En la Teoría Pura del Derecho el Maestro Hans Kelsen explica que el monopolio de la violencia por parte del Estado es esencial e irrenunciable, ya que el derecho, en tanto modo de organizar la fuerza, se distingue de otros órdenes normativos por su carácter coactivo.
Luego es preciso agregar que ello no obliga al desarme de los particulares. Por el contrario, negar armas a la población civil es disociar al individuo del poder y puede verse como debilidad y desviación del Estado.
En esa línea de pensamiento, Cesare Beccaria advierte en "De los delitos y las penas" que las leyes que prohíben llevar armas son inútiles y contraproducentes, pues sólo desarman a los que no están inclinados ni determinados a los delitos. Su lógica no puede ser omitida al analizar la cuestión, y focalizando en Argentina veremos que el fondo de la cuestión son valores, porque leyes de esa naturaleza sólo sirven a los delincuentes.
Basta una elemental aproximación a la poesía del Tango para entender que el despliegue insolente de estupidez y maldad no es ninguna novedad. Enrique Santos Discépolo supo denunciarlo en obras memorables como "¿Qué sapa señor?" (1931) -tan vigente que parece escrita esta misma mañana-, y "Cambalache" (1934). La poesía tanguera denuncia hipocresías sociales varias, pero convalida siempre la tradicional diferenciación entre el bien y el mal que surge de la orientación moral de raíz bíblica, difundida por el catolicismo y receptada por el Derecho Argentino desde el Artículo 2 de la Constitución Nacional.
En el tango el delincuente no se jacta de su condición ni la proyecta como modelo, la sobrelleva con la culpa que le viene de tener incorporada esa noción del bien y el mal.
Digo que es una hermosa palabra la palabra "acaso", y acaso desde el momento en que el tango empezó a declinar como identidad cultural, Argentina inició un retroceso moral hacia discusiones preconstitucionales, al punto que carece hoy del consenso social básico sobre las nociones del bien y el mal.
Así el kirchnerismo, proyecto totalitario de corrupción estructural y envilecimiento humano, con su vuelta al poder marca el predominio de la deshonestidad y sería insensato esperar que el gobierno de Alberto Fernández, bajo tutela de la multiprocesada Cristina Fernández, dé paso alguno para la recomposición de la ética republicana o la moral pública. Por ende, la única acción política que cabe proyectar desde la oposición (si la hubiera) es la más firme resistencia, dirigida a preservar el trazo grueso de la institucionalidad bloqueando cualquier intento de reforma constitucional.
Ahora bien, tan cierto como la deshonestidad del kirchnerismo es que no se puede confiar la tarea de preservar nuestra condición de ciudadanos a pusilánimes que siendo gobierno no se animaron a la batalla cultural. Forzosamente el núcleo duro de la resistencia republicana debe estar en otro lado. Pero ¿dónde? Confieso que no lo sé.
Sostengo que si hay buenos ciudadanos son los legítimos usuarios de armas de fuego, porque para ser tales debieron acreditar, además de la específica idoneidad en el uso de armas, requisitos que no se le piden a ningún político: estar exentos de persecución penal, contar con medios lícitos de vida y tener aptitud psicológica. Desde la defensa del derecho de los honrados a poseer armamento, los legítimos usuarios pueden constituirse en un factor de presión salvaguardando en ello su interés específico y el de la Nación Argentina.
La generalidad de la casta política confude "pacificar" con "desarmar", por lo que prima la tan progre como errada idea de desarmar a la ciudadanía. Quizás omitan aludir el tema en este proceso electoral ya en marcha, porque perciben el beneplácito de la gente cuando algún ciudadano ejerce con su arma la legítima defensa, pero seguramente cuando aseguren su repartija de cargos volverá a superficie la intención de confiscar las armas en manos de particulares, requisito necesario para allanar el camino a la dictadura.
Como en toda ocasión vale afirmar el concepto: la seguridad interior consiste en garantizar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional. Entonces cualquier política de seguridad debe estar inspirada, orientada y dirigida por normas constitucionales y estas no avalan en modo alguno, ni jurídica ni filosóficamente, el desarme de la ciudadanía.
Considerando la gravedad del cuadro nacional y el contexto regional, es imperioso para la Libertad que los ciudadanos honrados conserven con sus armas el espíritu republicano.
En la sociedad ideal, utópica, las armas en manos de civiles sólo serían de uso recreativo. En términos de normalidad humana y defensa de la Libertad, esas armas son necesarias. Y en Argentina, además, son imprescindibles.
No obstante ello, y justamente por ello, la dirigencia política no está haciendo absolutamente nada para garantizar a los honrados habitantes del país el derecho a la tenencia de armas (simple derivado del derecho de propiedad) y la portación accesible.
Y estas son algunas razones:
- Se gobierna despreciando la Constitución Nacional.
- No hay entendimiento del concepto de Seguridad Interior en oficialismo ni oposición.
- Confunden desarmar con pacificar y ya se inició la campaña electoral.
- Buscan clientela no ciudadanía.
Finalmente, honrado ciudadano argentino, tu arma es el último resguardo de la Libertad. No la resignes.
* Actualización de mi artículo "El derecho a portar armas", publicado en el Diario La Prensa el 03DIC19.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.
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