El sábado 7 de Febrero de 2015 asistí a la función de "Parque Lezama", obra de Herb Gardner dirigida y adaptada por Juan José Campanella, que protagonizan Luis Brandoni y Eduardo Blanco en el Teatro Liceo.
Admito que la crítica que voy a formular tiene contenido ideológico, los comunistas no me agradan, nunca, ni siquiera como personajes interpretados arriba de un escenario.
Pero al margen de ese punto, sobre el que ya volveré, acudí al teatro atraído por los nombres involucrados en la puesta. La propuesta parecía interesante, sin embargo hay algo en ella que falla. La obra presenta una serie de clichés, se hace larga y sorprendentemente Brandoni no convence en la piel de un chamuyero; personaje que ya interpretó en la película "El verso".
Brandoni, sin duda un gran actor, se ve más joven que su personaje, incluso más joven que él mismo en su enérgico despliegue histriónico. Esa falencia potencia la notable caracterización de Blanco, porque mientras el espectador ve a Brandoni como Brandoni se olvida que el viejo que lo acompaña es Blanco. El mérito de todo gran actor, en definitiva, es no subir a escena y que sólo suba el personaje.
Por razones coyunturales el comienzo tiene una actualidad inaudita, y casi que la platea aguardaba una mención a Stiuso, a Pocino, a Milani o a cualquiera de los espías vernáculos lanzados a la fama. No digo más, porque la intención no es contar la obra ni reescribirla.
Después de esa curiosidad del comienzo, a pesar del guión, la obra exhibe momentos divertidos que los dos protagonistas, con sobrado oficio, saben explotar hasta en los chistes más trillados. Es un placer la dicción, el manejo que ambos hacen de los tonos e inflexión de la voz. El resto del elenco no se luce particularmente. Hay también momentos violentos y algunos pasajes emotivos. El ensamble de esas distintas escenas no es del todo armónico. Excelente la escenografía y la técnica en general.
Dicho esto, vuelvo a la cuestión ideológica. Presenciar cuando un comunista dice que fallaron los hombres y no las ideas, aunque sea en una obra de teatro, y aunque el personaje sea risible, me causa rechazo. Es cierto que la obra se mofa del comunismo al demostrarlo fracasado e inviable, pero deja en pie la creencia, tan progre y tan nefasta, de sus buenas intenciones. De poco sirve la poda si se deja intacta la raíz del mal. Esa crítica suave al comunismo signa la poca audacia del guión, enmarcado al fin de cuentas en la deplorable corrección política de los argentinos.
Hay abundancia de los clichés impuestos a la cultura por el zurdo progresismo, desde la gracia del porro, hasta el universitario superficial de la UCA, pasando por la delincuencia como producto del sistema capitalista.
La organización teatral, solvente arriba del escenario, no lo fue tanto en la platea. Como una muestra real del poco respeto que impera hoy, en fila dos había un par de mujeres tomando fotos con sus celulares, distrayendo la atención del resto con las luces de sus pantallas. Indigeribles. Lo correcto, en ese caso, era que personal del teatro las invitara a abandonar la sala, preferentemente en alguna bajada de telón. En lugar de eso la organización se limitó a "hostigarlas" apuntándoles con una suerte de rayo lumínico verde que no hacía otra cosa más que amplificar la molestia en la totalidad del público. Ellas ni se daban por aludidas. Finalmente fuimos los demás espectadores quienes les reclamamos que apagaran sus aparatos. No fueron echadas del teatro, cosa que deseaba y hubiera aplaudido.
Al cierre de la obra el público fue generoso en prodigar aplausos, fuertemente, y gran parte lo hizo de pie. Yo aplaudí moderadamente desde la butaca, me levanté y me fui mientras sonaba la desagradable música del final: la internacional comunista...
Cien millones de muertos causaron los comunistas a la humanidad; no conviene olvidarlo.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López
Después de esa curiosidad del comienzo, a pesar del guión, la obra exhibe momentos divertidos que los dos protagonistas, con sobrado oficio, saben explotar hasta en los chistes más trillados. Es un placer la dicción, el manejo que ambos hacen de los tonos e inflexión de la voz. El resto del elenco no se luce particularmente. Hay también momentos violentos y algunos pasajes emotivos. El ensamble de esas distintas escenas no es del todo armónico. Excelente la escenografía y la técnica en general.
Dicho esto, vuelvo a la cuestión ideológica. Presenciar cuando un comunista dice que fallaron los hombres y no las ideas, aunque sea en una obra de teatro, y aunque el personaje sea risible, me causa rechazo. Es cierto que la obra se mofa del comunismo al demostrarlo fracasado e inviable, pero deja en pie la creencia, tan progre y tan nefasta, de sus buenas intenciones. De poco sirve la poda si se deja intacta la raíz del mal. Esa crítica suave al comunismo signa la poca audacia del guión, enmarcado al fin de cuentas en la deplorable corrección política de los argentinos.
Hay abundancia de los clichés impuestos a la cultura por el zurdo progresismo, desde la gracia del porro, hasta el universitario superficial de la UCA, pasando por la delincuencia como producto del sistema capitalista.
La organización teatral, solvente arriba del escenario, no lo fue tanto en la platea. Como una muestra real del poco respeto que impera hoy, en fila dos había un par de mujeres tomando fotos con sus celulares, distrayendo la atención del resto con las luces de sus pantallas. Indigeribles. Lo correcto, en ese caso, era que personal del teatro las invitara a abandonar la sala, preferentemente en alguna bajada de telón. En lugar de eso la organización se limitó a "hostigarlas" apuntándoles con una suerte de rayo lumínico verde que no hacía otra cosa más que amplificar la molestia en la totalidad del público. Ellas ni se daban por aludidas. Finalmente fuimos los demás espectadores quienes les reclamamos que apagaran sus aparatos. No fueron echadas del teatro, cosa que deseaba y hubiera aplaudido.
Al cierre de la obra el público fue generoso en prodigar aplausos, fuertemente, y gran parte lo hizo de pie. Yo aplaudí moderadamente desde la butaca, me levanté y me fui mientras sonaba la desagradable música del final: la internacional comunista...
Cien millones de muertos causaron los comunistas a la humanidad; no conviene olvidarlo.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
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