No hay partidos políticos democráticos en la Argentina. Ninguno en el que los afiliados tengan voz y voto para decidir cotidianamente, a través de una vida institucional intensa y dinámica, la orientación que han de seguir sus dirigentes en tanto representantes de una organización de ciudadanos comprometidos con los valores del civismo.
Las noticias políticas del país dan cuenta del marcado vacío institucional en los partidos políticos. No existen referencias a elecciones internas de afiliados, congresos partidarios que arrojen definiciones doctrinarias, planes, propuestas de gobierno o gabinetes en las sombras preparando programas alternativos, ni tampoco comités de disciplina que velen por la ética partidaria. Y todos sabemos que las PASO son una farsa montada para encubrir esa falta de representatividad real que, solamente, confiere la interna de afiliados dentro de cada partido político.
Viendo la viga en el ojo propio, debo decir que CAMBIEMOS es una alianza de sellos de goma, agrupamientos de personas detrás de nombres de pila como Mauricio, María Eugenia, Horacio, Lilita, Patricia o Ernesto. Porque hace años que no se escucha hablar en nombre de los partidos, más aún: en los últimos tiempos ha surgido una tendencia a responder consultas sobre cuestiones determinadas diciendo "siento que".
Importa un rábano lo que sienta tal o cual dirigente político, la política no puede ser la básica expresión de sentires individuales sino la manifestación de reflexiones organizadas. Algunos políticos parecieran creer que integran grupos de autoayuda y que la política es un canal para resolver sus inconsistencias personales.
De acá al 2019 hay que poner el esfuerzo ciudadano en lograr que los partidos políticos se democraticen, que sean públicas sus listas de afiliados y que en elecciones internas de verdad demuestren tener vida institucional.
Sería de una ingenuidad pavorosa creer que la dirigencia política, las camarillas que se sirven de los sellos de goma, van a dar paso alguno por la democratización de los partidos. Por eso advierto que la lucha por sanear la representatividad política no será fácil ni breve. La casta política defenderá tanto sus privilegios como el estado de cosas que les permitió alcanzarlos.
Quienes, por compromiso cívico, estamos afiliados a algún partido político (como en mi caso UPL, Unión por la Libertad) debemos perseverar en generar esa vida interna partidaria que nos permita sanear la representatividad política desde las bases. Por lo cual no podemos prestarnos a ningún armado político que no se apoye en el protagonismo constante de los afiliados.
De lo contrario seguiremos padeciendo una sociedad de ciudadanos espasmódicos, y conformándonos con optar siempre por la que aparente ser la menos mala de las camarillas; para descubrir que finalmente son todas parte de una misma casta.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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