Por mi barrio, Florida en el Estado Libre Asociado de Vicente López, hay algunos locos. Uno en especial por el que siento simpatía desde chico. Un muchacho grande que solía pararse en el kiosco de Lola copando la esquina con una barra de amigos imaginarios, siempre en otro mundo. En su realidad alterna se lo escuchaba conversar y reír. Otras veces lo cruzaba en la estación Juan B. Justo, donde juntaba colillas de cigarrillos que de inmediato fumaba pitando con sus amigos a pura charla.
Durante años me pareció que no envejecía y de repente pareció el tiempo pasarle la factura. Hace bastante que no lo veo, quizás algunos de esos amigos suyos ya se fueron y por eso no sale.
Hay otro loco, también tranquilo y más joven, que hace lo mismo, pero en lugar de tener una barra de amigos imaginarios parece que lo acompaña sólo uno. Deambula por la calle conversando con él, siempre en tono suave y amable. Hasta ayer. Ayer al cruzarlo me soprendí de ver que iba ofuscado y gritándose con su compañero invisible, le decía: "Ya no te soporto más, mentís, ¡y te odio!".
Y acaso, hermosa palabra la palabra acaso, yo también esté medio vení tocame un vals, porque al ver esa pelea pensé que, naturalmente, la grieta de la cizaña sembrada por Néstor y Cristina se abrió llevando su hiel hasta la imaginación de los locos.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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