"Así como la escuela sarmientina intentó
integrar a los inmigrantes al sistema educativo
nosotros ahora deberíamos esforzarnos para
integrar a los chicos inmigrantes de la
pobreza cultural en la que están inmersos"
Guillermo Jaim Etcheverry
Cristian Irigoitía, oficial de la Policía de la Provincia de Entre Ríos, le enseña en la calle a Pablo, un chico de 12 años, a leer y escribir.
La imagen circuló en las redes. Capta un momento circunstancial. Aún así, dice tanto de nosotros que es necesario volver a verla, retenerla, procesarla, asumirla y sobre ella buscar transformar la realidad antes que el olvido le haga el favor a la casta política y sigamos como si nada, como siempre.
Celebro el corazón del Policía y las ganas del chico por aprender. Pero esa foto nos obliga a dejar las emociones de lado y darnos cuenta del pozo en el que estamos. No podemos resignarnos a que la calle sea aula. Ni tolerar en las aulas "docentes" que adoctrinan odio, como los que les dijeron a los hijos de gendarmes que sus padres eran los asesinos de Maldonado. Necesitamos un serio replanteo de toda la política educativa, porque esta foto, aunque bella, es la media imagen de nuestro fracaso. Duele, duele al punto de reflexionar sobre su significado cargando los ojos de lágrimas. Duele y tiene que doler, lo suficiente para parir una esperanza.
Si con la democracia "se come, se cura y se educa", como repetía Raúl Alfonsín esta foto demuestra que Pablo no nació en democracia. Y ciertamente no lo hizo, nacido durante el régimen kirchnerista creció a la par de la ignorancia, en el embrutecimiento intencionado de un proyecto de corrupción estructural con finalidad comunista.
Acuso pues al régimen totalitario de Néstor Kirchner y Cristina Fernández por ahondar la miseria material y espiritual de la Nación Argentina, llamando "educación" al imperdonable intento de adoctrinar en el odio desde el jardín de infantes.
Los acuso también de llevar a la muerte a chicos que, a diferencia de Pablo, siguen otro derrotero de abandono. Chicos como Facundo Ferreira, también de 12 años, que en tanto brotes de las subculturas K, asociadas al lumpenaje delictivo, se enfrentan a la policía. En esta otra foto, que también circula en las redes, estamos viendo lo que a dos años de vencido en las urnas sigue generando la inercia del régimen. Esta otra media imagen de nuestro fracaso completa las reflexiones que surgen de la anterior. Nos grita que algo debemos hacer antes de perder toda esperanza, nos obliga a hacer algo con urgencia porque también anuncia un final previsible.
Esta tristeza que tan brutalmente tenemos ante nuestros ojos, son "las cosas" a las que debemos dedicarnos tal como reclamaba Ortega y Gasset. La centralidad de la vida política argentina debería pasar por el eje de recomponer la cultura desde la educación, articulando en función de ella la coherencia organizativa del país. Pero Argentina sigue enamorada de la superficialidad y la discusión inútil, enganchándose irresponsablemente en cualquier sarasa que la mantenga entretenida antes que ir a fondo en la resolución de los temas.
Acuso pues al PRO de complicidad con la inercia del régimen kirchnerista y de sabotear por mero cálculo electoral el cambio votado en 2015. Creen que polarizar con el kirchnerismo es el mejor escenario. Entonces prefieren un kirchnerismo fuerte a una oposición republicana, de país razonable. De ese modo alimentan el mito del obstáculo que les impide hacer desde el "miedo a que vuelvan". Les viene bien la visibilidad del tren fantasama K para obtener la reelección, pero eso también impide que el kirchnerismo se diluya, con lo que después del 2019 van a seguir diciendo que el cuco está ahí, y va a estar ahí porque no dejaron de amamantarlo en todo este tiempo.
El PRO, que en su ambición hegemónica dentro de CAMBIEMOS ya se fagocitó a UPL, relega "el cambio" por la triple reelección en 2019 de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta y Marìa Eugenia Vidal. Gobierna así en función de Durán Barba, que es lo mismo que decir que no gobierna sino que está en campaña; a pesar que siendo candidato a la Presidencia Macri había dicho el 13OCT15 que “
No se puede vivir de campaña, es una locura”.
Aceptando que locura es hacer siempre lo mismo esperando un resultado distinto, resulta más que sugestivo que coincidan el gobierno y la izquierda en agitar debates sobre cuestiones, como el aborto y el sostén económico de la Iglesia Católica, que no pueden escindirse del marco constitucional.
Conviene recordar entonces que tanto
Gabriela Michetti como
María Eugenia Vidal manifestaron su interés en reformar la Constitución Nacional, idea que por distintas motivaciones ronda en el ánimo de la casta política.
El panorama es que ahora estamos ya en campaña presidencial, para que luego del 2019 nos salgan con que el cambio requiere refomar la Constitución Nacional. Y otra vez en campaña. Locura.
El cambio que votamos en 2015 no requiere reformar la Constitución Nacional, apenas cumplirla.
Acuso, finalmente, a toda la casta política de no tener ningún interés en cumplir con la Constitución Nacional; y lo pruebo: el Defensor del Pueblo de la Nación órgano constitucional creado por la reforma de 1994, se encuentra acéfalo desde el año 2009.
Nada en la Constitución Nacional nos impide hacer lo que tenemos que hacer. Hagamos entonces algo distinto a lo que siempre hicimos: honremos la Constitución Nacional. Ese es el cambio y es cultural. Por eso advierto una vez más:
¡Es la cultura, imbéciles!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
ENCENDER - Encuentro de Centro Derecha