A esta altura de la historia argentina, cuando la brújula y la proa están puestas en las antípodas del pensamiento liberal, el desafío de los liberales argentinos no es pulir nuestras ideas. Las ideas están claras desde los tiempos de Hipólito Vieytes, quien, como buena parte de los primeros patriotas, bregaba por el libre comercio, el respeto a la propiedad privada y gobiernos limitados frente a la autonomía del individuo.
Entre el pensamiento que desde el timón sostiene el gobierno, no muy distinto al que ostenta buena parte de la oposición, y el ideario liberal; la diferencia es tan grande como insignificantes las disidencias entre liberales. El ridículo “Liberalómetro” nunca fue tan patético como ahora.
El desafío es resolver el modo práctico en que vamos a organizar al movimiento de ideas liberales, a través de los instrumentos partidarios, para elecciones mediante tener algún peso real en las decisiones del poder. Es hora de arremangarse, olvidar enconos del pasado, desprenderse de la soberbia y entender que la política es una construcción colectiva de negociación constante.
Lo está entendiendo claramente la mayor parte de los liberales. Se supone que somos, por definición, racionales y tolerantes. No debería ser difícil acordar un frente común. Y por si alguno todavía no lo entiende: de Venezuela como de Cuba, no se vuelve.
Los que estén en el camino, bienvenidos al tren.
Ahora o nunca.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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