domingo, 10 de agosto de 2014

MÁS BOLUDO QUE UN ALEMÁN...


Durante años los argentinos, que es decir el mundo, hemos reído a costilla de los gallegos y entendiendo por tales a todos los españoles. Memorables risotadas caricaturizando como brutos ignorantes, pero también ingenuos y queribles, a esa parte de nuestra herencia cultural y de sangre. En el espejo de esas bestias nos reímos de nosotros mismos. Por si no ha quedado claro: les vendimos YPF y se la volvimos a comprar al precio que ellos querían, o sea... 

Pero como el humor tiene esa cosa escapista de la realidad, imprescindible a veces para poder tolerarla, seguimos contando chistes de gaitas. Todavía me río recordando que en un viaje del entonces Presidente Carlos Menem a España un grupo de ofendidos galaicos colgó un cartel con la leyenda: "Galicia no es un chiste"; lo considero el mejor chiste de gallegos de todos los tiempos. 

Tiempos gloriosos que arrojaron millones de carcajadas, pero que abruptamente han llegado a su fin. En un duro golpe para el orden humorístico establecido, los alemanes han ganado el centro de la escena mundial de la estupidez dejando sin razón de ser a los chistes de gallegos. En una acción fulminante, mucho más efectiva que la "blitzkrieg" (guerra relámpago) de antaño, Alemania se apropió del absurdo. En efecto, como siguiendo algún guión de "El Superagente 86" escrito por el genial Mel Brooks, el Ministerio de Asuntos Exteriores, que dirige el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, pidió a las delegaciones diplomáticas acreditadas en Alemania que le hagan llegar la lista completa de los agentes secretos que trabajan en territorio alemán. (No es joda: ver nota en diario La Nación)

Frank-Walter Steinmeier

Así, el buen Frank ha cambiado el paradigma de la idiotez de forma radical. Cuando creíamos que a fuerza de Cristina Fernández, Jorge Capitanich o Axel Kicillof ibamos a perder toda chance de reírnos de la imbecilidad extra muros, llegaron los alemanes. El Sr Burns, en Los Simpsons, ya lo había anticipado recordando el resultado de las dos guerras mundiales y fingiendo miedo al decir con sarcasmo: "¡Ay!, los alemanes, los alemanes..." 

¿Frank-Walter Steinmeier?
No, este es Benny Hill.

Ni siquiera podrán disfrutar habernos ganado la final del Mundial de Fútbol Brasil 2014, ya que este cambio de paradigmas torna patéticas sus burlas sobre el modo de caminar de los gauchos, porque el humor alemán se basaba en cierto elogio al decir que un alemán era un filósofo, dos alemanes un coro y tres alemanes una guerra, pero ahora se dirá que un alemán es un boludo, dos alemanes dos boludos y tres alemanes tres boludos. Es terrible la simpleza de la boludez. 

Volvé Siegfried, explicale a Frank
el mundo del recontra espionaje.

Redireccionado el humor, despidamos con un minuto de respetuoso silencio a los chistes de gallegos. Entramos a una nueva era, la de los chistes de alemanes. Todo indica que será una larga era, porque para superar la boludez de Frank se necesitará de mucha, pero mucha, muchísima boludez.

- Y entonces el alemán dijo: "no es un espía si no lo dice su tarjeta de presentación". 


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López




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