Lunes 10 de Abril de 2023, soy Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha, un liberal que no habla de economía, y esta es la tercera emisión de “LOS LUNES LECTURA”.
Hoy el tema propuesto es: "RAZONES POR LAS QUE NUNCA DEBE DECIRSE 'PAYASO' A UN POLÍTICO".
Y voy a comenzar definiendo qué es un payaso, con algo que escribí unos años atrás:
PAYASOS
Nadie es más importante que un payaso.
Nadie.
Porque la vida sin payasos...
No es vida, ni merece ser vivida.
¿Creen que vive, quién nunca se ríe?
¡Nones!
Siempre aunque ya no lo recuerdes,
tu primera risa fue por alguien
haciendo de payaso para vos.
Siempre.
Morisqueta, gesto de amor,
quizá haya sido tu padre o tu madre,
o quienquiera hiciera las veces de.
¿Duende?
Los creyentes, dicen que Dios.
Aquella, tu sonrisa original,
te libra del temor reverencial.
Libre.
La bendición de los payasos
es el don de sobrellevar fracasos,
de ponerse en pie y seguir, por si acaso.
Risa:
¡sagrada luz de inteligencia!
la noble, pura y cristalina risa.
Felices los que calzan sus narices
rojas
e inventan circos a su paso
porque las risas, los harán, payasos.
Es un lamentable lugar común el uso de la palabra “payaso” como insulto. Desde luego, el arte del payaso tiene que ver con el humor absurdo y eso lleva a llamar payasos a los que debiendo evitar el absurdo lo provocan. Confieso pues que, alguna vez, se me pudo y puede escapar el decir “payaso” a quien nada tiene de la muy digna y noble vocación de payaso.
Y así el 26 de Junio de 2008 es una efeméride importante para mí, como recuerdo aquí:
HOY ME COMPRÉ UNA NARIZ DE PAYASO
Otrora la infancia, las únicas narices de soyapa eran semiesferas plásticas sujetadas con amenazante bandita elástica que colocarse alrededor de la cabeza y por encima de las orejas. Ciertamente no había entonces tanto cotillón, aunque todavía se usan. La fuerza de la tradición, supongo. Ahora la oferta es mayor y la variedad de narizotas incluye diversidad de colores, modelos y tamaños. Frente al nariguerío exhibido sobre el mostrador opté por una de esponja que aunque clásica, roja y redondeada, no requiere de ninguna gomita para sostenerse. Los cuatro pesos del precio pudieron parecerme mucho, -soy tacaño, a veces miserable-, pero en cuanto engalané con ella el mío naso me di cuenta que incluso pagando cuarenta sería dinero bien invertido. En cualquier caso, una ganga.
Apenas me vi en el espejo abrí los ojos con expresión de asombro. Ensayé algunas morisquetas y, con mis ojazos verdes pegando una mirada tipo azul profundo de Derek Zoolander, me pareció asombroso que un tipo apuesto -soy bien parecido, a veces presumido- pueda tener tanta cara de payaso.
Flasheado de recuerdos volví a escuchar aquellos redobles rimbombantes de “Había una vez… un circo…” cuando la madre de un amigo llevó media barriada al cine para ver la película de Gaby, Fofó y Miliki, la misma emoción de cuando Papá me alzó con sus brazos para subirme al escenario en la Carpa de Marrone y junto al inefable Pepitito participé de aquella rutina legendaria “me saco el saco, me pongo el pongo”. ¿Se acuerdan esa película en que Jerry Lewis era un payaso obsesionado con hacer reír a un niño triste? No siempre es fácil hacer reír. Ah, el Circo. ¡Qué gran cosa el Circo! Añoro esa felicidad de ir al Circo. Ocupar una silla sobre el piso raso, en las primeras filas alrededor de la pista de cualquier troupe itinerante para reírse a carcajadas con los elementales cachetazos y el balde de papel picado. Desde el “¿Qué pachoooó?” de Firulete a Cañito, pasando por el “salta violeta” de Carlitos Scazziota hasta los gritos mañaneros de Malaonda, la sola figura del Payaso construye mágicamente un circo entero a su alrededor. Algo que supo expresar Horacio Ferrer –cuando no el Maestro- en “Soy un circo”, que si lo canta Rubén Juárez proyecta en mi cabeza un video completo.
Así, evocando esas sonrisas que tanto bien hacen al alma, hoy me compré una nariz de payaso. Improvisando hice reír a mis hijos, a los amigos, a los que quiero. Alguien preguntó qué me llevó a comprar nariz de Payaso. Le contesté que hace rato siento estar perdido en medio de un enorme Circo. Un Circo al que no me gusta ir y que de prepo me envuelve. Por un instante su sonrisa se hizo mueca. –Soy cáustico, a veces sutil-. Vivimos en el más grande circo de pulgas de todo el mundo: “¡Vengan y vean! ¡Qué suceso! ¡Qué suceso! En el grande circo nacional el grotesco no tiene límites… ¡Pasen y vean! La más grande de las tormentas en un vaso con agua…”.
Por eso, que puede ser bronca, hartazgo, frustración, más una sarta de malas palabras (no necesariamente las malas palabras) que ni Fontanarrosa se atrevería a redimir, es que hoy me compré mi nariz de payaso. Para construir un circo pequeñito, en el que al menos ríen los que quiero.
Desde el día en que compré esa nariz de payaso, igual a la que llevo puesta en esta emisión de Los Lunes Lecturas, comprendí la importancia de ver lo que los ojos del payaso ven:
LO QUE EL PAYASO VE
Ahí va el payaso,
preocupado por si acaso
alguien se ofende por su último baldazo.
Y ser condenado
por arrojar papel picado,
sin presentar formulario ya a aprobado.
Ahí va el payaso
portando risas por divisa,
siendo más temido que cualquier balazo.
El payaso ve
la ridiculez del poder
y si otros también… ya no será poder.
Sí. Ser payaso es una cosa buena. Pero ser bufón no lo es tanto. Porque el bufón es un esclavo del poder que sólo hace reír al rey o al señor feudal. Don Juan Manuel de Rosas, el dictador de la suma del poder público, no reía yendo a ver payasos en un circo o en La Comedia, tenía bufones como Don Eusebio o Biguá que formaban parte de su corte.
Hoy hay muchos bufones en el gobierno y al servicio del gobierno, lo que voy a leer a continuación lo escribí cuando existía un programa de la televisión estatal llamado 6,7,8, y con una alusión a La Tarde el diario que dirigía Héctor Timerman.
28 de Agosto de 2010
Saco una vez más mi nariz de payaso, para con las enseñanzas de Gaby, Fofó y Miliki, esos verdaderos y dignos payasos que llevamos en el corazón, poder volcar los ojos en este presente grotesco que nos envuelve.
EL CIRCO DE PAPEL
¿Escuchan ustedes?
He visto otra vez… ¡Un circo!
Enturbiando adrede la razón,
toda la ambición, la escena hace al show
pleno de mentira sin pudor.
He visto otra vez… ¡Un circo!
"Revancha" grita al cielo el rencor.
Crece la nariz del anunciador,
el disco se repite con su voz,
Goebbels al fin, vuelve a decir
pasen a ver el circo
no han de extrañar a la verdad
hagan girar el disco
y “Seis, siete, ocho”, ¡sin pensar!
dejen crecer el circo
sean felices de consentir
su arte de mentir
He visto otra vez... ¡Un circo!
acto prepotente del bufón
que sólo con custodia es matón
He visto otra vez… ¡Un circo!
Ese equilibrista trepador
“La tarde” ayer, pedía al dictador:
¡Venga a poner orden por favor!
He visto otra vez… ¡Un circo!
"Revancha" grita al cielo el rencor.
Crece la nariz del anunciador,
el disco se repite con su voz,
Goebbels al fin, vuelve a decir
pasen a ver el circo
no han de extrañar a la verdad
hagan girar el disco
y “Seis, siete, ocho”, ¡sin pensar!
dejen crecer el circo
sean felices de consentir
su arte de mentir.
He visto otra vez… ¡Un circo!
circo de papel sin ton ni son,
circo de papel sin ton ni son.
Allá por septiembre de 2012, con la misma facilidad que otros se postulaban para cargos varios, lancé mi postulación a Diputado Nacional, porque yo siempre elegí ser payaso, no bufón.
EL VOTO DE LAS NARICES ROJAS
Desde que la campaña para sostener mi postulación como candidato a Diputado Nacional en el 2013 lleva por nombre “Macedonio Fernández”, queda manifiesto el carácter utópico del intento. Me preguntan si es broma. Respondo que no. Aunque sea también un juego literario, va en serio.
Es un acto de fe romántica, poner a prueba la propia voluntad y desafiar la ley de las probabilidades intentando lo que parece imposible.
Está en nuestra forma de ser empuñar cada tanto la lanza del Quijote y montando un Rocinante arremeter contra molinos del viento. La belleza del gesto por encima de la conveniencia, la alegría del intento por toda recompensa, y la certeza que más allá de cualquier adversidad las convicciones se mantendrán intactas.
Cuando el kirchnerismo confiesa su intención de eternizarse yendo por todo, cuando la suma de sus medios es una obscena máquina de propaganda, y cuando amenazan pintando en las paredes “ni lo piensen”, la sombra de ese gigante yendo a pisotear nuestras libertades oscurece el futuro de la Patria.
Romántico soy, entonces voy; al estilo del Quijote, con mi nariz de payaso y la Constitución Nacional entre los dientes. Pensemos las consecuencias de poder abrirse paso hasta el Congreso de la Nación sin más elementos que la imaginación, defendiendo nuestra Constitución con una nariz de payaso… ¡Que burla a la parafernalia oficialista! ¡Que cachetazo a la soberbia k!
Cuando el país es un cirKo, el más serio es el payaso.
SUMATE A LA CAMPAÑA "MACEDONIO FERNÁNDEZ"
ELECCIONES 2013
ARIEL CORBAT
TU DIPUTADO NACIONAL
Hay algo que los grandes payasos tienen y que todos los políticos deberían tener, pero que por estas latitudes pocos han demostrado tener: patriotismo. Patriotismo verdadero, con la convicción de trasmitirlo a la siguiente generación, permitan pues que les lea dos artículos sobre las biografías de mis admirados Groucho Marx y Jerry Lewis.
2 de Mayo de 2014
"GROUCHO, una biografía"
En materias de libros es preciso decir, categóricamente, que no se puede confiar en el buen gusto de las editoriales que compiten en la industria del libro; ninguna de ellas publica mis obras.
Por eso, antes que ir a la Feria del Libro y sucumbir aplastado bajo el aluvión de novedades anual, prefiero cualquier día deambular por las mesas de saldos de las librerías de la Avenida Corrientes. Me complace rescatar del patíbulo a libros sobre los que pende la amenaza de ser condenados al reciclado de papel. Especialmente cuando yo los escribí. No porque crea que todo libro debe ser conservado. Más allá de la mala prensa que la fogata nazi dio a la quema de libros, todos sabemos que hay libros que merecen la hoguera. Que sirvieran para dar un poco de luz y calor en invierno no puede ser un crimen, es dar utilidad al papel envilecido con tintas amargas. Los hay que no sirven ni para emparejar las patas de una mesa, aunque por aquello de "siempre hay un roto para un descosido" sea materia opinable.
En lo que a mí respecta creo que no toda cosa publicada merece ser leída, mucho menos a un precio exorbitante. Y eso no solamente porque soy tacaño, casi miserable, sino porque los hallazgos que pueden saltar del desahucio al estante de la biblioteca valen mucho más que cualquier novedad marketinera. Los libros que sobreviven semejante salto atesoran lecturas siempre vigentes. Tal es el grato caso del libro de Stefan Kanfer "GROUCHO, una biografía" que por apenas 20 unidades de nuestra devaluada moneda me llevé de una mesa de saldos. 700 páginas de una historia interesantísima, perfectamente encuadernadas en Barcelona durante 2006 por RBA Libros para ser vendida a 8,50 €, llegó a mis manos en Buenos Aires por menos de 2 €. Una bicoca.
Las biografías de los grandes genios del humor, categoría en la que Groucho Marx sin duda alguna revista, deberían venir acompañadas de serias advertencias sobre los riesgos de ver el rostro detrás de la máscara. En la película "Scaramouche" (1952) la máscara del bufón ocultaba la fealdad de un rostro desfigurado, y prevenido de lo desagradable que podía ser la verdadera cara del cómico se evitaba descubrirlo. En el caso de Groucho la máscara y el rostro se fundieron en el ácido de su propio humor. De algún modo no sorprende que quien, desde la ironía, arrancaba risas al mundo generase a su alrededor íntimo un entorno de mucha infelicidad. Con cierta crueldad debe admitirse que el personaje se adueñó del hombre, y que muy pocos deseaban lo contrario. De hecho Groucho Marx, el apodo que fagocitó a un tal Julius Henry Marx, deriva de grouch, "malhumor" en inglés. Del carácter hosco, cargado de gruñidos, surgió el apodo del más famoso de los Hermanos Marx, el que con un bigote falso, el juego de cejas y rebosante de sarcasmo encontró nuevas dimensiones para desnudar el absurdo bajo las convenciones sociales. Así el final póstumo, con su herencia disputada en un juicio entre desdichados, termina siendo un epílogo a la altura del personaje; como si el hombre nunca hubiera existido.
Pese al rostro bajo la máscara, la lectura del libro de Kanfer se justifica plenamente para ver al Siglo XX desde el costado anecdótico que representa el negocio del espectáculo. Entre los nombres que aparecen a lo largo de la biografía de Groucho hay muchos que serán conocidos para el lector promedio, van de Charles Chaplin a Woody Allen pasando por Bob Hoppe y Jack Lemmon. Algunas anécdotas son hilarantes, como la surgida de Charles Chaplin asistiendo al teatro para verlos en una función de los Hermanos Marx: "Cuando los hermanos miraron atentamente por encima de las candilejas para ver lo que le parecía el espectáculo a su invitado, Charlie abrió aparatosamente un periódico y fingió leer durante todo el número. Los Marx no dijeron nada, y le prometieron que irían a ver su actuación otra vez. Compraron un palco y lo llenaron con cuatro rabinos ortodoxos con gabardina, y las habituales barbas y tirabuzones. Charlie Chaplin creyó que el cuarteto eran los Hermanos Marx disfrazados y se superó a sí mismo con improvisaciones y movimientos cómicos. En medio de su número los clérigos, ofendidos por alguno de los chistes, se levantaron de sus asientos y salieron del teatro".
Otras reflejan aciertos en su pensamiento político, como el consejo dado a su hija: "No quiero que te hagas comunista; lo único que quiero es que seas una buena americana liberal, y creo que tienes suficiente sentido común para eso", a la que posteriormente pudo escribirle con gratificación: "He leído con considerable interés que te has alejado del Partido Comunista, que el manto de Emma Goldman ha caído de tus hombros y que ya no te calientas con el calor de la llama de Stalin. Como sabes estoy totalmente de acuerdo contigo en eso y a veces, por eso, he sido impopular en extremo con ciertos grupos que te resultan familiares. Para ellos, los estalinistas no pueden hacer nada malo. A pesar del hecho de que están engullendo la mitad de Europa y un buen bocado de Asia, esos fanáticos los defienden tan resueltamente que parece que hubiera un pequeño reino en los Balcanes rodeado de enemigos en su totalidad. Sabes que nunca he intentado convencerte de una cosa u otra porque sabía que tu sentido común te convencería de que sólo hay un camino para nosotros, y ése es el camino americano".
Con alegrías y tristezas, todo el anecdotario recopilado por Kanfer es de lectura agradable; y para los que militamos en el marxismo Línea Groucho absolutamente imprescindible. Una pena que no contenga fotos, que sin duda el biógrafo tuvo en sus manos mientras hurgaba minuciosamente en la vida de Groucho y sobre las que incluso hace algún comentario. Mucho más acá, en cuanto a latitud y longitud de las miras que pudo tener Kanfer al escribir, vale la pena repasar la cronología marxiana con la evolución del humor argentino. Por peso propio, y potenciado por la fuerza arrolladora de Hollywood, los Hermanos Marx han ejercido influencia sobre los comediantes de todo el mundo, y por supuesto en muchos de nuestros cómicos. La foto de Zelmar Gueñol parodiando a Groucho demuestra el reconocimiento de Los Cinco Grandes del Buen Humor. En el caso de Groucho Marx, algunos de sus rasgos tanto físicos como argumentales son una referencia notoria cuando se analiza el estilo de Tato Bores o de Juan Verdaguer.
Rescatado de la mesa de saldos "GROUCHO, una biografía" se queda en mi biblioteca, y no lo presto. Consiga el suyo si quiere leerlo.
18 de Mayo de 2014
JERRY LEWIS POR JERRY LEWIS, MEMORIAS
"El payaso, sí, el tipo capaz de hacer reír a los demás a su pesar,
el que proporciona placer creando una ilusión absurda.
Eso era lo primero que quería hacer"
Jerry Lewis
Tiempo atrás mi hijo mayor me invitó al cine a ver un documental: "El método para la locura de Jerry Lewis". Retribuyendo el grato gesto, le regalé luego la autobiografía de El Gran Bufo: "Jerry Lewis por Jerry Lewis, memorias", de Parsifal Ediciones (1991).
Compartimos con el enano la admiración por Jerry Lewis, un genio del humor, actor expresivo, director de cine innovador y tenaz luchador de una causa noble.
Después de leer la biografía de Groucho Marx, tomé prestado de la biblioteca de mi hijo el libro de Lewis.
La primer incógnita que surge de cualquier autobiografía tiene que ver con la franqueza del autor; y en el caso de Jerry Lewis, tanto el tono íntimo de algunos pasajes como la referencia contextual le confieren credibilidad. Incluye esa credibilidad, por supuesto, su versión de la ruptura con Dean Martin y también el énfasis con que niega Lewis que se haya inspirado para crear a "Buddy Love", el personaje de la película "El profesor chiflado", en el propio Martin. Aunque en ese punto en particular, más allá que no haya sido un ataque directo de Lewis hacia El Gran Dino, es muy fácil suponer que resortes inconscientes dejaron la huella de Dean en los gestos, modos y palabras de Buddy Love.
Disfruté la lectura, de lo mucho de interesante que trae destaco dos pasajes y lamento una ausencia. El primero de esos pasajes tiene que ver con la realidad política, y ocurre cuando el hijo de Jerry Lewis fue llamado a combatir en Vietnam. La primera reacción, como padre, fue escribir una carta al Presidente Lyndon B. Johnson, protestando contra la intervención americana en Vietnam, por el riesgo de vida sobre su hijo y demás muchachos. Sin embargo Jerry Lewis no envió la carta luego de escribirla, y no lo hizo porque, cito textual: "Como me habían enseñado en la escuela, así había de ser el patriota: Con razón o sin ella, siempre la patria".
El otro pasaje del libro es el reconocimiento de Jerry Lewis a quienes le precedieron en la comicidad, y el entendimiento de ser parte de esa historia que trasmiten las palabras dedicadas a contar sus encuentros con Stan Laurel: "Era un hombre agradable, cálido y sencillo que no pedía nada a nadie y que se limitaba al placer de dedicar sus últimos días a mirar el océano y a soñar en los tiempos en que las sonrisas eran más alegres y los amigos estaban más cerca. Amaba el mar. También amaba a sus amigos. Pero mientras que el mar siguió junto a él, los amigos no lo hicieron. Y el mar no se preocupaba especiamente de cuál era su estatus, de cuántas películas había hecho o de cuánto dinero tenía. El mar le proporcionó un regalo de valor incalculable: algo en que fijar su devoción. El mar siempre estaba allí, tanto si mostraba su necesidad de él como si no lo hacía".
La ausencia que lamento es que en la autobiografía de Lewis no haya referencias de la que entre sus películas es mi favorita: "¿Dónde está el frente?". Genial de principio a fin.
Ahora que escribo estas líneas me parece oportuno contar que quise leer una biografía de José Marrone, y parece que no hay ningún libro que cuente la vida del gran payaso argentino, me pregunto entonces ¡¿cómo diablos es posible que tengamos ese buco en la memoria?!
Me alegraría que alguien me hiciera saber que existe ese libro y poder leerlo.
Groucho Marx, Jerry Lewis, tal como José Marrone entre nosotros hicieron más por su país que hacer reír, que no es poca cosa, lo cual deja todavía más en evidencia la indignidad de los políticos que, no haciendo lo que deben hacer, encima pretenden hacernos reír.
El 8 de Mayo de 2015 escribí en mi blog:
LOS BUFONES DE TINELLI
Quizás la pregunta que voy a formular sea producto de estos días de fiebre, garganta roja e inflamada, cuerdas vocales en un hilo, o de los antibióticos junto con antiinflamatorios recetados por el médico con la recomendación de descansar y no hablar. Quizá. Aunque lo dudo, la realidad política es peor que cualquier enfermedad.
¿Será Omar Obaca el candidato más serio a la Presidencia de la Nación Argentina? Cuando el proselitismo electoral hace bufones de los candidatos, porque estos deciden ser una entera burla a los fines que debe seguir la política para el manejo de la cosa pública, eso que dio origen a la República, suelen aparecer personajes que capitalizan la bronca cívica a través del "voto burla". Recuérdese el caso del Payaso Tiririca que aglutinó en Brasil más de un millón de votos, como así también la antipolítica del cómico Beppe Grillo que sumó al 25% del electorado italiano.
Si los políticos se burlan de los ciudadanos, piensa el votante desencantado, ¿qué mejor que devolverles la gracia en las urnas? A ver quién se ríe de quién...
El 11 de Mayo, Día del Himno Nacional, ninguno de los tres políticos con posibilidad de acceder a la Presidencia de la Nación (Scioli, Macri, Massa) recordará los valores fundantes de la nacionalidad argentina ni el destino soñado para el Pueblo de Mayo, por el contrario, señalando la continuidad de la decadencia estarán haciendo de comparsa en la vuelta a la televisión de ShowMatch.
Incapaces de debatir ideas y ofrecer proyectos no se reunirán en torno a un moderador de debates, girarán como satélites mediáticos alrededor del rating de Marcelo Tinelli. Difícil tarea para sus imitadores parodiar a tres que se esfuerzan por ser parodias de sí mismos. Obaca, con su candidatura ficticia, es más auténtico que cualquiera de los tres.
Se ha cumplido ya un año de la existencia del Ministerio de Cultura por un decreto inconstitucional, sin que ningún político haya salido a decir en el aniversario que el kirchnerismo es un régimen surgido de iure que se deslegitima gobernando de facto. Mauricio Macri y Sergio Massa no dimensionan la gravedad de la degradación cultural y daño institucional que padece el país, de la cual aspira a beneficiarse como heredero del régimen Daniel Scioli; el más inmoral exponente de toda la podredumbre política.
La cultura es un concepto amplio, que como tal incluye a la televisión y los productos de Marcelo Tinelli, pero una sociedad que no diferencia jerarquías ni roles, a la que le da lo mismo un político en el gobierno que a la par de su imitador en el circo, es una sociedad sin chance de elevar sus metas.
No se equivoque nadie al leer este artículo: si esos tres que van el lunes son lo mejor que surge de nuestra organización política es porque los bufones de Tinelli somos todos; con Tinelli incluido.
En mi afonía pienso en una canción de Hilda Lizarazu, que dice:
Grité, grité, lo siento
me pasa cuando escucho
un político hablar
los ves, están tan contentos
y esas sonrisas no las juzga
ningún tribunal.
Lo que leo a continuación es del 26 de marzo de 2017, y refiere uno de esos usos equivocados que se dan a la palabra “Payaso”.
¡¡¡EN DEFENSA DE LOS PAYASOS!!!
Que Oscar Parrilli haya sido el jefe de la AFI, por lo tanto cabeza del Sistema de Inteligencia Nacional, es una de esas vergüenzas que, por sí solas, explican el grado de daño que el kirchnerismo le hizo a las instituciones, a la cultura y al intelecto de los argentinos.
No voy a repetir aquí todo lo que se ha hecho público sobre Oscar Parrilli, por demás elocuente para describirlo en su persona que poco importa; es otra cosa lo que motiva estas breves líneas.
Sin ser un fundamentalista del idioma, pues todos usamos a veces expresiones sin reflexionar sobre su real contenido, rechazo que se utilice la expresión "payaso" pretendiendo que sirva de insulto o como sinónimo de inútil. Por eso no me gustó que Jaime Stiuso haya llamado "payaso" a Parrilli, porque francamente no creo que ningún payaso merezca ser comparado con eso. Para peor, la poca originalidad de Parrilli lo llevó a repetir el pretendido insulto en su intento por atacar al Fiscal Germán Moldes.
No admito que "payaso" sea un término que sirva para denostar a nadie. Más aún, hasta cuando recibía amenazas de muerte que incluían el "payaso" como insulto, me sentía halagado por ser llamado de esa manera. Saben los lectores de La Pluma de la Derecha, que siempre llevo conmigo una nariz de payaso.
Los payasos nos hacen mejores personas. Nos enseñan a afrontar las dificultades con una sonrisa, a reírnos de nosotros mismos, a no ponernos tan serios que perdamos la perspectiva sobre el sentido de la vida.
Ser payaso no es fácil, requiere talento y no cualquiera puede serlo. Los buenos payasos entienden la naturaleza humana igual o mejor que un filósofo, saben anticipar las reacciones del público, conocen que ocultar y que mostrar en el momento exacto para hacerlo.
No; payaso no puede ser un insulto. Inservible, sí lo es. Más aún, jamás cuestionaría por su sola condición en el caso que un Payaso llegara, alguna vez, a ser el jefe de nuestros servicios de Inteligencia. Los circos y los payasos tienen una larga, muy larga, tradición de espionaje. Ni la nariz ni el maquillaje son casualidad.
Sonrío cada vez que pienso en José Marrone, Jerry Lewis o Firulete. Y les doy gracias de todo lo bueno que hicieron por mi alma. Nuestras almas.
El 8 de Mayo de 2018 sentí que cierta añoranza del pasado puede convertirse en temor al futuro, y no por la pérdida del pasado sino por su ilógica perpetuación, escribí entonces un artículo que me dolió a cada renglón:
HAY QUE MATAR A TATO BORES
Creo recordar que la primera vez que reí a causa de Tato Bores fue en su regreso a la televisión de 1978. Antes de eso era un nombre que sonaba de tanto en tanto en boca de mis padres, como cita en alguna reunión familiar y cuando la discusión sobre cuestiones políticas se alivianaba ironía mediante.
Ese programa en particular se hizo luego pregunta obligada en patio del colegio: "¿Viste a Tato?". Séptimo grado, un par de años antes nos divertía imitar la voz del locutor que anunciaba los comunicados de la Junta Militar instaurada con el golpe de Estado de 1976: "Comunicado Nº 1...". Pero aquello duró muy poco, en cambio Tato nos despertaba una fascinación extraordinaria, era más. Sabíamos que era más. De algún modo intuíamos que en su humor había cosas que se nos escapaban por edad, y que sería una suerte de misterio que iríamos develando en el futuro.
Tato se hizo así una referencia magnética, crecimos con él explicándonos en solfa la realidad política del país. El tipo en frac, gordito, con peluca, antejos y un habano, que desde su teléfono con forma de Pantera Rosa podía jugarse un diálogo con el Presidente Videla y mofarse, con altura, de la sucesión presidencial en tiempos de dictadura. El mismo Tato capaz de bailar en patines la música de Village People y llevar a su programa a Raúl Alfonsín y Carlos Ménem, los dos primeros presidentes del intento democrático.
Tato Bores es un genio parecido pero distinto a Groucho Marx; porque Groucho inventaba el disparate, Tato lo explica...
Se dice que Tato Bores murió en 1996. Pero no es del todo cierto. Durante un tiempo creímos que era una bendición poder seguir riendo con sus sketchs y monólogos a pesar de su partida física. Los de mi generación, una generación de arena, consideramos que ya éramos adultos y sus humoradas no guardaban secretos para nosotros. ¡Qué ilusos!
Todavía quedaba un misterio por resolver. Debajo de esa peluca y atrás de los anteojos la mirada de Tato Bores es la mirada maldita de alguien que, sin importar cuántas palabras module su boca, hace una sola y horrible pregunta: ¿De qué te seguís riendo?
Entonces un día lo entendés, sabés que todo está girando igual desde que lo viste por primera vez y que el destinatario de sus palabras nunca fue alguien de un tiempo sino los prisioneros de esta calesita infernal que hemos dado en llamar Argentina.
Ayer escuché a un joven reír frente a un monólogo de Tato Bores, y sentí en sus risas un miedo que nunca antes conocí. Tato Bores va a seguir ahí, guiando una generación tras otra de argentinos a la risa de un destino previsible y de constante frustración. Una y otra vez. Interminablemente. El día de la marmota en un país de marmotas.
Pero no es culpa de Tato, no. Es culpa nuestra que no sabemos matarlo. Porque Tato, igual que el Coronel Kurtz se sabe maldito y espera que lo matemos, que lo liberemos y al mismo tiempo nos liberemos.
Hay que frenar la calesita y empezar a ser un país serio. Una Argentina donde Tato Bores sea pasado.
Hay que matar a Tato Bores.
Para cerrar esta emisión de Los Lunes Lecturas, en la que no podían entrar todas las letras de mi serie sobre payasos, elijo esta que me surgiera, vaya uno a recordar el porqué, el 16 de Septiembre de 2015:
HEY! PAYASO
Nada puede ya volver a ser igual
después de ver llorar... al buen payaso,
cuando los ojos se inundan de ocaso
y sus lágrimas arrastran maquillaje
que borroneando en el llanto el disfraz
detrás de la nariz que hizo reír,
desnuda la desencantada mueca
por la niña que no juega con muñecas.
Hey! Payaso, ¡no te rindas!,
sé que quedan bromas lindas
y este mundo te precisa:
no nos dejes con la pena
de cambiar la risa buena
por la cínica sonrisa.
¿Dónde irás con tus zapatos zapatones?
si ya no quedan carpas de colores,
ni risas por echar agua de flores.
Esa lágrima cayendo nos recuerda
que perdimos mucho más que alguna guerra
y que el mundo descuida la inocencia
sin siquiera pensar la consecuencia,
de una vida sin payasos de conciencia.
Hey! Payaso, ¡no te rindas!,
sé que quedan bromas lindas
y este mundo te precisa:
no nos dejes con la pena
de cambiar la risa buena
por la cínica sonrisa.
Y así amigos, llegamos al momento en que este espacio de ida se transforma en ida y vuelta. Conversemos.