“La
guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza.”
Ariel Corbat alerta permanentemente sobre
la “dimensión orwelliana” en la que está viviendo la Argentina hace tiempo,
gracias a un gobierno que se dedica a presentar la mentira como verdad, que es
la característica distintiva de la izquierda. O para decirlo de otro modo: es
su carta de presentación, su sello personal, su especialidad.
Pero probablemente más preocupante aún
sea la llegada de la dimensión orwelliana a la gran nación norteamericana, por
representar para el mundo, el ocaso del bastión de la democracia y de la
libertad.
Estados Unidos se caracterizó desde
siempre por el respeto irrestricto a los derechos del ciudadano, gracias una
cultura que mantiene al individuo en un sagrado primer lugar, que precede al
conjunto de la sociedad y al gobierno. Por lo tanto, en ningún lugar del mundo las
libertades se encuentran más aseguradas, -y en una medida tan extrema- como en
aquella tierra. La libertad de expresión sin límites, que les permite
expresarse incluso a fascistas (vestirse de oficial nazi y hacer el saludo nazi
en la vía pública está permitido, y no se le puede arrestar por ello), al igual
que la libertad de prensa y de pensamiento
(puede incluso negar el holocausto, y no es un delito como en la mayoría
de los países europeos), así como la libertad económica (no existe una tierra
con mayor laissez-faire), por citar sólo algunos ejemplos.
Pero todo eso comenzó a desmoronarse en
los últimos años gracias a presiones de grupos de izquierda y facciones
radicalizadas del Partido Demócrata, y este proceso se aceleró con la llegada
al poder de Joe Biden.
Los pensadores marxistas-gramscianos desarrollaron
el concepto de hegemonía, denunciando que la educación y los medios de
comunicación eran una herramienta de la derecha para perpetuar la visión
capitalista de la realidad. Si alguna vez esto fue cierto, es más que evidente
que en la actualidad es exactamente lo contrario, y este propio concepto de hegemonía
desarrollado por los comunistas, lo podemos y debemos aplicar para explicar lo
que estamos viviendo.
Las diversas falacias con las que los
medios hegemónicos izquierdistas estuvieron bombardeando día y noche a la
población durante estos 4 años, estuvieron centradas en torno a una persona:
Donald Trump.
“Donald Trump es malo, es fascista, es
nazi, es supremacista blanco, es autoritario, es un dictador, ataca la libertad
de prensa, incita a la violencia, provoca guerras, etc”.
Por supuesto que cualquier persona
medianamente culta e informada sabe que esto es falso. Porque es el primer
presidente en muchas décadas en no iniciar una nueva guerra; en traer tropas a
casa, reduciendo el número de militares en el exterior; en lograr tratados de
paz históricos que parecían una fantasía (Israel con países árabes, Corea del
Sur con Corea del Norte, etc.); en condenar las falsedades difundidas por
panfletos de izquierda como CNN (sin censurarlos, sin embargo; a diferencia de
la censura que está sufriendo él ahora, donde no se le permite opinar en redes
sociales); en bajar los impuestos y el gasto; en crear millones de puestos de trabajo;
en frenar a China; en denunciar a organismos cooptados como la ONU y la OMS; en
apoyar a Israel como nunca antes (reconociendo a Jerusalén como capital, entre
otras cosas), y en muchos puntos más.
“Con Joe Biden volvió la democracia”.
“Trump fue un dictador”.
El número de decretos presidenciales firmados
por los últimos presidentes en su primer mes de gobierno es el siguiente:
Biden: 37 en enero de 2021 (y recién va 1 semana). Trump: 4 en enero de 2017;
Obama: 8 en enero de 2009; G. W. Bush: 2 en enero de 2001; Clinton: 2 en enero
de 1993; G. H. W. Bush: 1 en enero de 1989; Reagan: 1 en enero de 1981.
“Venimos a traer la unidad, a pacificar y
unir la nación”.
Desde que llegaron al poder se dedicaron
a atacar a Trump y a sus seguidores. Buscando el impeachment de Trump, y
denigrando a todos sus votantes (la mitad del país) como extremistas,
supremacistas, y seguidores del odio. Se acentuó la censura en las redes
sociales, donde bajo el pretexto de “discurso de odio” se censura a cualquier
opinión distinta a la de la izquierda. Decenas de republicanos vieron sus
publicaciones borradas y sus cuentas suspendidas en las redes sociales; y se
inició contra ellos una campaña pública de ataque, para expulsarlos del
congreso y otras instituciones.
A pesar de haber vuelto más revanchistas
que nunca, lanzando una inmensa caza de brujas que no conoce límites, se
proclaman a sí mismos como los que traen la unidad, el amor, y el perdón. Nuevo
lema de Estados Unidos: “La revancha es el perdón. La polarización es la
unidad. La censura es la libertad de expresión”.
“Donald Trump incitó el ataque al
capitolio”.
Más allá de que esto es absolutamente falso,
ya que en el discurso previo a la marcha al capitolio, Trump dijo claramente
“vamos a protestar pacíficamente y a hacer escuchar nuestra voz” y jamás alentó
ningún tipo de violencia, lo más divertido y triste de todo esto es la doble
moral izquierdista. Molestó tanto el ataque al capitolio, y se le dio tanta
cobertura mediática, y se lo magnificó tanto, simplemente por tratarse de
seguidores de Trump. Si los colores políticos hubiesen sido invertidos, la
historia en los medios hubiera sido muy distinta. Sabemos todos que si hubiese
sido un ataque de izquierda no hubiese sido tan grave ni estaríamos todos tan
horrorizados. Porque es curioso que por unos pocos violentos que tomaron
durante unas pocas horas el edificio y generaron destrozos, se descalifique el
reclamo de las miles de personas que estaban afuera protestando pacíficamente.
Y más curioso aún es que lo hagan los mismos medios que durante semanas y meses
enteros, mientras los BLM y Antifa destruían ciudades enteras a lo largo de
toda la nación, callaban, o en algunos casos, incluso lo alentaban. Periodistas
que decían “en ningún lugar dice que las protestas tienen que ser pacíficas”,
felicitando cómo los manifestantes prendían fuegos autos de policía, arrasaban
edificios públicos y propiedad privada, atacaban transeúntes, e incluso
ocupaban legislaturas y casas de gobierno en ciertos estados. De golpe un día
la violencia se volvió mala, defendieron el orden y la ley, los procesos
legales, las instituciones, la constitución, y acusaron a la toma del capitolio
como sedición. Jamás se vio tanta doble moral en la historia. Absolutamente
todos los republicanos, del primero al último (hasta los más trumpistas como
Ted Cruz) condenaron a los violentos del ataque al capitolio inmediatamente;
sin embargo, no hubo un solo demócrata que condenara la violencia
izquierdista que azotó al país durante meses y meses, mientras arrasaron ciudades
enteras por toda la nación.
Lamentablemente la violencia es mala
únicamente cuando es de derecha. Y hay poca memoria, porque la historia la
escriben los que gobiernan, quienes, en el mejor estilo orwelliano, borran lo
que no les conviene, como si nunca hubiera ocurrido, y reemplazan esa página
con una nueva versión, hasta el punto en que, como en la obra 1984, ya nadie
recuerda qué es verdad y qué no.
¿Cuándo fue la última vez que escuchó a
algún historiador explicar el rol de los partidos en la guerra civil
estadounidense?
Bueno, yo le voy a revelar un pequeño
secreto, querido lector: el Partido Demócrata defendió la esclavitud, y el
Partido Republicano defendió su abolición.
Pero esto es algo que nunca va a escuchar
o leer, porque no les conviene.
Más aún, los demócratas son tan caraduras
como para hablar de discriminación y para acusar a los demás de “racistas”.
Cuánta doble moral, ¿no?
¿Quién estará escribiendo la historia?
La próxima vez que usted presencie en las
noticias o donde fuere, los “dos minutos del odio a Trump” (el “Goldstein” de
nuestra era), permítase dudar de si fue tan malo y un dictador, y vea los datos
de su presidencia. Probablemente se sorprenda y descubra que fue una de las
mejores presidencias de la historia de su país.
¿O por qué se lo censura y se lo quiere
borrar de la historia?
“La revancha es el perdón. La
polarización es la unidad. La censura es la libertad de expresión”.
Nuevo lema de los Estados Unidos de
Joseph Stalin Biden.
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