miércoles, 30 de octubre de 2013

LA DEMOCRACIA, POR EL CORAJE EN MALVINAS



En ocasión de cumplirse 30 años de las elecciones del 30 de Octubre de 1983, comparto este fragmento de "El heroísmo y la gloria". Son algunas reflexiones sobre la íntima relación entre el retorno a la vida democrática y el coraje de quienes combatieron en la Guerra de Malvinas. 


Nuestra democracia es hija del coraje de los combatientes de Malvinas.

Breve en su duración, relativamente acotada a un teatro de operaciones determinado, clásica en cuanto a la identidad regular de los ejércitos enfrentados, intensa en la ferocidad de los combates y prolífica en historias individuales de abnegación, coraje y sacrificio, con las grandezas y bajezas que afloran en todas la guerras, la Guerra de Malvinas conmocionó a la sociedad argentina modificando notoriamente el curso de su historia.

La derrota representó un severo llamado de atención sobre la pérdida de la institucionalidad republicana. Desde el Golpe de 1930, -y aún antes en la tradición bárbara de hacer política blandiendo espadas, cosa que afloró en motines, revoluciones y sublevaciones varias desde mediados del Siglo XIX-, progresivamente se fue desvirtuando el rol del instrumento militar, mismo que se había afianzado institucionalmente luego de la Guerra del Paraguay. Alimentada por la indiferencia ciudadana, la incapacidad de las clases dirigentes y el acostumbramiento a la relatividad del imperio de la ley, golpe tras golpe se instaló una suerte de constitución real y no escrita que determinaba la resolución prepotente de los conflictos políticos legitimando como sistema el imperio de la fuerza. Así, sobre el desprecio a la tolerancia y el consenso, la sociedad argentina hizo que la herramienta militar se fuera degradando, alejándose de su misión principal al punto que la carrera del oficial se acortó de hecho manteniendo la profesionalidad hasta la jerarquía del teniente coronel y sus similares de Marina y Fuerza Aérea. Luego de esa instancia –y al margen de las honrosas excepciones- los mandos superiores actuaban con vocación y ambición política, convirtiéndose en la peor clase de políticos, es decir aquellos que no necesitan de los votos de sus conciudadanos para acceder al poder.

Esa mutilación de la carrera militar no es un dato menor. Cuando se piensa en la génesis, desarrollo y conclusión de la Guerra de Malvinas es posible advertir que se trató de un conflicto llevado hasta las últimas instancias sin el debido planeamiento estratégico, cuyo peso fue sobrellevado a duras penas en el campo de batalla por los mandos medios que tenían responsabilidades tácticas y que, todavía, seguían siendo militares. La capacidad del planteo estratégico como previsión de la acción es algo que no brota mágicamente ni depende de algún providencial iluminado, sino que se genera en la continuidad coherente de las políticas de Estado. La República Argentina, con la endeblez de sus instituciones, no estaba en condiciones de ofrecer a sus combatientes el respaldo más conveniente, que en este tipo de acciones es un marco teórico consolidado por la práctica. Las falencias en tal sentido han sido evidentes desde que la improvisación fue la constante. El estudio de una hipótesis de conflicto no se agota en el paso inmediato, como en un juego de ajedrez se requiere contemplar la probable evolución en el corto, mediano y largo plazo, con el mayor número de variantes para que ningún esfuerzo resulte en vano. Una vez materializada la reconquista, desplegadas sobre el terreno sin un plan preciso -y muchas veces incoherente- las tropas argentinas quedaron muy tempranamente en desventaja; y aún así, casi en el abandono, faltos de logística y por ende de medios materiales, los nuestros ofrecieron una resistencia mayor a sus posibilidades.

De todos los libros que se han escrito sobre la Guerra de Malvinas, hay dos que son estrictamente indispensables por su valor testimonial para comprender las diferentes situaciones que vivieron los combatientes argentinos: “Desde el frente[i]” y “El combate de Goose Green[ii]”.

“Desde el frente”, escrito por el contraalmirante Carlos Robacio y el suboficial mayor Jorge Hernández, da cuenta de lo actuado por el Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5) –que comandó Robacio-, unidad con asiento en la Provincia de Tierra del Fuego, preparada para combatir en un terreno y clima riguroso como el de las Islas Malvinas que logró desempeñarse notablemente sosteniendo el combate hasta el final, sin acatar, por tres veces, la orden de rendición emanada de Puerto Argentino y que ya aceptado el desenlace se replegó gallardamente, marchando en forma ordenada y con la cabeza bien alta. Consecuentemente, el BIM 5 fue condecorado por la Nación Argentina con la medalla “Honor al valor en combate” por “evidenciar durante el desarrollo de todas las operaciones una conducta agresiva, al combatir en primera instancia en la posición asignada, logrando el rechazo de varios ataques enemigos con considerables bajas, y en segunda instancia, reaccionar ofensivamente para detener el avance de fuerzas muy superiores. Combatir varias horas después de haberse ordenado la rendición y replegarse en forma ordenada, previa destrucción de las armas que debían ser dejadas en el terreno[iii]”.

“El combate de Goose Green”, escrito por el teniente coronel Italo Ángel Piaggi, revela los padecimientos de su Regimiento, el 12 de Infantería de Ejército “General Arenales”, con asiento en la Provincia de Corrientes, que sin estar preparado para combatir en territorio insular y austral, con parte de sus soldados faltos de instrucción, fue movilizado desde la mesopotamia al sur patagónico, primero para reforzar los controles del litoral marítimo, luego, cambio de órdenes mediante, desplazado a zona de frontera con Chile y finalmente, sobre la marcha, vía aérea enviado a Malvinas con el equipo mínimo que portaba cada hombre. Nunca le llegó a las Islas el material pesado que iba a ser transportado en el buque “Córdoba”. Ya en Malvinas los hombres del 12 de Infantería, integrando la Fuerza de Tareas Mercedes, ocuparon con esfuerzo la porción de terreno de Darwin – Ganso Verde que les fue encomendada proteger, y cuando estuvieron posicionados desde Puerto Argentino, indolentemente, les ordenaron reposicionarse ampliando su perímetro. Darwin – Ganso Verde cayó en poder del invasor inglés el 29 de mayo de 1982, 24 horas después de lo previsto por los mandos ingleses al iniciar el ataque.

En la lectura de ambos libros, contrastando las distintas realidades de una y otra unidad de batalla, se percibe claramente la orfandad estratégica en común; carencia que dejó el mayor peso de la defensa librada a la responsabilidad de los niveles tácticos aferrados al terreno. Y en esa instancia, con la suerte de la guerra prácticamente decidida de antemano, el factor humano cobró preponderancia dejando al descubierto el corazón de cada hombre. Para entonces las incursiones de los pilotos argentinos sobre la flota inglesa habían hecho que la navegación hasta las Islas no fuera un paseo. Una vez desembarcados los invasores, la intensidad del combate terrestre -sostenido exclusivamente desde la determinación y el valor por parte de la tropa empeñada en la defensa- hizo añicos la ilusión británica de que aquella campaña pudiera ser un picnic.

Hay quienes pueden pensar que al fin de cuentas derrotas son derrotas y que ninguna diferencia hace la mayor o menor cantidad de sangre derramada, considerando vano que se haya opuesto resistencia a fuerzas superiores. Sin embargo, resulta un interesante ejercicio de historia contrafáctica pensar qué hubiera ocurrido en la República Argentina si la Guerra de Malvinas se hubiese perdido en total deshonra, al mero humo de unos cuantos cañonazos, sin hundir un barco, sin derribo de aviones y sin haber combatido encarnizadamente en la instancia crucial del cuerpo a cuerpo.

Posiblemente una derrota desprovista de honor, en condiciones de indigna y generalizada cobardía no hubiera derivado en la salida rápida y relativamente ordenada hacia la democracia que experimentamos entre el 14 de junio de 1982 y el 10 de diciembre de 1983, sino que hubiese sumido al país en un estado de anarquía y barbarie de consecuencias imponderables. El valor de los combatientes obró como sostén moral de la Argentina, porque nadie pudo alardear de duro planteando que puesto en el lugar de ellos lo hubiera hecho mejor.

Nuestra democracia, mal que les pese a algunos, no es la amarga hija de la derrota ni mérito de Gran Bretaña como ha sostenido Margaret Tatcher. Es hija de ese sostén moral que resultó ser el coraje ofrendado a la dignidad de la Patria por combatientes que abandonados en el frente opusieron una resistencia inaudita. Sobre ese coraje, preservando con orgullo el espíritu de Nación, nuestro retorno definitivo a la vida democrática fue la mejor opción al haberse agotado el modo de vida pública que se venía malformando en la deformidad desde 1930; y así como la victoria en la Guerra del Paraguay consolidó al Ejército Argentino contribuyendo a la fortaleza de las instituciones, la Guerra de Malvinas impuso en la derrota la necesidad de volver las Fuerzas Armadas a su rol específico. Ese reclamo decretó el fin del golpismo y el retorno al imperio de la Constitución Nacional. Todas las sociedades medianamente civilizadas toman nota de las lecciones de la historia para corregir sus rumbos cuando pagan con sangre el costo de sus errores; la sociedad argentina no fue la excepción, aunque no haya sacado total provecho de aquella experiencia.

Los jóvenes oficiales de las Fuerzas Armadas, tanto quienes combatieron en Malvinas como los que permanecieron en el territorio continental, se sintieron traicionados ante la palmaria impericia de los altos mandos, y sin ese sustento no era  posible prolongar el gobierno militar. Ellos querían seguir siendo soldados, para no convertirse en lo que se habían transformado los jerarcas del llamado Proceso de Reorganización Nacional. Ningún otro desatino de ese gobierno de facto había logrado conmover tan hondamente a la enorme mayoría de la sociedad argentina. Defraudado, el mismo pueblo que recibió con alivio al golpe de Estado de 1976 y que también, masivamente, entendió la recuperación de las Islas Malvinas como la gesta nacional que debía ser, retrajo su apoyo a lo que se había impuesto por décadas como una suerte de constitución real del país y reclamó reimplantar la supremacía de la Constitución Nacional, que hasta entonces era puro formalismo.  

El peso de los jóvenes oficiales en ese cambio de rumbo no se hizo sentir en forma organizada a través de logias o agrupaciones que activaran conspirativamente como tantas veces antaño ocurrió, ni fue producto de un estado deliberativo abierto y desafiante, se trató en cambio de una impresión generalizada, de una convicción certera impulsada con humildad por quienes volvieron del frente, ya que trazando otro paralelo con los guerreros del Paraguay, los veteranos de Malvinas no reclamaron nada para sí. Subyace en esa humildad el culto al heroísmo y el especial respeto que merecen los muertos por la Patria.

Acorde a esa línea de pensamiento, Mariano Grondona supo explicar, con razón, que el significado de la Guerra de Malvinas trasciende a quienes fueron sus conductores, apuntando que desde las tumbas que quedaron en Malvinas “proviene un mensaje exigente. Una deuda. Una citación. Desde ellas, la Patria llama”. El clamor de esas tumbas, es la necesidad de no haber muerto por nada, en cierta medida la exigencia de transformar la derrota en victoria, no por declamaciones sino por hechos. Así, “si empujamos decisivamente hacia adelante a la Argentina, la vida y la muerte de todos aquellos adquirirán sentido. Si no lo hacemos su vida y su muerte serán vanas. ¿Se quiere una deuda más pesada que ésta?[iv]”.


[i] “Desde el frente. Batallón de Infantería de Marina N° 5”, Contraalmirante Carlos Hugo Robacio y suboficial mayor Jorge Ramón Hernández, Solaris SA, Argentina 1996.
[ii] “El combate de Goose Green”, Tcnl Italo Ángel Piaggi, Editorial Planeta, Argentina 1994.
[iii] “Desde el frente”. Notas preliminares.
[iv] “La Argentina como vocación”, Mariano Grondona, Editorial Planeta, Argentina 1995.

"El heroísmo y la gloria", Ariel Corbat, en: http://www.slideshare.net/plumaderecha/el-heroismo-y-la-gloria-pdf


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López

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