lunes, 7 de noviembre de 2022

DÓLOR DE HIJA DP (doble pensar)



Será otra condena viciada de prevaricato, pero el juicio a Adolfo Donda por la "apropiación" de Victoria Donda, muestra de por sí que no hubo ningún genocidio sino guerra revolucionaria (civil con aristas fratricidas) y el proceder humanitario de los militares.

Los Donda eran dos hermanos, uno oficial de la Armada y el otro terrorista montonero. Y no fue el único caso de hermanos enlistados en bandos enemigos, entre otros la hermana del Teniente Estévez estaba presa por montonera.

En un genocidio no se puede elegir bando, pues el odio criminal con su afán de muerte está dirigido a lo que se es, no a lo que se piensa o se hace.

En la guerra revolucionaria en cambio se elige bando, y en cierta medida también es posible quedarse al margen en forma expectante.

Luego hay otro factor que es el contexto histórico y la mentalidad de la época en que suceden los hechos. 

La "Guerra Sucia" se libró en el marco de la Guerra Fría y desde ambos bandos con mentalidad criminal.

La época tenía una particular aceptación de conductas criminales.

Por lo pronto se disputaba el poder por medios violentos, que incluían homicidios, secuestros, atentados y un desprecio absoluto por la vida del enemigo.

Y de sus hijos. Pero los subversivos mataron hijos de militares y los militares salvaron hijos de terroristas.

Sostiene Victoria Donda desde su parasitaria vida en el Estado, curro de los DDHH mediante, que ella pelea por las mismas banderas que su tío quiso enterrar.

Banderas de tiranía comnista por las que mataron a  Paula Lambruschini (15), María Cristina Viola (3) y Juan Barrios (3).

El método orwelliano que sigue el kirchnerismo hace que la verdad sea lo que el partido dice que es verdad, pero en el doblepensar siempre queda un resto de conciencia. Por mucho que la quieran acallar esa conciencia repite, allá en el recoveco más oscuro de la mente, que 2 + 2 = 4.

Victoria Donda podrá fingir con su actuación política que aborrece a su tío, pero es obvio que mucho más aborrece a sus padres, porque si por ideología y negociado se disfraza  el "dolor de madre" también se disfraza el "dolor de hija".

DOLOR DE MADRE -cuento breve de una tragedia-:

Al fondo del último recoveco, en las profundidades de su conciencia, la mujer fue arrinconando apretadamente el mayor de sus rencores. Durante mucho tiempo pudo esconderlo de todos. Salvo, claro, de sí misma. En la soledad más absoluta nunca derramaba lágrimas, por ellos solamente insultos. Su sombra era el mudo testigo del modo en que encorvaba la espalda para sacar desde muy hondo todas y cada una de las palabrotas. Y a veces ni siquiera palabras, secos e impiadosos sonidos guturales lacerando el agrio repudio de la sangre. El dolor fue sincero, ¿cómo no serlo?, la mentira anidaba en la razón de tan grande aflicción. Se aferró al pañuelo como un blanco de amnesia, para olvidar todas las manchas, aquellos mocos que ella misma les sonaba. Y lo lavaba para que se viera más limpio. Pero la traición... ¿de qué forma perdonarles la traición? Porque no fue sólo que se alzaron contra la Patria al ensangrentar la tierra queriendo arriar la bandera que los vio nacer. Otras madres de hijos igualmente ganados por la misma causa del odio se dejaron caer en la vergüenza al entender que intentando borrar la historia del país y arrasar sus símbolos, tradiciones y libertades lo que en verdad querían era matar a sus padres. Al fin de cuentas eso es la Patria, la tierra de los padres. Ella se negó a verlo, pero lo vio antes de cerrar los ojos. Esos hijos escupieron en la cara de sus progenitores que la sociedad que les legaban era mierda, tan mierda que merecía ser aplastada bajo la opresión de un trapo rojo. Todo se debía destruir, las leyes, las costumbres y hasta los afectos para dar paso a un hombre nuevo. Un hombre nuevo que no tendría nada de hombre, pero sí mucho de bestia y autómata. 

No pudo soportar sentir semejante vergüenza por haber engendrado esos hijos. ¡Asesinos!, gritó. Y hubo quienes mal creyeron que insultaba a los matadores de su prole. Nunca entendieron el profundo dolor de madre traicionada. El deseo de venganza atronaba día y noche entre sus sienes. A toda hora vociferaba la furia que le arremolinaba el ánimo.

Entonces cierto día conoció a un convicto parricida, y al fin halló el modo de consumar su venganza.

- Hijo, hijo mío -le dijo.

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de ecconomía.


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