolidar la pérdida del poder estatal, caso típico son los ataques contra móviles policiales que intentan patrullar la zona. 

Y teniendo en cuenta la naturaleza expansiva de la Guerra Civil Molecular, los grupos que logran dominar una porción de territorio arrebatado al poder del Estado no permanecen aferrados a él. Por el contrario, incursionan con más fuerza en el territorio que permanece bajo el dominio estatal, del mismo modo que la avanzada de un ejército en operaciones se adentra en territorio enemigo, esas son las acciones de expansión.

Estos tres tipos de acciones de Guerra Civil Molecular, definidas tales por la finalidad que persiguen los hechos, son acciones de tipo ofensivo, marcan una secuencia que consiste en librar, afianzar y avanzar. 

Las fuerzas que debe enfrentar el Estado carecen de un mando centralizado y no siguen una lógica militar, son anárquicas, caóticas y por lo  tanto en muchos sentidos imprevisibles. Sin embargo, siendo necesario que el Estado las enfrente organizadamente en forma metódica, tomando el concepto de “la mano invisible del mercado” de Adam Smith, debe suponerse la existencia de un Comandante Invisible que representa a la antijuridicidad y al que llamaremos “ComIn”.

Ese supuesto Comandante Invisible de la Guerra Civil Molecular, a falta de un cuerpo tiene una personalidad: se adapta a las circunstancias y no escatima crueldades, tiene tropas dispuestas al sacrificio más allá de su utilidad, pero sabe también que en algún momento la indiferencia que le sirvió de germen será quebrada por los éxitos mismos de su ofensiva. La resistencia surgirá en la sociedad frente a la ineficiencia del Estado, y esa resistencia que, superficialmente, se presentaría como un obstáculo a los fines del Comandante Invisible, es en realidad un triunfo clave para el ComIn, porque cuando la sociedad se vuelca a la autodefensa, se fragmenta y distancia del aparato estatal.

Surge entonces el cuarto tipo de acciones de Guerra Civil Molecular, que son las acciones defensivas. Las que a diferencia del conjunto de acciones ofensivas, se enmarcan dentro de los límites legales de la autodefensa. Son acciones que provocan una aceleración en la fragmentación de la sociedad, pues a los territorios en manos del ComIn, se suman otros en los que, si bien la autoridad estatal es reclamada, queda subsidiada por la iniciativa de los vecinos.

Básicamente las acciones defensivas implican cambios arquitectónicos y de diseño urbano, cambia radicalmente el paisaje de los barrios con la aparición de garitas para guardias de seguridad privada, las rejas se convierten en la regla, se instala iluminación sensible al movimiento, botones antipánico, perros de guardia, etc. De algún modo los barrios de clase media y de clase  baja buscan emular a los barrios cerrados, y no por una cuestión de estatus sino de temor. 

En la dinámica del caos aparecen acciones reaccionarias, tanto en la sociedad como en el aparato estatal se producen desprendimientos moleculares de grupos que, queriendo asegurar la autodefensa, emprenden acciones ofensivas e ilegales sobre sobre aquellos a los atribuyen la inseguridad. En tal sentido, los linchamientos en masa, la justicia por mano propia y las ejecuciones sumarias son ejemplos de acciones reaccionarias que, finalmente dan más poder al Comín.

Y es que el único que puede vencer al Comandante Invisible es el Estado, y las acciones por las cuales busca lograr ese objetivo son las acciones estatales.

Tenemos hasta aquí una clasificación de cinco especies de acciones de Guerra Civil Molecular, pero si bien pareciera abarcativa de todas las posibilidades en función de atribuirles un objetivo respecto del ejercicio del monopolio de la violencia que debe conservar el Estado, el fenómeno de la Guerra Civil Molecular es caótico y no se ajusta estrictamente a estas pautas por lo que sería un error interpretarlas como pasos de un desarrollo lineal en la fragmentación territorial.

Finalmente quedan fuera de la clasificación una variedad de acciones que no están ligadas directamente a la fragmentación territorial, pero que en una sociedad sensibilizada por una situación de pre Guerra Civil Molecular, y más aún en fase de estado de Guerra Civil Molecular, deben considerarse acciones en razón de ese contexto. Son las llamadas acciones referenciales, que incluyen, por ejemplo, declaraciones de personajes públicos instando a la violencia. 
 
FASE FINAL: ANARQUÍA Y/O GUERRA CIVIL
 
El colapso del Estado significa el fin de la Guerra Civil Molecular y el comienzo de la anarquía. Sin embargo la anarquía extrema es transitoria, no subsiste por si misma, retrocede hacia la regeneración del viejo Estado o se transforma en una guerra civil macroscópica con vistas a la constitución de uno o varios Estados. 

Lo hasta aquí expresado intenta explicar, sobre el concepto señalado por Enzensberger, en una proyección de mi autoría, también conceptual, a la dinámica de la Guerra Civil Molecular como un proceso de degradación social que pone en riesgo la existencia misma del Estado, pero que al ser signado por el caos impide clasificaciones rígidas. Las fases, los escenarios y las acciones son mutables y no están sujetos a una imperturbable dirección de tiempo. Este dinamismo caótico quizás sea lo más difícil de entender, especialmente porque hay que contrarrestarlo con parámetros rígidos de acción estatal a fin de romper la inercia decadente logrando el retorno de la política y el Derecho.

Hans Kelsen, a mi criterio es el mayor filósofo del Derecho de todos los tiempos, reafirma la identidad entre Estado, Derecho y Poder, cuando dice: 

“Si el Estado es un orden jurídico y si personifica la unidad de ese orden, el poder del Estado no es otra cosa que la efectividad de un orden jurídico. Este orden es eficaz en la medida en que los sujetos de derecho son influidos en su conducta por el conocimiento que tienen de las normas a la cuales están sometidos. Las manifestaciones exteriores de poder del Estado, las cárceles y las fortalezas, las horcas y las ametralladoras, no son en sí mismas más que cosas inertes. Se convierten en instrumentos del poder estatal sólo en la medida en que los individuos se sirven de ellas en el marco de un orden jurídico determinado, es decir con la idea de que deben conducirse de la manera prescrita por eso orden”.

El Estado es una idea en acción, entonces es política. El estado de Guerra Civil Molecular es resultado inequívoco de la falta de política, ya sea por la falta de acción o por la falta de idea. Cabe acotar que por la falta de política no debe entenderse únicamente la lisa y llana ausencia estatal, sino también todo accionar que no satisfaga las demandas de la sociedad o dilapide sus recursos. Cuando a una sociedad le falta la acción de sus órganos estatales tiene un problema de gestión; la consiguiente crisis puede ser grave, pero no deja de ser relativamente sencilla de resolver. Por el contrario, cuando en una sociedad lo que se pierde es la idea misma de lo que se debe hacer, la acción o la inacción del Estado pasa a ser una cuestión secundaria. Lo primario radica en la profunda descomposición de la racionalidad.

Sin quebrar la inacción del Estado, la Guerra Civil Molecular se extenderá buscando sus extremos de caos. El Estado debe responder, porque la idea de su existencia no ha sido aún superada en su aspecto esencial: garantizar la paz social por medio del legítimo monopolio de la violencia en un territorio dado. En ese sentido Kelsen tampoco ha sido superado y los anarquistas, que atacan al Estado en su esencia, deberían preguntarse qué tan libres serían valiéndose por sí mismos en un mundo sin Estado, y a qué paz podrían llegar una multitud de hordas barbáricas disputándose los espacios no apropiados por corporaciones tecnocráticas y no menos bárbaras, ya que el Estado sigue siendo el garante del orden para que los individuos como tales puedan vivir con libertad.

LA PARADOJA DEL SER 

Debe considerarse que los procesos de Guerra Civil Molecular adoptan características peculiares según el país de que se trate, pero en ningún  caso puede el Estado permanecer indefinidamente a la deriva, en algún momento debe optar por ser o dejar de ser. 

El gran desafío es la recomposición de las facultades del Estado, que debe ser el único en monopolizar el legítimo ejercicio de la violencia. Es un desafío difícil para estados, como el argentino, con graves falencias de gobernabilidad que como un efecto dominó han ido de las crisis no resueltas al daño institucional, de este a la degradación cultural y profundizada la misma hasta la merma intelectual. Además este tipo de conflictos se da en países que, otra vez como el nuestro, han perdido cohesión social; por lo tanto ofrecen un contexto de poco consenso para emprender respuestas eficaces.  

Este tipo de conflicto, que ya no es nuevo, requiere fundamentalmente de la actividad de Inteligencia y de la activa participación de las fuerzas de Seguridad (con mayor capacidad operacional que las policías). Pero por sobre todas las cosas requiere una conducción política que, a más de comprender la magnitud del problema, tenga la manifiesta convicción de resolverlo.

En el caso argentino, desandar el camino de la Guerra Civil Molecular implica  el entendimiento de recuperar la voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina a través de, alcanzar y sostener, la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional.

El gran desafío de la Seguridad Interior en la República Argentina es concientizar a la sociedad para, ajuste estructural y reforma funcional mediante, movilizar a un Estado estúpido relegado sobre sus propias incapacidades, porque un Estado medianamente normal no llega al extremo de las instancias finales a que empuja la Guerra Civil Molecular. 

Y así amigos, llegamos al momento en que este espacio de ida se transforma en ida y vuelta. Conversemos. 

* J. Santiago Tamagnone (h).




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