La tradicional pizzería Banchero de Once cerró sus puertas y no volverá. El barrio porteño se sigue degradando, pierde uno de sus baluartes y ofrece ahora otra postal de local cerrado con vendedores que se han apropiado de las veredas. El triste paisaje del presente se extiende masacrando los recuerdos de un pasado mejor.
Pérdida irreparable, porque comerse ahí una buena porción de napolitana o fugazzetta al paso era un placer gastronómico y cultural. Tenía un halo atemporal, como que era fácil imaginarse en otras décadas comiendo allí.
No conozco las razones que llevaron a tomar la decisión empresarial de cerrar sus puertas, pero siendo que no se cierra por capricho un sitio y negocio emblemático es dable suponer fuertes razones económicas.
Quizás la mutación del barrio resultó fatal para Banchero de Once, resultaba ya demasiado europeo para un barrio altiplanoafricanizado.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López