El presente remite al estado del país en 1890, con la salvedad que aquella corrupción material y espiritual del unicato encarnado por Miguel Ángel Juárez Celman que indignó a la ciudadanía, decantando la Revolución del Parque, era apenas un mal menor en comparación con la mega corrupción totalitaria que encarna el kirchnerismo.
Resulta increíble que sea éste el mismo país que alumbró a la Generación del 80. Basta comparar tanto gabinetes ministeriales como personalidades de entonces y hoy para darse cuenta de la absoluta decadencia en que vivimos. A ningún gobierno de la historia argentina, desde 1810 en adelante, se le ha tolerado la suma de infamias que se toleran al régimen kirchnerista. Por mucho menos que entregar el país a una potencia comunista cayeron gobiernos que hasta eran honestos.
Si el Pacto Roca Runciman fue desventajoso para el país, parece un acuerdo razonable en comparación con la
cesión lisa y llana de soberanía que graciosamente otorga Cristina Fernández a la República Popular China, país que tiene mucho de cuento chino, poco de popular y nada de República. Toda economía comunista es una ficción basada en la esclavitud humana, China no es la excepción y no pueden presumirse buenas intenciones en el ánimo imperial del partido comunista chino. Argentina, mal administrada por el kirchnerismo, se ofrece a precio de ganga para ser explotada cual colonia ultramarina. Si el kirchnerismo cedió ante Chevron, una empresa propia del capitalismo, firmando un acuerdo secreto en lugar de garantizar transparencia, difícilmente vaya a ponerle algún límite a las condiciones impuestas por el gigante comunista. Es imposible que esa relación sea de paridad bilateral.
La ausencia de límites republicanos queda expuesta en la entrega, groseramente vamos camino a una dependencia económica que exigirá dependencia política. En esta peligrosa jugada de la Presidente, queda expuesta la posición dominante que, en los hechos, le permite aunar la suma del poder público. El Congreso Nacional reducido por la obsecuencia oficialista a dependencia del Ejecutivo y el temeroso Poder Judicial que obra como veleta, siempre vacilando según la fuerza con que sopla el viento, han permitido el desdoblamiento constitucional dejando subordinada a la voluntad presidencial el texto meramente formal de la Constitución Nacional. La constitución escrita no es la Ley Suprema de la Nación, como proclama, sino apenas una sugerencia que el poder de turno puede o no tener en cuenta.
El proyecto totalitario del kirchnerismo, cuenta con la complicidad de la enorme mayoría de los argentinos dominados por la abulia cívica y la indiferencia propia del mero habitador, aquel que no siente como Patria la tierra bajos sus pies. Si no recobramos el espíritu cívico con la vehemencia del que quiere ser ciudadano de su propio país, la historia nos pasará de largo como si nunca nos hubiéramos plantados frente al mundo para ser esa "gloriosa Nación" con que soñaba Vicente López y Planes.
En estos años de dominación kirchnerista el daño institucional se profundizó adrede, hasta herir la cultura para infectarla de vicio y parálisis, es tan profunda la necrosis resultante que llega el daño a la capacidad intelectual de cada uno de los argentinos. Permanecemos en estado de estupefacción, como buenos idiotas útiles, mansos y sin reacción. Y debemos ser idiotas si frente a la muerte del Fiscal Alberto Nisman, quien acusaba de traición a la Patria a la Presidente Fernández, el filósofo oficial Ricardo Forster reflexiona que: "Se construyó una denuncia cuando la sociedad atravesaba con alegría el verano".
Los dichos de Forster y otros kirchneristas como Eugenio Zaffaroni, lo mismo que las disparatadas conductas y frases paranoicas de Jorge Capitanich, me hacen estar cada día más convencido que sobre la denuncia de Nisman el kirchnerismo planeaba victimizarse argumentando un complot en su contra para montar un autogolpe. Y no digo que hayan desistido.
Esa intención no cesará por sí sola: está en la filosofía y práctica del gobierno la búsqueda del poder total. Pero en la lógica del matón no hay coraje, por eso irá de prepo sólo contra los cobardes. Para frenarlo es imprescindible hacerle saber que cualquier intento de avanzar en esa dirección será respondido con absoluta determinación. Se necesita que en lugar de prender velas penando en silencio porque no se comportan bien, la ciudadanía se mantenga en estado de virtual sublevación. O sea, menos marchas de silencio con el desconcertante silencio de los tibios y más recordar quienes somos actuando en consecuencia.
Ahí está la historia, esperando que escribamos el capítulo del presente. Trae voces esa historia que, con autoridad, describen el hoy y las debemos escuchar:
"Una máxima política os dejaré como un legado. Los pueblos se suicidan cuando dan en creerse a sí mismos inmorales, degradados o corrompidos. El mal existirá siempre en la tierra, pero hoy más que nunca los pueblos libres brillan por sus virtudes. Si os reconocéis venales o abyectos, os gobernarán como a presidiarios..." DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO.
"Es necesario hablar con franqueza. La dolorosa situación que atraviesa el país no es únicamente el resultado de los desvíos y malos actos de nuestros gobernantes, pues entra también, por mucha parte en ella, el enervamiento del espíritu público con el olvido de nuestras sagradas tradiciones. Hay en el poder una tendencia natural a ensancharse y desarrollarse ilimitadamente, y cuando tarda mucho en aparecer esa resistencia enérgica, esa oposición resuelta, abnegada y, previsora, destinada a detener los efectos de la política imperante, nociva, y a restablecer el equilibrio que se rompe, la postración completa e ingominiosa es casi inevitable." LEANDRO N. ALEM.
"¡Veo bandas rapaces, movidas de codicia, la más vil de todas las pasiones, enseñoreadas del país, dilapidar sus fuerzas, pervertir su administración, chupar su substancia, pavonearse insistentemente en las más cínicas ostentaciones del fausto, comprarlo y venderlo todo, hasta comprarse y venderse unos a otros a la luz del día...!" JOSÉ MANUEL ESTRADA.
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José Manuel Estrada |
No adhiero a la marcha del 18-F. No me gusta el silencio, ni la proscripción de banderías políticas impuestas por los organizadores que son los fiscales. De hecho no me generan confianza los fiscales, quienes hace mucho tiempo (como enseña un abogado al que aprecio) se los padece en Tribunales y han dejado de ser garantes de la legalidad.
Este momento histórico se parece al de 1890, lo que hace falta no es silencio ni una marcha de indignados apolíticos sin expectativas reales de cambio. Hace falta levantar banderas de reacción republicana y sellar compromisos que inflamen el civismo.
Mientras los tibios (y no lo digo en sentido peyorativo) hacen silencio, el mismo 18-F hagamos otra reunión como aquella del frontón de la calle Florida que dio lugar a la Revolución del Parque. Me gustaría que los candidatos presidenciales de la oposición compartieran tribuna para dar discursos como los de Mitre, Aristóbulo del Valle y Barroetaveña. Líderes políticos, oradores que subleven al pueblo, que lo espabilen de su estupidez, eso necesitamos.
¿Qué fracasaría una sublevación? ¿Qué seriamos unos pocos agitadores?, ¿Qué los políticos temen perder votos si van a la confrontación?, pues bien, no habrá elecciones si el kirchnerismo percibe a su autogolpe libre de resistencias, la única forma de recuperar la República es fogonear su clamor en las calles y hacer que la oposición genere una propuesta acorde que respaldar con las urnas. Admito que es difícil, sí, y que el riesgo es grande, también recuerdo que fracasó aquella revolución; pero nadie lo olvide: ¡Dejó un gobierno muerto!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
www.plumaderecha.blogspot.com
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