"Letras sueltas" es un álbum de imágenes en el que voy guardando algunas de las cosas que escribo.
Escribir en versos, o algo así, es una forma de ordenar y sintetizar pensamientos y emociones.
A veces un desahogo, otras una celebración. Me sirve para canalizar distintos estados de ánimo.
No siempre me gusta lo que escribo, ni siempre escribo con ganas de escribir. Cada tanto no hay más remedio que escribir, sirve para sacar y dejar fuera cosas que alborotan dentro; sea para bien o para mal. Pueden ser alegrías o tristezas, culpas o buenos recuerdos, añoranzas o perspectivas, dolores o felicidad; algo que olvidar o testimoniar, quizá todo mezclado; la carga de ser humano, según supongo.
En ocasiones escribo cerebralmente, ajeno a las emociones y eso sí es algo que disfruto como un logro, lo mismo en otros órdenes.
"Aceptar lo que viene, soltar lo que se va y la mente como un lago" es algo que me fue inculcado contrariando mi naturaleza desde el sabio consejo y guía de un mentor. Ciertas cuestiones no pueden llevarse de la teoría a la práctica dejándose dominar por la sangre, y la mía arremolina fácil. Aprendí a apaciguar mis emociones, para que fueran combustible y no un estorbo.
Es todo un esfuerzo mantener serenas las aguas de mi mente. Soy mejor cuando lo logro, aunque cuando eso pasa me percibo anestesiado o blindado. Menos humano si se quiere.
El juego de la pluma es también un coqueteo con la muerte. Uno quisiera que algunas de sus palabras perduren, que otros sientan eso mismo que siento cuando leo a un escritor o poeta de otros tiempos: que la tinta trasciende a la muerte. Más que ningún otro autor, leer a Petronio fue como leer a un tipo que estuviera ahí, junto y bromeando en la misma mesa mientras se comparte un café.
Acepto ciertas formas de locura, departir con escritores muertos hace siglos (y he tenido largas conversaciones), es una de ellas. Y sin embargo no espero adquirir esa inmortalidad, mi pluma es efímera. Y no está mal, porque sirve a mis propósitos.
Expongo lo que escribo, sí, pero escribo para mí. Me hace bien llevar la realidad al borde de la imaginación o viceversa, como a otros les hará bien cualquier pasatiempo con efectos terapéuticos.
Y aquí me planto, es posible que haya volcado en estos renglones lo que como mucho debería quedar en las páginas de un diario íntimo. ¿Pero qué sentido tendría llevar un diario íntimo? Si todo el que lo escribe no quiere más que ser leído por otro.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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