Por Mario Santos
Nacido y criado en Balvanera,
columnista de La Pluma de la Derecha
El término “feminismo” o “feminista” se ha comenzado a utilizar en los últimos tiempos para fines no muy acordes al verdadero significado de la palabra, por lo que es importante marcar una distinción, que tiene que ver no sólo con un simple error etimológico sino más bien a una intención ideológica con fines políticos muy claros.
Feminismo es la acción de buscar la igualdad de la mujer frente al hombre. El equivalente a lo conocido como Masculinismo, defensa de derechos del hombre frente a la mujer. Ambas causas muy nobles. La primera mucho más necesaria que la segunda, en un mundo que constantemente violenta los derechos de la mujer, y en particular en nuestro país, que tiene estadísticas terroríficas en ese campo.
En cambio Machismo y Hembrismo son términos que hacen referencia a cuestiones no tan nobles. Sino todo lo contrario. Machismo es la denigración de la mujer, el conjunto de acciones que perpetúan la supremacía del varón. Hembrismo, en cambio, tiene que ver con la denigración del hombre y el odio hacia él.
El Feminismo ha sido históricamente una causa noble en un mundo donde las mujeres parecían condenadas a la inferioridad y a condiciones desiguales, pero lamentablemente en las últimas décadas este movimiento se ha transformado en una apología clara del odio y rechazo hacia el hombre, y la supremacía y dictadura de la mujer. Es decir, un verdadero Hembrismo.
¿Por qué la sociedad permite estas públicas y claras demostraciones de desprecio hacia el hombre? La respuesta es simple. Porque están utilizando el nombre del Feminismo, una causa noble, para fines políticos distintos. Nadie podría negar que la igualdad de condiciones es un escenario ideal al que todas las sociedades deben aspirar, pero se le ha permitido a la izquierda tomar la bandera del Feminismo y mancharlo, (como tantas otras banderas que se le ha concedido ensuciar). Tal como analizan múltiples autores de diversos campos (1), politólogos, sociólogos, economistas, psicoanalistas, etc., el Socialismo, al caer la Unión Soviética y también al fracasar la guerrilla y las revoluciones políticas soñadas, debe reinventarse, y es por eso que se mueve del plano económico al cultural. El Socialismo ya no es un movimiento esencialmente económico (si bien promueven un estado paternalista-populista en caso de llegar al poder, ya no tienen el foco puesto en ese ámbito), sino que la revolución es cultural. La idea es desmoralizar a la sociedad, quebrar con todo lo establecido por la cultura, por la moral, por lo espiritual; promover un agnosticismo fanático de rechazo profundo a las religiones, promover también las prácticas sexuales inmorales, y hasta en algunos casos la zoofilia y la pedofilia (2).
La bandera de la búsqueda de respeto de grupos minoritarios como los homosexuales, -causa justa- es saqueada y manchada por la izquierda, que la necesita para sus fines marxistas culturales. Es interesante resaltar que las marchas no son llamadas “Marcha de la diversidad sexual” o “de la igualdad”, sino “marcha del orgullo gay”; es decir, se promueve la homosexualidad y se condena la heterosexualidad. La bandera multicolor no es llamada la “bandera de la diversidad” sino la “bandera LGBT”, y así la izquierda va imponiendo una dictadura de la homosexualidad, una dictadura de la mujer, y así en cada campo.
Causas nobles en muchos casos, donde minorías buscan respeto e igualdad; son tomadas por la izquierda y convertidas ya no en búsqueda de igualdad sino en una búsqueda de imponer su postura al conjunto de la sociedad. Pasemos de la dictadura del hombre (si es que existe una) a la dictadura de la mujer, en lugar de buscar un equilibro y una auténtica igualdad. Pasemos de la dictadura de la heterosexualidad a la de la homosexualidad.
En cada marcha “del orgullo gay” hay lemas como “hacéte torta, hacéte lesbo, etc". En cada movilización mal llamada feminista son atacados edificios públicos, propiedad privada e instituciones religiosas, ocurren destrozos violentos, y aparecen pintadas que promueven el exterminio del hombre, la supremacía de la mujer, y consignas similares (3).
Ya no se trata de una lucha legítima ni de una causa noble, sino que se ha transformado en parte del Marxismo Cultural (4).
La evidencia más contundente es que en lugar de estar reclamando por los derechos de las mujeres islámicas que viven en regímenes de opresión brutales e inimaginables para el ser humano occidental, las feministas de izquierda están haciendo exhibicionismo nudista en las calles de la ciudad (una falta de respeto a la moral pública), y defecando frente a la Catedral de Buenos Aires (donde descansan los restos del inmortal Padre de la Patria y constituye un grave agravio, pero que además el Cristianismo se trata de una religión muy progresista donde la opresión a la mujer es casi inexistente en comparación a la presente en el Islam).
Sin embargo, la izquierda no denuncia las múltiples violaciones a los derechos humanos cometidos por los regímenes absolutistas de oriente y en particular la opresión a la mujer allí existente, sino que prefiere dedicarse a condenar a una religión como el Cristianismo.
Las motivaciones quedan claras tras este breve análisis: hay un acuerdo entre la izquierda y el Islam. Si bien son dos polos opuestos, (uno, el extremo del fanatismo religioso, pues no debe haber religión más opresora que aquella; y el otro, el agnosticismo radical de la izquierda), es bien sabido que los extremos se tocan. Así como la extrema izquierda y la extrema derecha encuentran muchas coincidencias, estos movimientos políticos que parecen tan opuestos se nutren entre sí. La izquierda cumple su función de desmoralizar a la sociedad cristiana occidental y arrancar de cuajo sus valores morales y culturales, para allanarle el camino al islam el cual llega luego con todos sus valores religiosos para re-educar a la sociedad desmoralizada, pero desde una perspectiva más fanática (5).
De hecho, es en esta era del agnosticismo, ateísmo, laicismo, liberalismo y progresismo, donde más está creciendo el número de personas que se convierte al islam en un mundo occidental al cual la izquierda se está encargando de limpiar de todo vestigio de cristiandad (6).
Volviendo al problema del feminismo actual, probablemente la razón por la que no soy feminista sea por esto: el feminismo perdió la ruta hace mucho tiempo. La primera y segunda ola de feminismo les conquistó a las mujeres el derecho de votar, de ir a la universidad, de recibir el mismo salario que un hombre. Las “feministas” de tercera ola se preocupan por si el aire acondicionado es sexista (7), califican al acto sexual como violencia de género y piden que la penetración sea considerada un delito (8), al tiempo que se tiñen los sobacos de verde para derrotar el patriarcado en vez de preocuparse por verdaderos problemas, como la opresión de la mujer islámica (10).
La mujer en occidente es considerada una persona, decide por sí misma, es sexualmente autónoma, y su comportamiento religioso está determinado por su voluntad propia. El otro sistema de valores (el islámico) es uno en el cual las mujeres no están emancipadas, no son sexualmente autónomas, no son independientes, su comportamiento religioso no es decidido por ellas mismas, y son vistas como objetos adquiribles cuyo valor varía de acuerdo a por ejemplo la virginidad, entre otras cuestiones.
Por ello aberrante resulta que la ONU eligiera a Arabia Saudita para la comisión de los derechos de la mujer de ese organismo. Un verdadero insulto a todas las mujeres del planeta.
Sin embargo el feminismo occidental calla frente a este tipo de situaciones y hasta descaradamente afirma que la situación de las mujeres en todo el mundo es la misma. Que las condiciones opresoras de vida son iguales en occidente como en Pakistán, Arabia Saudita, e Irán (11).
Sobre la relación entre la izquierda y el islam ahondaré en otra ocasión, pero la reflexión final es que la izquierda se desprestigia a sí misma, -aunque ellos estén convencidos de lo contrario- al asumir estas banderas y radicalizarlas a extremos ridículos.
La izquierda al desnudo.
REFERENCIAS
1. Leer por ejemplo la obra “Comunismo Sexual” de la psicóloga Silvia Ons en el cual se detalla un análisis exhaustivo de diversos autores para fundamentar el argumento.
2. Para ver ejemplo de feministas que están a favor de la pedofilia:
3. Para ver las pintadas heterófobas:
4. Para leer más sobre el Marxismo Cultural, recomiendo leer la obra “El Libro Negro de la Nueva Izquierda” por Nicolás Márquez.
6. Para leer más sobre cómo la población occidental se está convirtiendo al Islam:
9.
Para conocer la situación de las mujeres en los países islámicos, simplemente haga una búsqueda en la web. Recomiendo ver el siguiente vídeo donde una mujer musulmana de la Harvard University denuncia y deschava al feminismo occidental:
https://www.youtube.com/watch?v=wJkFQohIKNI
10. “Esta opresión es exactamente la misma en todo el mundo. En occidente tal como en Pakistán, Arabia Saudita, e Irán.” Eve Ensler, feminista.