Néstor Kirchner extasiado ante una caja fuerte. |
Las imágenes de esa filmación son contundentes. Ataviado con sobretodo y ligeramente encorvado, Néstor Kirchner se abalanza sobre una caja fuerte. Desborda en el gesto su éxtasis morboso, la explicitación de un nervio excitado ante el objeto del deseo. Alucina con el detrás de la puerta de acero, donde intuye la gratificación de una pasión corporeizada. Moneda. Kirchner es él. La síntesis de muchos esfuerzos literarios por describir la obscena avaricia del usurero.
Cuando vi la escena entendí la coherencia del personaje, aquel que supo describir Daniel Gatti en "El amo del feudo". Allí está el estudiante que, en La Plata, vivía atento a la cotización del dólar y se apresuraba a cambiar los pesos que recibía de su familia en el sur. El mismo que, siendo abogado, no tuvo escrúpulos para hacer fortuna con la Circular 1050 de José Alfredo Martínez de Hoz. Y también aflora ahí el gobernador que puso en el misterio las regalías petroleras de la Provincia de Santa Cruz. Aunque sonámbulo deambulara creyéndose Perón, la única verdad es la realidad y Lupín se soñaba el tío del Pato Donald.
Era eso, y no podía ser otra cosa. Estaba en su naturaleza. Por eso cuando llegó a la Presidencia dijo aquella declaración, de apariencia virtuosa, acerca de no dejar sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno. Y no lo hizo, sus convicciones eran las del usurero, nada trascendente; clink caja, que todo lo demás fue fulbito para la tribuna.
Pobre tipo. Ahora yace en una bóveda, tan muerto como cualquier otro muerto.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López.