La dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua no es un desvío de la revolución soñada, es la finalidad del comunismo.
Toda "revolución" comunista busca imponer una dictadura y con pretensión de eternidad, no es que se convierte en dictadura porque algo falló en el medio.
El solo enunciado teórico de la "dictadura del proletariado" desmiente cualquier posibilidad de idealismo democrático, y lo confirma la historia con Stalin, Mao, Castro, Chávez y el mismo Ortega.
Ahí está Cuba, la dictadura más vieja de América, para ratificar lo dicho.
Hoy escuchaba en Radio Mitre al ex vicepresidente nicaragüense Sergio Ramírez, entrevistado por Jorge Fernández Díaz, dar cuerda de romántico idealismo a la revolución sandinista; de la que fue parte.
Y lo decía como si algo hubiera salido mal. Y no. Salió tal y como se planeó: instalando otra dictadura rancia.
Esa cosa de dar entidad de "jóvenes idealistas" a los criminales o estúpidos que en cualquier tiempo y lugar combaten por instaurar regímenes comunistas, es una debilidad cultural a corregir en las democracias.
No hay nada rescatable en la dictadura como ideal. Nada.
Luego, cuando personajes como Sergio Ramírez son perseguidos por el pichón de Stalin que ayudaron a entronizarse no está mal, por sentido humanitario (ese que los comunistas destruyen), darles el cobijo de las naciones libres.
Pero que no nos quiera vender que algo falló.
Porque entonces, hombres que en su ancianidad huyen de su propio invento, contaminan a los que hoy son jóvenes con un idealismo falso, que nunca ha sido más que odio y rencor, a veces fundado, por supuesto, pero que ningún comunista se propone superar sino eternizar.
La cultura y en particular la literatura, está plagada de caballos de Troya que, al amparo de la Libertad que no se disfruta en ninguna tiranía comunista, atentan contra la Libertad idealizando tiranos y romantizando asesinos. Por caso, el sandinista Sergio Ramírez fue galardonado con el Premio Cervantes, igual que años antes lo fue el apologista del terrorismo y reclutador de jóvenes -como carne de cañón para la organización terrorista Montoneros- Juan Gelman. Las monarquías constitucionales (España lo es) y las repúblicas representativas (Argentina debería serlo) deben aprender a custodiar su Libertad evitando llevar al interior de su cultura esos presentes comunistas (que ya no griegos) que, como en el caso de Gelman, sólo exhiben talento para disfrazarse de víctimas.
Hay quienes creen que el macartismo es una mala práctica, yo creo que es un escudo necesario, porque como bien supo decir Julio Bárbaro: el marxista "se expresa como demócrata cuando está en minoría y te manda derecho a Siberia cuando es dueño del poder".
Antes de cerrar el artículo, me permito un comentario sobre el cuento de Ramírez que mencionó Fernández Díaz: EL JARDINERO DE PALACIO.
Lo leí. Un escrito pobre. Carente de toda originalidad refritando una idea trillada: la del doble del poderoso usado para facilitar su seguridad, trama que el cine abordó muchísimas veces, una de esas tantas es "La Luna sobre Párador", comedia protagonizada por Richard Dreyfuss (1988).
No obstante lo dicho, no hace mucho dijo una frase de Sergio Ramírez con una observación acertada, pero que al mismo tiempo revela su condición de caballo de Stalin: “Daniel Ortega encarna el marxismo esotérico que se protege contra el mal de ojo”. Ese acierto descriptivo aplica también a Alberto de la Fernández y demás lumbreras de su "gobierno de científicos", todos con la cintita roja en la muñeca, para risa y tragedia de la Nación Argentina. Pero el punto es que al referir un "marxismo esotérico" subyace la idea que el marxismo es otra cosa y por lo tanto eso que vemos en Nicaragua y Argentina es un desvío del verdadero y acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", buen marxismo. No hay buen marxismo, y por definición no puede haberlo, ya que es el fruto teórico de un sujeto que se creía iluminado para decidir como debe vivir toda la humanidad. Y así, en su adscripción al determinismo histórico, todo el marxismo es una creencia y práctica esotérica.
Y cierro:
América no será un continente libre de dictaduras mientras sigamos bajo el predominio cultural de la izquierda, con intelectuales que, cuando el Stalin de turno se cansa de ellos, conservan la deshonestidad diciendo que algo falló. No falló nada.
¡Es el comunismo, idiotas!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
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