Cumplido ya el medio término de la Presidencia de Mauricio Macri, cabe preguntarse con sentido crítico si lo que votamos en Diciembre de 2015 fue un real cambio o la ilusión de un cambio. Lo ideal sería tener certeza respecto a que una sociedad decidida al cambio llevó al gobierno una decidida propuesta de cambio (vale la redundancia). Pero pudo ocurrir que la oferta electoral haya sido tan engañosa como cualquier propaganda, o que la demanda de cambio tuviera más vocación de pose que de real compromiso. Es decir, quizá tengamos un gobierno y una sociedad que se hayan sincerado y entendido mutuamente que el cambio no lo sea tanto. Apenas lo básico, para no seguir chapoteando en la pus que exudaba del régimen.
En cualquier caso, si el gobierno o la sociedad no demuestran una activa voluntad de cambio, va a ser muy difícil que Argentina recobre viabilidad como país. El gobierno ya se ha manifestado gradualista. Y lo es en todos los órdenes. La sociedad, fraccionada, apática, expectante pero distante, reacciona por espasmos, deseando que todo sea indoloro y sin hacer oír reclamaciones que apunten a cambios profundos, como podría ser el saneamiento de la representatividad política o la necesaria disminución del gasto público.
En este contexto, discernir la definición ideológica del funcionario gubernamental promedio es tan difícil como establecer la del ciudadano promedio, por ende la zona donde las aspiraciones de uno y otro convergen resulta una incógnita difusa. Patria, Libertad, República, Austeridad, Progreso, Competencia, son así valores poco reconocibles en esta realidad de miseria moral post kirchnerista. Las creencias de los argentinos, al mismo tiempo, no privilegian enteramente lo racional a la hora de pensar y trazar un destino común. Emocional e intelectualmente seguimos atados a estructuras de pensamiento y realidades pasadas sin asumir que el futuro no será el soñado entonces.
Pareciera a veces que estamos como perdidos en el tiempo y sin muchas ganas, ni claridad, para volver al futuro. Pasar de "soja y suerte" a "deuda y suerte" no es el tipo de cambio que tenía en mente como alternativa al régimen kirchnerista. Seguimos lejos de la supremacía de la Constitución Nacional y en consecuencia, también, de acercarnos a ser un país normal.
Hay que impedir que el "juego de las diferencias" se transforme en el "juego de las semejanzas". Se hace imprescindible que surjan voces críticas dentro de CAMBIEMOS, que imagino seguramente no serán del PRO, porque es difícil dar la batalla cultural desde donde Durán Barba y la ausencia de debate ideológico (casi la negación de la ideología) le quitan a la política toda vocación de confrontar abiertamente. Quizá sean tibios, tal vez sean progres, pueden ser más de lo mismo. En ese caso, habrá que ir pensando para 2019 alguna alternativa a CAMBIEMOS. Por lo pronto escribo como militante de Unión Por la Libertad (UPL), parte de CAMBIEMOS, y si pudieran leer mis labios en este momento verían que estoy diciendo:
"¡Es la cultura, imbéciles!"
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López