martes, 16 de diciembre de 2014

YO, EL ÚLTIMO UNITARIO



¿EL ÚLTIMO?


"El unitario tipo marcha derecho, la cabeza alta,
no da vuelta, aunque sienta desplomarse un edificio;
habla con arrogancia; completa la frase con gestos desdeñosos
y ademanes concluyentes; tiene ideas fijas, invariables"

Domingo Faustino Sarmiento (Facundo)


Cuando Pablo Anzaldi me comentó la aparición del libro de Ignacio Zubizarreta, "UNITARIOS Historia de la facción política que diseñó la Argentina moderna", publicado por Editorial Sudamericana en Agosto de 2014, obviamente sentí que debía tenerlo en mi biblioteca: soy unitario.



Leí el trabajo de Zubizarreta con interés. El título, seductor en cuanto reconoce el aporte brindado por los unitarios a la organización institucional del país, parecía indicar una vía reflexiva de largo alcance, es decir hasta nuestros días. Pero ya en la introducción Zubizarreta evidencia un enfoque limitado, pues arranca de la idea que los unitarios somos parte del pasado. Y así lo dice: "El tiempo borra el interés por las cosas y sólo en algunos casos se lo devuelve. Los unitarios hace mucho tiempo que dejaron de existir". Concepto que reafirma en sus conclusiones: "Tal como se dijo en la introducción, el unitarismo hace ya muchos años que dejó de existir, pero también, de ocupar un lugar relevante para nuestra sociedad".

Tal afirmación es cuestionable, quizá superficialmente aceptable si se quieren creer las declamaciones legales y discursivas sobre la condición federal de la Argentina. Formalmente y con políticos de todo signo que se rasgan las vestiduras por el federalismo, parecería que efectivamente la primera disyuntiva de sangre entre los argentinos, motivo de guerras civiles prolongadas, ha quedado resuelta y somos todos federales. Pero no es cierto, no somos federales; en esa y en otras tantas cuestiones la sociedad argentina es decididamente hipócrita. Asquerosamente hipócrita, también cobarde e irresoluta a la hora de encarar los problemas llamando a las cosas por su nombre.

En muchos sentidos estamos viviendo una situación comparable al fin de ciclo de la tiranía de Juan Manuel de Rosas, el cintillo rojo punzó era tan obligatorio entonces como seguir los lineamientos de lo que el zurdo-progresismo ha impuesto hoy como políticamente correcto. Algunos rebeldes, antaño y ahora, seguimos pensando que la República y sus instituciones deben primar sobre los liderazgos personalistas. Frente a la dictadura rosista, que impuso el rojo sangriento como color de Estado, los unitarios resistían pintando sus casas de celeste o verde, luciendo alguna prenda de esos colores o afeitándose el bigote para formar con la barba una U. La Mazorca, como fuerza de choque, se iba a encargar de afeitar por la fuerza a los unitarios, pegarles cintas celestes con brea y apalearlos hasta matarlos. Por eso usar la barba en U sigue siendo una declaración republicana, un acto personal de resistencia al totalitarismo kirchnerista que pretende reeditar la indigna suma del poder público.

Unitario actual: Ariel Corbat leyendo "La Nueva Troya", de Alejandro Dumas.
Una declaración política, tanto la barba en U como la lectura.

Días atrás se cumplieron 31 años del retorno a la democracia, vale acotar una reflexión: Hicieron bien los radicales en comenzar por el principio recitando con Raúl Alfonsín el Preámbulo de la Constitución Nacional. Lástima que nunca pasaron de ahí. Luego, en complicidad con el menemismo mal reformaron la Constitución que no cumplieron. Esos 20 años de intento democrático fallido desembocaron, crisis mediante, en el proyecto totalitario del kirchnerismo, que viene derogando de facto la Constitución Nacional por el simple trámite de aplastarla bajo la voluntad presidencial. Así, las elecciones del 2015 serán un mero enroque de nombres, que nada significan, si no logramos imponer como idea principal la necesidad de restaurar la supremacía de la Constitución Nacional.

En la nueva década infame hemos retrocedido a discutir cuestiones pre-constitucionales, y en lugar de haber asentado el cumplimiento del texto constitucional queda, para el dudoso caso que un nuevo gobierno pretenda volver a la senda de la República, una agenda política cargada de prioridades signadas por las cuestiones constitucionales pendientes. Desde lo básico del sistema republicano, hasta cosas puntuales como nombrar Defensor del Pueblo de la Nación, pasando por la correcta interpretación jurídica de las normas, casi todo está por hacerse. Cumplir y hacer cumplir la Constitución Nacional, nada menos.

Ser unitario hoy significa pretender el saneamiento institucional del país, demoler el aparato de propaganda y control social impuesto por el kirchnerismo volviendo a la racionalidad propia de la República. "Ein Volk, ein Reich, ein Führer" decían los nazis siguiendo a Adolfo Hitler, tal como los kirchneristas dicen: "un pueblo, un proyecto, una conductora" siguiendo a Cristina Fernández y explicitando sin tapujos el origen del modelo.

Descarada adaptación kirchnerista de la propaganda nazi,
un extraño modo de celebrar los "31 años de democracia".

Unitarios y federales estuvimos unidos para derrocar a Rosas, debemos volver a estarlo para impedir en las urnas la prolongación de la tiranía del Siglo XXI. Se dirá, sin ver profundo, que ya no hay federales ni unitarios, pues bien, entiéndase que si los unitarios no existimos en el presente, tampoco existe nadie más, quizá por la misma razón por la que Argentina está en decadencia; más cerca de ser la tierra de los nadies que el territorio de la Nación Argentina. Las etiquetas hoy no dicen nada, alguien puede llamarse peronista, radical, socialista o liberal y ser "progre" o cualquier cosa, confusión muy a conveniencia de los comunistas que desde el kirchnerismo se disfrazan de peronistas; aunque se les ve la hoz y el martillo a cada paso.

En ese lodo cambalachesco se ha denigrado el concepto de lo unitario confundiéndolo con el de unicato, expresión del federalismo frustrado, por inviable, y demagógico por caudillista. Lo unitario sigue estando, sino como partido como reflejo republicano. Somos pocos, pero sin embargo aquí estamos, peleando contra la tiranía.

El libro de Ignacio Zubizarreta resulta muy recomendable, porque pese a pretender servir como certificado de defunción es apenas una aproximación a la cuestión para su proyección presente y futura. La sola existencia del libro es digna de celebrarse, seguramente se continuará en otras publicaciones, ya que hay una actualidad evidente en los paralelismos que brinda la historia.

De hecho, aunque salvando las distancias, confieso sentirme aludido cuando Zubizarreta explica a la intelectualidad unitaria en estos términos:
"La pluma la tomaron no sólo para escribir poesías, sino también para difundir ideas y empapar de tinta las páginas de la prensa, colaborar en alguna agrupación literaria, reflexionar en aras de redactar una nueva constitución o inclusive, prestar la caligrafía al servicio de un bufete de abogados"
Acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", daré gusto a mi vanidad sosteniendo que ese párrafo de Ignacio Zubizarreta también habla de mí. 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López

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