jueves, 17 de octubre de 2019

AUNQUE USTED NO LO CREA


En la noche del sábado 12 de Octubre de 2019, un mocoso de 13 años ingresó a la Unidad de Prevención de la Policía Local de Villa Adelina, en el Partido de San Isidro, fingiendo estar perdido. Cuando los policías se disponían a auxiliarlo extrajo un cuchillo con el que apuñaló a un efectivo en el cráneo y se lanzó sobre otro que logró repeler el ataque a tiros. Viendo la inaudita situación un tercer policía cayó infartado. A pesar de la gravedad de las heridas nadie salió muerto.


Lo más llamativo de la narración, que pertenece a las crónicas policiales y no a la ficción literaria, es lo que ocurrió después cuando, herido y esposado, el agresor dijo haber sido enviado por otra persona a matar policías.

A mucha gente la noticia le pareció falsa y buena parte del periodismo decidió ignorarla. Al parecer, hay comunicadores sociales que no sabrían qué hacer con la verdad; y se esconden de ella en los acogedores pliegues del relato para progres que la izquierda les construye. La verdad los excede, porque incomoda, desafía y finalmente se come relatos y relatores: no se puede engañar a todos todo el tiempo.

Pasan cosas como estas en la realidad argentina pero la pereza intelectual hace que, incluso en el grado de descomposición cultural, y por ende social, que evidencia la Nación Argentina algunas cosas nos parezcan imposibles de creer. En esa pereza hay también un cierto instinto de supervivencia. Porque la resistencia a creer que algunos sucesos hayan ocurrido, estén ocurriendo, o sean siquiera posibles, es el reflejo ingenuo de otro momento cultural que, en un pasado lejano, afirmó en el estilo de vida de los argentinos nociones diferenciadas del bien y del mal con la aspiración de ser buenas personas.

Esa concepción de la vida se niega a creer que un niño pueda obrar como un personaje de Stephen King por fuera de sus libros. Negar el terror, cual ingenuas criaturas que se cubren la cabeza con las sábanas, no nos libera del miedo; al contrario: nos deja a merced de sus dueños. 

De modo perverso, el régimen kirchnerista jugó con ese reflejo ingenuo lanzando el eslogan "Argentina, un país de buena gente". Los buenos querían creer que fuera verdad, pero desde el uso faccioso de los recursos del Estado, transformados en aparato de propaganda y control social, lo que se buscaba afanosamente era eliminar todo vestigio de los valores que sí nos hicieron, allá lejos en el tiempo, un país de buena gente. Bajo el eslogan complaciente, la subversión cultural apuntaba a emplazar disvalores para consolidar el proyecto totalitario de corrupción estructural. 

Hay canciones que sintetizan ensayos sociológicos, entonces vale citar alguna para comprender mejor de qué estamos hablando. Me viene al oído "Esto pasa ahora", de Memphis La Blusera que dice: "La gente buena es tonta de remate / porque los malos van ganando el desempate / sin antifaz andan sueltos los ladrones / digan porque son mejores los peores".

La incredulidad de los buenos ante la maldad se da en forma espontánea y tiende al olvido para seguir adelante, pero también es inducida de manera planificada por quienes se aprovechan de ella. Ya ha pasado antes en el país, aunque pocos recuerden.

Así Pablo Giussani en su libro “Montoneros La Soberbia Armada” destaca el caso de la adolescente Adriana Komblihtt, apodada “La Turca”, quien murió el mismo día en que cumplía 16 años, 31 de Marzo de 1977, al detonarle en las manos la bomba con la que fue enviada por la organización terrorista a atentar contra una comisaría. Los buenos no esperan que una niña, o una embarazada, vaya a matarlos.

Ciertamente son distintos los contextos de Guerra Revolucionaria y de Guerra Civil Molecular, pero el aprovechamiento de la incredulidad es el mismo, ya sea que la violencia tenga un fin político determinado o sea la manifestación del simple deseo autodestructivo. 

Luego ese aprovechamiento se manifiesta como algo normalizado que condiciona nuestra forma de pensar al buscar despojarnos de la lógica crítica. Un ejemplo de eso se dio el miércoles 16 de Octubre de 2019, cuando por A-24 en el programa "Maxi Mediodía" que conduce Maximiliano Montenegro, estuvo como invitado el candidato presidencial Juan José Gómez Centurión.


En esa oportunidad la entrevista derivó a la interpretación de los años de plomo y Claudio Zlotnik, ex Página/12, repitió el relato edulcorado que la izquierda le sirvió a los progres sosteniendo que los militares hicieron terrorismo de Estado y los montoneros terrorismo "privado". Es sabido que la Comandancia de Montoneros funcionó de 1978 a 1982 desde La Habana, en un edificio dispuesto al efecto por la Inteligencia cubana. Eso evidencia ocultamiento malintencionado o un desconocimiento patético del rol jugado por la dictadura castrista durante la guerra.

Y ese finalmente es el punto: ocultamiento o desconocimiento hacen a la misma cuestión. Nos debilitan culturalmente desde que nos predisponen a creer en el relato antes que interpelar crudamente a la realidad, porque los buenos, casi interpretados en aquella dolorida expresión de Silvio Soldán (¡No puede haber tanta maldad!), no conciben que la maldad pueda manifestarse arteramente.

Por suerte algunos somos buenos, pero no tan buenos. Entonces podemos advertirle que abra los ojos:

Aunque Usted no lo crea, el mal existe, planifica y ejecuta.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
www.plumaderecha.blogspot.com
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