Como esas señoras que sin apego a la verdad alardean de lo suyo bajo el secador de cualquier peluquería de barrio, la Presidente Cristina Fernández usó al Congreso de la Nación para dar otro discurso autista.
Cristina Fernández y Amado Boudou, aplaudiéndose en el Congreso. |
El Dr. Rosendo Fraga, con su habitual claridad para explicar los hechos de la política, escribió en La Nación que con el mensaje dado en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso la Presidente "defiende su gestión y ataca a sus adversarios, no hay autocrítica ni reconocimiento a los méritos del otro. No es el discurso de una estadista, es el discurso de una 'militante'. Hay más de batalla política que de estrategia de gobierno".
Atendiendo a lo esencial sobre lo anecdótico, el discurso presidencial confirma que el kirchnerismo no contempla, ni siquiera, suavizar sus líneas de acción, mucho menos cambiar el rumbo. Es lógico que así sea, pues se trata de un proyecto totalitario; por si alguno todavía no lo entiende. Y ese proyecto cuenta con medios suficientes para proyectarse más allá del 2015. Los que ya lo dan por muerto confunden sus deseos con la realidad. Proyectos de esta índole no mueren solos; hay que hacer que mueran.
La cuestión, entonces, pasa por ver qué hacemos los opositores. El actual estado de cosas se sustenta en que tiene el país una crónica insatisfacción de sus necesidades básicas de índole institucional. Cosa que ocurre porque todo el sistema de las instituciones políticas está viciado de raíz al ser el fruto de una semilla podrida. La base del sistema representativo deben ser los partidos políticos, y no hay en la República Argentina partidos políticos relevantes que tengan una vida institucional sana y dinámica. Así, la representatividad de la dirigencia política es una ficción que, a falta de afiliados activos, busca legitimarse a través de las PASO. Las PASO no son un logro de la democracia, sino la muestra de una ilusión que se ha caído a lo largo de 30 años. Las camarillas políticas, con los dedos providenciales que acatan los obsecuentes, han levantado muros que desaniman la participación ciudadana. Pero no libremos de culpa al ciudadano que frente a ellos se retrae de la política, un pueblo de conciencia débil que busca la comodidad se merece la dirigencia que padecemos.
No se puede pretender que las instituciones republicanas del Estado funcionen de acuerdo a la teoría de la Constitución Nacional, si la savia que le llega de los partidos políticos ya viene envenenada. Las opciones opositoras ya instaladas, y que aparecen como alternativas al kirchnerismo, no distan mucho del mal que debemos corregir. Insisto, una y todas las veces que sea necesario hacerlo, con que la única forma de torcer la tendencia decadente es partir de la democratización de los partidos políticos. Es imposible una República en serio sin partidos políticos que puedan exhibir una vida interna vigorosa y dinámica, acorde a los principios republicanos y basada en la decisión de sus afiliados. Sin dirigentes políticos que tengan el respaldo de los afiliados activos de cualquier partido, la supuesta representatividad masiva que confiere el voto cada dos o cuatro años no es más que una parodia. Un votante que emite su voto en el secreto del cuarto oscuro no puede demandar nada hasta la próxima elección. Un afiliado, en cambio, tiene nombre y apellido para hacerse valer en cada acto de la vida partidaria. Considero que la condición de ciudadano no se ejerce plenamente si no se tiene un claro y cierto compromiso político. A la dirigencia política del presente no le conviene ese concepto, la rosca funciona mejor entre pocos que se sirven del desprecio / desánimo de la gente por la política; y es que el autismo no es solamente del oficialismo, buena parte de la oposición se mueve con la misma lógica esperando su turno para saltar del otro lado del mostrador.
"Hagan un partido y ganen elecciones", desafiaban los kirchneristas frente a las grandes movilizaciones cívicas. Eso es, exactamente, lo que algunos liberales estamos intentando hacer. No importa si partimos de un sello, de una fusión de sellos o de uno nuevo. Eso es instrumental. Lo importante es dejar claro en cualquier caso que no será un partido a la usanza de los actuales, debe ser, enfatizo: debe ser, un partido de principios republicanos y democráticos, abierto en la coherencia ideológica y que, en base a la decisión de los afiliados, funcione como una maquinaria institucional para la representatividad.
Sin lograr insuflar esa savia en las instituciones de la República Argentina, seguirá siendo la política esta fruta amarga de todos los días.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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