viernes, 20 de agosto de 2021

LA MAGIA EXISTE


Supongo que a todos nos gusta creer en algo mágico. 

Era chico cuando mi madre compró la pintura que se ve en la foto, con un marco muy vistoso y que adornó el living de casa durante muchos años. 

Creo recordar que la compra no fue hecha en ninguna casa de arte sino en una ferretería del barrio. 

La pintura fue emplazada sobre la estufa y era frente a ella donde me gustaba sentarme a leer en invierno. 

No sé en qué momento la nena de la pintura empezó a ser un enigma para mí. Debió ser algo disparado por la imaginación estimulada en la lectura. Acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", ya sabía entonces, por Verne y otros, que siempre debe haber una historia. 

Pero yo no sabía nada de la historia de esa nena, ni quién era, y nadie me la podía contar porque obviamente un cuadro comprado en una ferretería no figura en ningún catálogo.

Muchas veces intenté escribir algún cuento, o ensayar versos, sobre la nena que en compañía de su perro y sentada al borde de un riacho disfrutaba tranquilamente de ver flotar su velero de juguete. 

Lo intenté muchas veces y nunca pude, sin embargo sentía que ahí había algo relacionado conmigo. Que entre ese cuadro y yo existía un vínculo. 

Y el tiempo pasó. Ya no intentaba escribir sobre la enigmática nena ni le inventaba nombres al perro o al velero. Muy curiosamente nunca, en ninguno de mis intentos por construir un relato en torno al cuadro, siquiera se me cruzó por la cabeza pensar en el nombre de la niña. Eso es raro, ciertamente raro. 

Tanto pasó el tiempo que llegó el día en que nació mi hija, y al igual que a sus dos hermanos mayores fue hermoso verla crecer. Así, lentamente, los rasgos de mi niña empezaron a parecerse. No digo el parecido natural de toda semejanza de sangre que se advierte en las facciones de padres e hijos, digo que ya conocía a esa niña desde mucho antes.

Al principio creí que era subjetividad mía, pero cuánto más se acercaba a la edad de la niña del cuadro más se parecía mi hija a ella. Hasta que en algún exacto momento eran la misma.

Así fue como al fin supe que la magía existe y que la niña del cuadro siempre se llamó Carolina. 




Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.

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