La película "Head Office" de 1985, dirigida por Ken Finkleman y protagonizada por Judge Reinhold, se conoció en Argentina como "Mi jefe perdió el serrucho", contaba con un gran elenco y se pudo disfrutar en VHS durante el apogeo de los videoclubes.
Pude verla solamente una vez y recuerdo haber reído mucho. Era el tipo de humor sarcástico que, llevando las situaciones al extremo de lo absurdo, siempre me pudo. Finkleman había dirigido antes la secuela de "¿Y dónde está el piloto?", tan buena como la primera. Judge Reinhold, por su parte, ya se había lucido como un destacado comediante secundando con brillo propio a Eddie Murphy en "Beverly Hills Cops" (Un detective suelto en Hollywood).
De "Head office" conservo grabada en mi memoria el diálogo de una escena que me pareció genial, cuando los personajes intepretados por Judge Reinhold y Richard Masur, dos ejecutivos de un gran consorcio de negocios diversificados, comparten un cigarro de marihuana mientras viajan en el asiento trasero de un auto y, reflexionando sobre la ética profesional, Reinhold pregunta:
- ¿No te parece que cuando una misma empresa fabrica cosméticos y ojivas nucleares hay algo que está mal en el mundo?
A lo que Masur, luego de mostrarse pensativo en una pausa muy bien llevada, responde despreocupado:
- No
¡Una genialidad! Un paso de comedia a la altura de Groucho Marx o Mel Brooks. Eso es el humor, el desparpajo de lo inconsistente puesto en la inofensiva dimensión de la ficción, ya sea en celuloide o sobre tablas, para hacer que lo peligroso, lo que debe dar miedo, preocupación o alarma, nos provoque una carcajada.
¡Ah! Sí que podemos reírnos de esa chispa de ingenio y creatividad. Claro que, si uno lo piensa bien, deja de tener gracia el asunto cuando en realidad una misma empresa fábrica cosméticos y ojivas nucleares.
En cualquier caso, la humanidad aprendió a convivir con el temor al horror de una hecatombe nuclear a lo largo de la Guerra Fría, en ese contexto se entiende "Head office"; y el mensaje era claro: hay cosas por las que las personas comunes no debemos preocuparnos. No debíamos preocuparnos entonces ni debemos hacerlo ahora, porque al fin de cuentas, los botones rojos que podrían poner término a nuestros días están hoy en manos como las de Donald Trump y Kim Jong-un, manos tan confiables y seguras como las de cualquier fabricante de jabones.
Poronga Donald y Poronguita Kim, el dúo cómico del momento, repiten a cada rato que pueden hacer concha el mundo con tan sólo apretar un botón. Mientras tanto se tiran cachetazos a la distancia. Y nos traen muertos de risa. Por cierto, otra excelente película.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López
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