"Defiende lo que tienes, entonces lo merecerás"
Forrest (Feeed!)
Cuando la activista de izquierdas Moira Millán denunció que su hija de 19 años, Llanka Millán, estaba desaparecida desde el 20 de Diciembre pasado, todos aquellos que tenemos a la familia como un valor, nos solidarizamos con ella.
La preocupación era aún mayor porque la denunciante, enrolada en el etnonacionalismo araucano, encuadró la pérdida de contacto con su hija en un contexto de amenazas; lo cual hacía temer un acto de violencia política.
Afortunadamente, los peores temores se disiparon cuando la joven apareció sana y salva. La cuestión, al fin y al cabo, no había sido más que una circunstancial incomunicación entre madre e hija. Nada.
Pero entonces Moira Millán decidió explicar lo sucedido, en estos términos:
"Mi hija estaba en una ceremonia en la Provincia de La Rioja. De ese tema también quiero hablarles. La espiritualidad de los pueblos originarios es vivida, desde hace mucho tiempo, casi en la clandestinidad, porque los lugares ancestrales de ceremonia están bajo alambres, propiedad privada, cercadas por latifundios. Es imprescindible que el Estado empiece a reconocer nuestro derecho a la espiritualidad y a devolvernos nuestros lugares sagrados. Esa situación ha provocado que, justamente, no sólo ella sino muchísimos de nuestros hermanos vamos secretamente a hablar con la tierra, con la mapu. Mi hija ha crecido en una comunidad mapuche y sabe de la importancia de hacer llellipún, de hacer ceremonia, de construir el diálogo de relación armónica con la naturaleza. Y justamente, junto a otras personas, ella estaba en ceremonia".
Si algo queda en claro con la explicación de Millán es la sanata araucana de la "espiritualidad" como metodología para usurpar tierras en Argentina, todo ello pretendiendo que un orden jurídico primitivo, el "az mapu", que orientaba en base a tabúes la vida tribal de los araucanos, tenga prevalencia por sobre el Derecho Argentino.
Y como en nuestro país tenemos una gran facilidad para pasar de la tragedia a la comedia y viceversa, cabe preguntarse: ¿qué lugares sagrados o ancestrales podrían pretender recuperar los araucanos en La Rioja?
La sola idea de una reclamación de tal índole es grotesca. Pero en la República Argentina, dañada institucionalmente, degradada en lo cultural y con apreciable merma intelectual, se han ido desdibujando los límites del absurdo, por lo que esas aventuradas pretensiones territoriales basadas en el mito del paraíso mapuche, que deberían ser jurídicamente desestimadas por improcedencia palmaria, suelen encontrar fulanos que haciendo las veces de jueces avalan las maniobras más grotescas.
Así, en el transcurso del sainete montado en torno al ahogamiento del secesionista Santiago Maldonado, los argentinos observamos vacilaciones judiciales para allanar terrenos usurpados, porque los mismos usurpadores los denominaban "sagrados".
Por mucho que uno pueda criticar la desastrosa reforma constitucional de 1994, cabe reconocer que en lo que a este punto refiere el problema no es tanto lo establecido en el Artículo 75, inciso 17, sino la interpretación errada y pusilánime que del mismo hacen ciertos jueces.
El mundo del revés: Moira Millán palpando de armas a un policía. |
La cuestión indígena no es nueva. Ha estado presente en el interés de nuestros constituyentes, incluso en los ensayos anteriores a 1853. De hecho, la Constitución de 1819 en su artículo 128 disponía que: "Siendo los indios iguales en dignidad y en derechos a los demás ciudadanos, gozarán de las mismas preeminencias y serán regidos por las mismas leyes. Queda extinguida toda tasa o servicio personal bajo cualquier pretexto o denominación que sea. El Cuerpo Legislativo promoverá eficazmente el bien de los naturales por medio de leyes que mejoren su condición para ponerlos al nivel de las demás clases del Estado". Dada la garantía de igualdad ante la ley este artículo hubiera resultado superfluo, pero había una intención de asimilar e integrar al indio por parte de aquellos constituyentes unitarios. Podría observarse una contradicción en determinar legislación diferenciada para una parte de la población, pero digamos que era 1819. El problema es que los constituyentes de 1994, pasados 175 años, incurrieron en el mismo error, al establecer:
"Artículo 75, Inc. 17.
Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.
Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería Jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones".
Pareciera que la idea "progresista" de los malformistas fue que sectores étnicos de la sociedad tengan una propiedad que no puedan enajenar ni trasmitir, por lo cual no se puede gravar ni embargar, y de la que deben compartir la gestión de los recursos naturales con el Estado tutor. En definitiva una reservación a la que quedar confinados, les faltó repetir a los constituyentes de 1994 (los de la casta política de ésta democracia fallida) la fórmula que explicitaron los caballeros de 1819: "hasta ponerlos al nivel de las demás clases del Estado"; y sospecho que eso es porque sencillamente nunca pensaron en otra cosa más que en confinarlos como sujetos de preservación cultural a modo de clientelismo político.
Ahora bien, aún así, a los constituyentes de 1994 les reconoceremos el mérito de haber tomado recaudos contra el imperialismo mapuche, porque con excepcional sensatez limitaron el reconocimiento constitucional a "los pueblos indígenas argentinos"; y como diría el Maestro Domingo Faustino Sarmiento, "no tiene el idioma en vano estas locuciones".
No se trata solamente de un condicionante histórico, cronológico y geográfico, es también y esencialmente una definición política donde no hay cabida para proyectos secesionistas.
Los jueces tienen el deber de velar por la Supremacía de la Constitución Nacional, mucho más que cualquier otra autoridad. Ciertamente ningún país con mayoría de jueces probos y eficientes alcanza el grado de deterioro que exhibe la República Argentina, por eso el Poder Judicial se caracteriza por el prevaricato y goza de un desprestigio lamentable desde que dos por tres nos obsequia Caballos de Troya para nublarnos el camino.
El último presente troyano, graciosamente ofrecido por la sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, es impedir que la Gendarmería Nacional obre como fuerza de prevención general dentro del territorio ocupado en Vaca Muerta, Neuquén, por la comunidad Lof Campo Maripe.
Es tiempo de asumir que hay que activar los recursos jurídicos para remover jueces de sus cargos, porque en este tipo de incongruencias se potencia el accionar absurdo de los secesionistas de izquierda que, bajo pretexto etnonacionalista, vienen atentando contra la soberanía nacional; de un modo más que conveniente para los intereses británicos en el Atlántico Sur.
Por eso, en la estrategia de golpear y victimizarse, propio de la insurgencia marxista, el abogado y montonero Eduardo Soares denuncia en Bariloche persecución a las comunidades de pueblos mapuches y que "el sistema capitalista es uno de los más crueles e injustos de la humanidad, entre los sistemas de explotación ha sido el más cruel", ello en compañía de Isabel Huala, madre de Facundo Huala Jones, quien pretende que "la Campaña del Desierto no ha terminado y la Pacificación de la Araucanía tampoco".
Tomando nota de lo que está aconteciendo, resulta oportuno recordar al Presidente Julio Argentino Roca advirtiendo, cuando asumió la Presidencia de la Nación en 1880, que donde "estalle un movimiento subversivo contra una autoridad constituida, allí estará todo el poder de la Nación para reprimirlo". Le toca al mediocre gobierno del Presidente Mauricio Macri, y a nosotros como simples ciudadanos, honrar el legado de aquel Patriota y esa gloriosa Generación del 80 que engrandeció a la Nación Argentina.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López.
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