Cumpliéndose un año ya de la muerte de Néstor Kirchner y habiendo sido electa para un nuevo mandato presidencial con mayoría de votos, no tiene mucho sentido que la Presidente Cristina Fernández, al fin de cuentas nuestra representante ante el mundo, siga vistiendo de luto. Ese luto exagerado y para mi gusto sobreactuado.
La Reina Victoria, quien marcó una época, vistió un riguroso luto durante tres años desde la muerte de su marido y continuó con medio luto por el resto de su vida. Dificilmente queremos los argentinos una Presidente Victoriana, por más que venga del Frente Para la Victoria.
El día en que abra su nuevo período se presenta como la mejor oportunidad de retornar a los colores vivos. Una viuda envuelta en negro siempre inspira sentimientos solidarios y compasivos, pero verla bailando el otro día planteaba una contradicción cercana al ridículo que, honestamente, le conviene resolver para el lado de la milonga. Más allá de bailar con la misma gracia de Mauricio Macri (formarían una pareja para alquilar balcones) nuestra Presidente no tiene motivos para prolongar el luto, sus militantes le reclaman alegría y sus leales adversarios -entre los que revisto- no le deseamos tristeza alguna.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
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