domingo, 23 de agosto de 2015

"EL APACHE", UN INDIO YANQUI...




Cuando toda la acción de gobierno consiste en la construcción y sostenimiento de un relato, cualquiera que se atreva a ver la realidad detrás del decorado es considerado enemigo. Así es como todos los regímenes totalitarios, incluido el kirchnerismo, ponen a prueba el fanatismo de sus acólitos. George Orwell -genialmente- lo describió en "Rebelión en la granja" y "1984", los argentinos -estupidamente- lo venimos padeciendo desde el 25 de Mayo del 2003.

El nuevo enemigo del régimen kirchnerista es un jugador de fútbol. Carlos Tévez tuvo la imperdonable osadía echar un vistazo más allá de la cancha y asomarse, tan sólo asomarse, a la realidad de Formosa. Se impresionó por el contraste que marca la desigualdad, una desigualdad notoria, evidente: "Salimos del aeropuerto, camino hacia el hotel. La gente se cagaba de hambre. Y cuando entramos al hotel era Las Vegas, con casino y todo". 

Expresarse sinceramente es más de lo que el régimen está dispuesto a tolerar. De inmediato Jorge Manuel Santander, un asesor del gobernador Gildo Insfrán, calificó a Tévez como "villerito europeizado" que se presta "al discurso de los enemigos del pueblo". A esa imbecilidad con léxico setentista, propio de "El combatiente" o cualquier otro panfleto guerrillero, sólo le faltó pretender descalificar a Tévez por ser "apache"; al fin de cuentas un indio yanqui... 


Gildo Insfrán, el veterinario que gobierna Formosa desde 1995, profundizó luego el sentido cultural y político de la violencia verbal desplegada por Santander con estas textuales palabras: "Mucha gente de la Capital Federal quiere ser europea, mientras que nosotros queremos ser formoseños, argentinos y latinoamericanos".

Para Insfrán ser argentino es naturalizar la miseria y enorgullecerse de su permanencia. Pues bien, si eso es ser argentino significa que pretenden privarnos a muchos de nuestra nacionalidad; y si ese es el caso tenemos un gran problema, porque tensiones de este tipo provocan guerras civiles. 

Es la misma línea discursiva Luis D'Elía, quien hizo expresa confesión de odio racial y de clase, de Hebe de Bonafini o de Milagro Sala. Esa exacerbación de todo resentimiento, real o ficticio, baja desde la Casa Roja (ex Rosada). A veces desnudando la más grosera hipocresía: como cuando Cristina Fernández mostró su desprecio, real y estigmatizante, por los que finge redimir al aleccionar en una universidad extranjera: “Chicos, estamos en Harvard, por favor, esas cosas son para La Matanza”; a veces mostrando segundas intenciones: como al afirmar que el nuevo Código Civil y Comercial es bueno por ser nacional, mientras que el viejo Código Civil de Vélez Sarfield se basaba en antecedentes extranjeros (argumento más que peligroso si se dirige hacia la Constitución Nacional cuyo molde e inspiración es en gran medida extranjero); a veces teatralmente: como al reemplazar la estatua de Cristóbal Colón por la de Juana Azurduy, pero siempre irracional y espurio en la vulgar utilización política de las necesidades y la ignorancia.


La política del kirchnerismo tiene por objetivo, como cualquier proyecto totalitario, acrecentar la corrupción profundizando el daño institucional y la degradación cultural del país hasta extremos de incapacidad intelectual. El daño al intelecto colectivo es evidente, por eso los miserables hipócritas del régimen pueden reiterar sus llamados al fanatismo sin temer consecuencias, sin que que el conjunto de la sociedad les refriegue por las narices la contradicción de ser pregoneros del modelo nacional y popular, siempre prestos a rasgarse las vestiduras por "los negros", "los pobres" y "los autóctonos", cuando ninguno de ellos vive en condiciones ni remotamente parecidas a las de los negros pobres y autóctonos, sino que sostienen gracias a todos ellos un status de vida bien europeo o americano del norte.

Sólo una cosa cabe gritarles:

  ¡VIVA SARMIENTO, CARAJO!


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Viente López










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