El liberalismo debe ser entendido como un movimiento porque la Libertad es frágil y se pierde tan pronto como deja uno de pelear por ella. Tal imperativo de lucha hace que pensar la Libertad no sea un ejercicio meramente académico, como buscar la resolución exacta de una fórmula matemática, pues no se trata de un valor absoluto sino de uno relativo condicionado por la evolución de la vida social. El pizarrón está muy bien, pero hace falta la calle.
Desde su origen ha sido el liberalismo una corriente de pensamiento para la acción política, no un dogma, y esa característica dinámica debe reflejarse también en la forma en que los liberales nos organizamos para defender nuestros principios. Domingo Faustino Sarmiento, hombre de Estado por antonomasia, aborrecía lo que llamaba el "quietismo" por ser retardatario del progreso, y lo decía viviendo en el Siglo XIX cuando la vida transcurría en cámara lenta si se la compara con el vértigo de los cambios tecnológicos, políticos, económicos y sociales desde finales del Siglo XX hasta la actualidad. Hoy el quietismo no es meramente retardatario, es políticamente suicida.
En pos de extender los beneficios de la Libertad, el formato movimientista es el que mejor se adapta a la constante necesidad de repensar las ideas y los modos de acción del liberalismo. Además, su informalismo es una enorme ventaja sobre rigurosa formalidad de lo partidario. La Argentina contemporánea ofrece un contexto de crisis de los partidos políticos, que entre otras causas se da por la retracción de la participación ciudadana en estructuras rígidas a las que se ingresa por el trámite burocrático de la afiliación. El rito de llenar una ficha, exhibir el DNI presentando fotocopia y firmar, por las dudas, una nota de renuncia a cualquier afiliación anterior, en lugar de una puerta resulta una valla para quienes, razonablemente, desean tantear el terreno antes de comprometerse a tal grado.
El Movimiento Liberal, como concepto y práctica ofrece un techo amplio al que ingresar por variedad de portales abiertos. Sin mas trámite que la voluntad de juntarse, cualquier grupo de activistas liberales forma parte del Movimiento Liberal y está en condiciones de potenciarse con otros. Potenciarse es arrimarse, fusionarse, crecer. Luego, según vayan decantando las distintas experiencias, dar el paso formal a la elección de una herramienta partidaria; y así por esa vía de ir juntando a los dispersos, quizá se pueda alguna vez converger todos en un gran partido liberal de alcance nacional. Y por si no ha quedado claro, esto no es estar en contra de quienes trabajan desde lo partidario, pues será más fácil realizar campañas de afiliación a partidos liberales entre miembros del Movimiento Liberal que sobre liberales dispersos que arrastran la cansina modorra del quietismo.
Acercar a los liberales inquietos, porque saben que lo son y quieren seguir siéndolo, para despertar a los que van camino a olvidarlo, es el primer paso para descubrir luego a los muchos liberales que no saben que lo son y mas tarde convencer a los que, por la constante prédica de otros y el silencio nuestro, sienten miedo de la Libertad.
Estas reflexiones surgen luego de una muy interesante charla con un amigo liberal que, como tantos otros, siente que la idea movimientista no es propia del liberalismo. Yo sí creo que lo es, y que además el liberalismo como movimiento ofrece una gran ventaja: surgió pensando la Libertad, y es sobre ella, no sobre el apellido de alguien, que los liberales ponemos el ismo. Sin desconocer la importancia de los liderazgos para la efectividad de la acción política, y es claro que aludo a Ricardo López Murphy como referente nacional del liberalismo, esa impronta antipersonalista es un reaseguro de la prioridad de las ideas y del ejercicio de la tolerancia en la aceptación del disenso.
No eran iguales aquellos bombos liberales que por ahí deben estar, acaso esperando volver a tronar.
Tampoco es igual el Movimiento Liberal.
En pos de extender los beneficios de la Libertad, el formato movimientista es el que mejor se adapta a la constante necesidad de repensar las ideas y los modos de acción del liberalismo. Además, su informalismo es una enorme ventaja sobre rigurosa formalidad de lo partidario. La Argentina contemporánea ofrece un contexto de crisis de los partidos políticos, que entre otras causas se da por la retracción de la participación ciudadana en estructuras rígidas a las que se ingresa por el trámite burocrático de la afiliación. El rito de llenar una ficha, exhibir el DNI presentando fotocopia y firmar, por las dudas, una nota de renuncia a cualquier afiliación anterior, en lugar de una puerta resulta una valla para quienes, razonablemente, desean tantear el terreno antes de comprometerse a tal grado.
El Movimiento Liberal, como concepto y práctica ofrece un techo amplio al que ingresar por variedad de portales abiertos. Sin mas trámite que la voluntad de juntarse, cualquier grupo de activistas liberales forma parte del Movimiento Liberal y está en condiciones de potenciarse con otros. Potenciarse es arrimarse, fusionarse, crecer. Luego, según vayan decantando las distintas experiencias, dar el paso formal a la elección de una herramienta partidaria; y así por esa vía de ir juntando a los dispersos, quizá se pueda alguna vez converger todos en un gran partido liberal de alcance nacional. Y por si no ha quedado claro, esto no es estar en contra de quienes trabajan desde lo partidario, pues será más fácil realizar campañas de afiliación a partidos liberales entre miembros del Movimiento Liberal que sobre liberales dispersos que arrastran la cansina modorra del quietismo.
Acercar a los liberales inquietos, porque saben que lo son y quieren seguir siéndolo, para despertar a los que van camino a olvidarlo, es el primer paso para descubrir luego a los muchos liberales que no saben que lo son y mas tarde convencer a los que, por la constante prédica de otros y el silencio nuestro, sienten miedo de la Libertad.
Estas reflexiones surgen luego de una muy interesante charla con un amigo liberal que, como tantos otros, siente que la idea movimientista no es propia del liberalismo. Yo sí creo que lo es, y que además el liberalismo como movimiento ofrece una gran ventaja: surgió pensando la Libertad, y es sobre ella, no sobre el apellido de alguien, que los liberales ponemos el ismo. Sin desconocer la importancia de los liderazgos para la efectividad de la acción política, y es claro que aludo a Ricardo López Murphy como referente nacional del liberalismo, esa impronta antipersonalista es un reaseguro de la prioridad de las ideas y del ejercicio de la tolerancia en la aceptación del disenso.
No eran iguales aquellos bombos liberales que por ahí deben estar, acaso esperando volver a tronar.
Tampoco es igual el Movimiento Liberal.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
www.plumaderecha.blogspot.com
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