Sobre los cadáveres de la convulsión social era recomendable que la Presidente de la Nación Argentina hubiera conmemorado los 30 años de intento de vida democrática dando muestras de sobriedad, asumiendo el sinsabor de la circunstancia con la dignidad propia del cargo. No lo hizo. Obvio que no.
Despojada ya de aquel luto exagerado, igual que en Angola volvió a bailar. Pero si aquel baile africano era ridículo por contradecir su propio luto, este baile sobre una horrible versión del Himno Nacional fue lisa y llanamente obsceno por ignorar el luto, el miedo y la absoluta indefensión de familias, ciudades y provincias argentinas. Tampoco era el mejor momento para parodiar las protestas cívicas golpeando cacharros de cocina. Una fiesta tan inapropiada y grasa como ella misma.
Pero si el kirchnerismo es el actor principal en la farsa que sube al escenario de la política argentina, hay otros que participan como actores de reparto. La pretensión radical de ser oposición se hace añicos cuando muestran ser más kirchneristas que el cristinismo.
En la foto, además del fugaz Presidente Adolfo Rodríguez Saa, se lo ve a Ricardo Alfonsín. Trepado al escenario en su carácter de hijo de un Presidente, hace las veces del más entusiasta aplaudidor usurpando el lugar de su padre fallecido; como si una República tuviera la misma tradición hereditaria que las monarquías. También se lo observa a Fernando De la Rúa, de quien podríamos presumir que, tal como cuando fue Presidente, no tiene ni idea de lo que pasa a su alrededor, salvo por el pequeño detalle de lo que había declarado antes: “Es como si se repitieran los episodios del 89 o 2001". No es mucha lucidez, pero resulta sorprendente para un tipo que tuvo por Secretario de Inteligencia a Fernando de Santibañes.
Sin embargo no son estas fotos las que dan título a la nota. El verdadero despropósito del radicalismo como oposición, son los argumentos de los senadores Gerardo Morales y Ernesto Sanz para oponerse al pliego de ascenso de César Milani. La postura de los senadores radicales es la misma que podría exhibir cualquier kirchnerista duro: que Milani no puede ser Teniente General porque está sospechado de delitos de lesa humanidad y porque al sostener su pliego el gobierno envilece la causa de los derechos humanos. En opinión de Sanz, Milani usó a Hebe de Bonafini envileciendo la causa de las madres de Plaza de Mayo en la búsqueda de impunidad. Así, el radicalismo, como parte del progresismo, adhiere a esa suerte de "nueva religión oficial de Estado totalitario" que, impuesta por el relato kirchnerista, pretende dar carácter sacro a los mitos y mentiras de los mercaderes de los derechos humanos.
Con opositores así, el kirchnerismo tiene grandes chances de extenderse más allá del 2015.
El argumento para objetar a Milani es otro. No debe ser Teniente General de la Nación porque al abrazarse con Hebe de Bonafini, madre de dos guerrilleros guevaristas, promotora del terrorismo internacional y propaladora del odio entre los argentinos, Milani adhiere al relato del enemigo y traiciona la sangre de sus camaradas muertos en la guerra contra la subversión. La memoria de patriotas como el Capitán Juan José Leonetti, el Teniente Rodolfo Hernán Berdina, el Sargento Walter Hugo Gómez y el Soldado Hermindo Luna, entre tantos otros caídos en combate, hacen completamente revulsivo que César Milani permanezca en las filas del Ejército Argentino.
Esto no lo escribo para fustigar al radicalismo, ni al progresismo. Tampoco al kirchnerismo. Lo subrayo para la reflexión de los liberales, y en un sentido más amplio convocando a todo el espacio de centro derecha, republicano, conservador, demócrata, etc., a entender que si no obramos rápido para organizarnos políticamente seguiremos siendo espectadores de discusiones legislativas en las que no tenemos voz. Tristes debates parlamentarios plagados de frases para el manual del perfecto idiota latinoamericano.
La oposición no son ellos mismos, somos nosotros.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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