martes, 6 de junio de 2017

LA BANDERA ARGENTINA NO ES UNA MENTIRA


La Generala Albiceleste flameando en Malvinas.

Federico Lorenz dirige el Museo Malvinas sin pena ni gloria. Es lo que puso CAMBIEMOS en el lugar que el kirchnerismo había puesto a Jorge Giles, el ultrakirchnerista de prosa berreta que escribía loas a Cristina Fernández en la contratapa del pasquín "El Argentino", y representa una continuidad moderada de lo mismo. Emplazar el Museo Malvinas en terrenos de la ESMA tuvo, tenía y sigue teniendo una sola finalidad, hacer pasar por víctimas del gobierno militar a los combatientes de Malvinas y así degradarlos hasta lograr su equiparación con los desaparecidos, entendiendo por "desaparecidos" no la realidad de los mismos sino la versión edulcorada del relato totalitario que padecimos durante la última dékada infame.   

Lorenz llama "Anita" a la terrorista montonera Ana María González, en el reportaje que le hace Claudia Peiró en INFOBAE respecto a su libro: "Cenizas que te rodearon al caer. Vidas y muertes de Ana María González, la montonera que mató al jefe de la Policía Federal" (Sudamericana, 2017). Celebro que se ponga a luz el caso de Ana María González y cuando lea el libro lo comentaré, pero de momento voy a limitar esta nota a algunas observaciones sobre lo dicho por Lorenz en la entrevista. 

Afirma Lorenz que "hay una situación de profunda injusticia" en el hecho de que sobre González "solamente hablen sus enemigos". Pues bien, ese silencio tiene una explicación. Si hablaran estarían reconociendo la guerra y el carácter sucio de la misma; una guerra que habían iniciado las organizaciones terroristas mucho antes del 24 de Marzo de 1976.

El caso de Ana María González es emblemático porque demuestra que la retorcida mentalidad criminal de la época no estaba acotada a los militares. En ese contexto de lucha armada por el poder y a cualquier precio, donde Santucho conduciendo al ERP estaba dispuesto a matar un millón de argentinos para imponer el socialismo, o sea una masacre de tipo camboyano, la maldad comparada de unos con otros no se diferenciaba por intenciones, sino por disponibilidad de medios. 

Federico Lorenz

Puesto en el contexto, entiende Lorenz que Cardozo era un objetivo válido de la organización terrorista Montoneros, comparto el punto. Pero no en su casa, no en su cama, no con su familia. Se queja en la misma nota porque hubo represalias de los militares sobre familiares de terroristas y ahí surge la diferente vara, porque a los asesinos del Capitán Viola en Tucumán no les imoprtó matar también a su hija Cristina, de tres años, ni herir a María Fernánda, de cinco. Cuando el enemigo viene a tu casa y te mata, Lorenz, si querés ganar la guerra vos también vas a sus casas y los matás. Esa es la tragedia de las guerras civiles. Lo hicieron los militares y también hay que entenderlo.  

Y puesto en el contexto, es por eso mismo que se entiende el sentido táctico del desaparecido: llevar incertidumbre al bando enemigo sobre la suerte de sus componentes. ¿Cruel? Absolutamente. Tan cruel como enviar alguien a fingirse amiga de una chica, hasta que esa chica la invite a su casa y aprovechar la ocasión para matar a los padres de la engañada poniéndoles un caño debajo de la cama. Los tipos que planearon eso también hubieran tirado gente desde aviones en vuelo de haber tenido los medios, esa es la razón del silencio sobre casos como el de González. Detrás de las manos que llevaban bombas, como las de Ana María González o Adriana Komblihtt, había cabecitas criminales que más allá del comandante Firmenich pudieron ser las de Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Horacio Verbitsky, Juan Gelman, Miguel Bonasso o cualquiera de los tantos terroristas que la hipocresía argentina amnistía en la comodidad de recordarlos como otra cosa.  

Lo diré una vez más: puedo aborrecer los medios, pero no soy un hipócrita para renegar de la victoria y olvidar que de un lado estaban los míos, los que pelearon por la República Argentina, y del otro lado el enemigo, esbirros de la dictadura castrista que en clara traición a la Patria pretendieron arriar nuestra bandera, la Generala Albiceleste, para reemplazarla por el sucio trapo rojo de la tiranía comunista que, al día de hoy y vale recordarlo, con pretensiones de eternidad sigue sometiendo al pueblo cubano.

Marío Firmenich en la comandancia de la organización terrorista Montoneros
 que funcionó de 1978 a 1982 en La Habana, Cuba. 

Lorenz critica la ley de la mentira sancionada en la Provincia de Buenos Aires, pero dice respecto de la cifra de 30.000 desaparecidos lo siguiente: "Es que son símbolos, y los símbolos tienen el valor de lo sagrado. El 30 mil orienta, es como la bandera argentina; hay distintas interpretaciones sobre la historia nacional pero todos podemos concluir que somos argentinos, aunque no entendamos la Argentina de la misma manera".

Esta frase de Lorenz es una afrenta imperdonable y obliga a cuestionar su permanencia al frente del Museo Malvinas, espacio sensible que necesita otra ética ligada firmemente a la verdad. La mentira no es lo mismo que un símbolo y mucho menos puede ser sagrada. Es inadmisible que la mentira de los 30:000 quiera ser elevada a la categoría de orientación y mucho menos pretender equipararla a la Bandera Nacional. La Bandera Argentina no es una mentira. 

Tampoco voy a aceptar que la llamada "grieta" pueda cerrarse desde el facilismo cómodo y superficial de suponer que todos "somos argentinos aunque no entendamos la Argentina de la misma manera". Hay márgenes bastante precisos dentro de los cuales son aceptables los matices de lo que significa ser argentino, pero quedan fuera todos los terroristas enrolados en Montoneros y ERP que dirigidos por la tiranía castrista fueron traidores a la Patria. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López






  

2 comentarios:

  1. LOS CASTRISTAS, SR CORBAT NO CAMBIARON LA BANDERA DE CUBA, NO VEO PORQUE IBAN A CAMBIAR LA NUESTRA....

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  2. Las causa de malvinas, como tantas otras, yace actualmente deconstruida por la hermenéutica progresista. En primera instancia la finalidad del sitio pareciera ser la de una simple reivindicación pero un mirada un poco más atenta decubre rápidamente el (no tan) subrepticio contrabando ideológico que se quiere llevar a cabo ante el incauto:

    Un ambiente completamente derrotista y plagado de insidiosas sugerencias sobre la naturaleza de la guerra impregna al museo, la tergiversaión (cuando no la estupidez) están a la orden del día.

    La idea general que uno se forma es la de un museo creado como mecanismo de compensación psicológica ante la renuncia por parte de las autoridades al intento de recuperación de las islas. De más está decir que es justamente la tan cacareada postura ultra pacifista la que tiene como función principal (además de aprovechar al invasor) el dispensar a nuestro remedo de autoridades de tener que llevar a cabo la "inconveniente" tarea de la reconquista de las islas y como secundaria, la de anular en el ciudadano todo resquicio de espíritu combativo que (llegado el caso) pudiera ser organizado y orientado a desafiar o cuestionar la pertinencia de la cleptocracia que detenta los resortes del poder.

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Ariel Corbat

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