El problema no es
la falta de sueños,
es la abundancia
de pesadillas.
El suelo no dista
del cielo,
por eso el hombre
inventó la distancia.
No hay inclemencia
en un adiós,
lo grave está
en la manera de decirlo.
Oscar Ledema (Cabos sueltos).
Algunas noticias sirven de umbral a la imaginación. Se da cuando lo ocurrido queda agotado en una anécdota, pero bien pudo ser otra cosa. En esa categoría entra la nota de Omar Lavieri: "Preocupación judicial por la seguridad en la Casa Rosada", que publica INFOBAE.
Cuenta que el 21 de Junio, a las 02:44 hs, un hombre, desocupado desde hace tres o cuatro años, tras consumir marihuana y cocaína, logró atravesar la reja perimetral de la Casa Rosada al embestirla con su auto. El sujeto, que iba acompañado de un perro pitbull, fue detenido por personal policial.
El incidente, que bien podría inspirar un sainete o un corto humorístico, abre un claro interrogante respecto del nivel de seguridad en edificios que son potenciales blanco de ataques terroristas. Y debe subrayarse que el hecho, aunque casual, puede servir de ensayo para quien pudiera estar interesado en perpetrar un ataque.
Esa es la obviedad de la nota, sobre la cual sería aburrido extenderme. Voy por otro lado. Lo que llamó mi atención es otra cosa:
El conductor, según certificado de discapacidad emitido por el Ministerio de Desarrollo Social, padece "trastornos delirantes persistentes" y llevaba tres años bajo el tratamiento ambulatorio que terminó estrolado contra el marmol de la Rosada. Adujo ante las autoridades que obró enojado porque el Día de la Bandera vio mucha gente sin escarapela, porque no puede pagarle a su hija una fiesta de 15 y porque tres sujetos habían intentado robarle sus zapatillas. Los profesionales que lo entrevistaron concluyeron que "se encontraba por momentos desorganizado, con ideas sobrevaloradas de tipo reivindicatorias en torno a la Patria y cambiar las condiciones actuales del país". Y esa frase, sumada al enojo por el faltante de escarapelas, fue la que despertó mi interés.
No puedo dejar de pensar en ese informe. Hay algo en su texto y contexto que me rebela. A lo mejor la Patria es cosa de piantados. Quizá ya retrocedimos tanto y tenemos los valores tan subvertidos que hay que estar loco para tener ideas de tipo reivindicatorio en torno a la Patria y cambiar las condiciones actuales del país. Si es así, hay algo bueno en esa locura más allá de ser locura. Porque, acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", la "cordura" de la gente "normal" que habita esta tierra consista en haberse dado por vencida.
Dice el saber popular que de médico y loco todos tenemos un poco. Así que, sin reivindicar lo obrado por un desquiciado, juguemos. Tratemos de ponernos en el lugar del loco y librarnos de los frenos inhibitorios. Imaginemos que salimos a la calle y tras saludarnos con French y Beruti llevamos orgullosa en el pecho la Escarapela Nacional. Es día patrio, la Luna rueda por nuestra calle lo mismo que para Horacio Ferrer por Callao, pero no hay banderas en los balcones y entre tanto pecho frío nos sentimos invadidos. Son tiempos difíciles, de mangos esquivos y cuentas por pagar, pero eso no sería nada si no fuera que no se puede vivir en paz. A cada rato alguien intenta robarnos, y otros que nos robaron desde el poder sonríen en los afiches con ganas de volver. Rompieron la bicicleta blanca y al ciclista lo fajaron. Dan ganas de cambiar las cosas, pero sobran excusas para el no se puede, las inventan hasta los que gritaban "¡Sí, se puede!"; y ahora cazan mariposas mientras nos comen los leones. Nos dan la razón, como a los locos, enumerando motivos por los que acá las cosas son así. Complicado lo simple e imposible lo complicado. Sin más, en un parpadear, cansados de escuchar que repiten las mentiras que iban a cambiar por la verdad, sentimos que se nos escapa la Luna y la queremos alcanzar. Más vivos que los de las veredas, heridos de amor los maniquíes nos guiñan desde las vidrieras y los semáforos nos prenden tres luces. Dos celestes y la del medio blanca. redondas como la Luna que se escapa; tras ella vamos con las manos en el volante y el pie yendo al fondo del acelerador mientras. ¡oíd! se nos da por cantar, aquella canción de Patria y Libertad.
Vivimos en un país de locos o en una locura de país; no es Esparta, esto es Argentina, donde el suelo no dista del cielo y tampoco del infierno.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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