viernes, 5 de noviembre de 2021

LA POSTERGACIÓN INDEFINIDA Y CASI INFINTA DE LA NACIÓN ARGENTINA


"Sargento Emeterio Bustos"
detalle del dibujo de Eleodoro Marenco en
la publicación del Ejército Argentino: 
"Campaña del Desierto en su centenario"
1879 - Junio - 1879


Recuerdo perfectamente el modo en que la bronca se arremolinó en mi sangre viendo que el dictador Fidel Castro daba un discurso en la Facultad de Derecho de la UBA, de la cual soy graduado. 

Supe entonces que el gobierno de Néstor Kirchner, que había traído y centralizado en la escena al tirano para su asunción, era enemigo de la Patria. Mi enemigo.

Estaba en la oficina viendo el lamentable espectáculo unipersonal del dictador cuyas hordas de terroristas habíamos derrotado décadas atrás y dije abiertamente: 

- Nunca hay un francotirador cuando uno lo necesita.

Hacía años ya que el muro de Berlín se había caído y colapsado la URSS, pero ahí estaba, en Buenos Aires y muy a sus anchas el tirano comunista.

A los dictadores les place dar largos discursos porque están acostumbrados al público cautivo y escuchar su propia voz sin que nadie ose interrumpirlos ni mucho menos disentir. Ese discurso presagiaba que la República y la Democracia estaban en peligro con el nuevo gobierno. Porque en la República los gobernantes tienen límites hasta para el tiempo de sus discursos, pues deben reconocer y respetar lo que vale el tiempo de los demás. Y en la Democracia el diálogo está por encima del monólogo. 

- Sí que tenemos problemas, dije luego.

Alguien supuso que exageraba. Me lo dijo sin ánimo de debatir y me limité a mirarle, dejando la respuesta al tiempo. 

Siempre, o casi siempre, he estado en absoluta minoría. A contracorriente. Soy republicano, soy liberal, soy unitario, soy ateo, no sería ninguna de esas cosas si me dejara intimidar por la opinión de cualquier mayoría o me preocupara caerle simpático a los demás. Es bueno ser así cuando te toca pasar del otro lado y sostenerte por tu cuenta y riesgo, pero cansa y mucho cuando estás entre los tuyos.

Muchas veces me he sentido agobiado, viendo lo que venía sin que nadie preste atención a las advertencias. Hay un personaje en "El desierto de los tártaros", el Teniente Giovanni Drogo, con el que tristemente me siento identificado.

Y el tiempo respondió. El kirchnerismo aceleró la decadencia profundizando el daño institucional, degradando la cultura y sembrando la miseria intelectual. Todo ello hizo del intento democrático iniciado en 1983 un experimento fallido que ahora se perfila para Estado fallido. Y la nave va, con la orquesta tocando en cubierta.

Mi conciencia está serena, pero no en paz. Sé que hice todo lo que estuvo a mi alcance para impedir que mi país se convirtiera en el mamarracho presente. Pero nunca basta si no sirve, por eso no es posible encontrar comodidad de conciencia a pesar de lo hecho, esas cosas que podría enumerar larga y vanamente. "La Patria merece más" dijo el bravo Martín Viñales después de Curupaytí; y él había dado mucho más que yo. Mucho más.  Jamás alcanza cuando lo que se ama y desea está bien definido.

Y yo amo a mi Patria, la Nación Argentina cuyo espíritu y destino supo captar Vicente López en el Oíd Mortales!, la que se desangró por organizarse y que cuando al fin lo logró se dio una Constitución Nacional con la que la gloriosa Generación del 80 llevo el país a su apogeo.

Amo a mi Patria y quiero para las próximas generaciones un destino mejor que el que estamos dejando, si es que dejamos algo...

Y lo triste del asunto, lo frustrante de vivir chapoteando en la idiotez en que nos hundimos, es que lo que hay que hacer no es nada complicado, al contrario, es lo más simple y siempre estuvo ahí, al alcance de la mano, lo dijo Julio Argentino Roca el 12 de Octubre de 1880: "El secreto de nuestra prosperidad consiste en la conservación de la paz y el acatamiento absoluto a la Constitución".

Es tan fácil que no puedo explicarme por qué es tan difícil.



Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha, 
un liberal que no habla de economía.

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