Estimado Dr. Daniel Rafecas:
Escuché atentamente su discurso del 18 de Julio de 2011, pronunciado en ocasión de recordar un nuevo aniversario del atentado contra la AMIA. Luego de escucharlo, y reflexionar sobre su contenido, me brota desde mis convicciones republicanas la necesidad de hacer algunas consideraciones que creo necesarias.
Ese discurso ha sido políticamente correcto, moralmente insuficiente e intelectualmente cobarde.
En dos sentidos políticamente correcto. En el buen sentido de la expresión, desde que en lo que refiere al atentado en sí no hay una sola frase que no pueda ser refrendada por cualquier ciudadano de bien; pero esa corrección política se torna negativa, en todo el sentido peyorativo de la etiqueta, cuando -complaciente con el relato falseado de la historia que intenta oficializar el kirchnerismo- alude a los años de plomo con una liviandad que no condice con la buena altura intelectual que se reconoce al disertante.
Moralmente insuficiente porque planteando su perplejidad frente al “mal absoluto”, elude responder a fondo su propia pregunta sobre cómo pudo haber sido humanamente posible. La noción del bien y del mal, mi respetado Doctor Rafecas, es puramente una creación humana, por eso es que tanto las más gratificantes demostraciones de bondad, como las más mortificantes demostraciones de maldad, son humanamente posibles; tanto en pueblos como en individuos. De allí que hablar de “mal absoluto” conlleva tomar excesiva distancia, la necesaria para quedarse en la comodidad del desentendido, como si aquellos quienes –eventualmente, según el momento histórico- protagonizaran hechos de barbarie fueran monstruos incomprensibles o seres de otros mundos. Resulta hasta peligroso hablar de “mal absoluto”, porque negando la humanidad de los malditos se corre el riesgo de caer en los mismos horrores que Usted y yo condenamos; esos que el bondadoso humano justificaría diciendo, como tantas veces hasta aquí: “si al fin de cuentas ellos no son humanos”.
Intelectualmente cobarde si se entiende que el pensamiento (particularmente el de un Juez de la Nación) debe ser crítico, inmune a los dictados del poder, -aunque la Presidente de la Nación se encuentre entre el auditorio- y porque no puede reclamarse memoria consolidando evidentes olvidos. Cuando alguien honestamente se pregunta cómo han sido posibles las salvajadas de la represión ilegal en la Argentina, una respuesta igual de honesta debe contemplar lo que el relato en boga insiste en silenciar. Eso que Ud. llama “mal absoluto” no fue aquí patrimonio exclusivo de los militares y sus cómplices; el Vesubio y otras barbaridades dieron apenas otra vuelta en la espiral de odio que antes del golpe alimentaron las organizaciones guerrilleras. Entre las “cárceles del pueblo” y los centros clandestinos no hay diferencia conceptual, únicamente de disponibilidad de recursos. El mismo “mal absoluto” que mató a 84 personas en la AMIA el 18 de Julio de 1994, había matado a 23 personas y herido a otras 60 mediante la bomba de Montoneros que estalló el 2 de Julio de 1976 en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal. Una fue más fuerte que la otra, pero iguales en la lógica del terror y el desprecio por la vida. Del mismo modo, entre el asesino de alguno de los adolescentes a los que Ud. aludió en su discurso, y el asesino que puso su bomba en manos de Adriana Komblihtt el 31 de Marzo de 1977, día en que cumplía 16 años, y la mandó a atentar contra una Comisaría, donde murió al explotarle el artefacto, no hay diferencia de moral ni de maldad.
Sobre sus omisiones, que a todas luces no son obra del descuido, cabe entender que su retórica de no cesar en la búsqueda de justicia y castigo a todos los culpables no incluye a todos los crímenes. Ello tal como lo sostiene la corriente de pensamiento hoy predominante en el país, que excusa lo actuado por las organizaciones guerrilleras al negarles la categoría de crímenes de lesa humanidad porque tales delitos solo podrían ser cometidos por fuerzas estatales. Pues bien, aún en ese caso, están más que documentados los vínculos de la guerrilla con el interés del Estado de la Cuba castrista por exportar su modelo dictatorial, con absoluta afinidad ideológica en el caso del ERP, y grotescamente en el caso de Montoneros, organización que además de haber dominado estructuras estatales argentinas durante el gobierno de Cámpora estableció su comandancia militar en La Habana entre 1978 y 1982. Montoneros, acaso traicionando su origen, terminó siendo bien pronto parte del aparato paraestatal de la dictadura castrista, de la cual recibieron instrucción, apoyo, logística y también órdenes. Piénsese en Rodolfo Walsh, quien antes de ser Jefe de Inteligencia de Montoneros ya era agente de la inteligencia cubana, súmese a ello que parte del dinero obtenido como rescate por el secuestro de los hermanos Born (en el que Walsh actuó como interrogador) fue depositado en Cuba, que no era exactamente un paraíso financiero, y se tienen elementos como para dudar de la "independencia" de Montoneros; duda que desaparece rendida ante la confirmación con esos cuatro años de la "Comandancia" de la Orga establecida en La Habana.
Ya para terminar, Dr. Rafecas, quiero decirle que así como no creo en la existencia del "mal absoluto", tampoco creo que sea posible una "justicia absoluta", me conformo pues con una justicia posible, contextualizada y memoriosa. Así es loable su llamado a incorporar contenidos educativos para mantener la memoria de la AMIA entre las nuevas generaciones, pero esa memoria, como la Justicia, no debe ser parcial ni puesta al servicio del rédito político. Dudo mucho que sea intención del Ministro Sileoni, en tanto parte de un Gobierno que falsea la historia reciente, contribuir a ese objetivo.
Sin otro particular, le saludo cordialmente.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
DISCURSO DEL DR. DANIEL RAFECAS DURANTE EL ACTO DEL 18 DE JULIO DE 2011 EN RECORDACIÓN DEL ATENTADO CONTRA LA AMIA.
“Como hombre de Derecho me acerqué hace muchos años ya, azorado, a ese acontecimiento terrible en la historia de la humanidad que ocurrió exactamente hace 70 años y que constituye el crimen más decididamente injusto de nuestra civilización, la shoá. Seis millones de víctimas inocentes, entre ellas un millón y medio de niños, asesinados cruelmente, salvajemente, fríamente, mediante fusilamientos, por hambre, por frío y en las cámaras de gas. Luego de años de investigar, de estudiar este tema, luego de años y años de acompañar a los sobrevivientes en el trabajo en el Museo del Holocausto en Buenos Aires, en Yad Vashem en Jerusalén, luego de haber recorrido los campos de exterminio en Polonia sigo exactamente en el mismo lugar en el que comencé, inmóvil, perplejo, preguntándome ¿cómo pudo haber sido humanamente posible? Luego. Años después, como miembro de la Justicia Argentina me tocó buscar verdad y justicia respecto del terrorismo de Estado en nuestro país y reconstruir la vida cotidiana en los centros clandestinos de detención y tortura, ese producto tan genuino, tan acabado de los militares argentinos, y sus cómplices, entre ellos, entre esos centros clandestinos quiero destacar uno en particular, el Vesubio. El viernes pasado jueces de un tribunal oral encontraron culpables a todos los imputados, en ese centro clandestino al menos el 15% de sus cautivos eran de origen judío, pero además de eso se demostró judicialmente que el hecho de ser judío en un centro clandestino significaba un especial ensañamiento, un especial trato de brutalidad, de humillación, y además, también esta probado que ser judío en un centro clandestino en la argentina significaba tener mayores chances de pasar a ser, de formar parte de un traslado, es decir pasar a ser un desaparecido. Y luego, en plena recuperación de la democracia, en 1994, una vez más la devastación, una vez más el terror, una vez más la parálisis en el sangriento atentado a la mutual judía argentina hace exactamente 17 años un 18 de Julio como hoy. ¿Cómo pudo haber sido humanamente posible? Una y otra vez la misma pregunta. La comunidad internacional frente a estos crímenes indudablemente de lesa humanidad nos traen un mensaje implacable, debemos procurar verdad y justicia, no importa el tiempo que insuma, hay que remover todos lo obstáculos materiales y jurídicos, nacionales e internacionales, para llegar a ese cometido. La comunidad internacional no tiene esta consigna gratuitamente, son siglos y siglos de aprendizaje de lo que es la civilización del hombre. Es que los perpetradores de este tipo de crímenes no solamente dedican esfuerzos para lograr la perpetración del genocidio, del crimen de lesa humanidad, logran, también buscan de igual manera la posterior impunidad y esta procura de impunidad duran, 10, 20, 30, 50 años, y no va a cesar hasta tanto logren su objetivo que es el olvido y la impunidad. No tenemos que permitirlo. ¿Qué tienen en común la Shoá, el Vesubio, el Atentado a la Amia? Los tres son clarísimas manifestaciones del mal, el mal más desnudo, el mal radical, el mal más acabado y definitivo. El mal absoluto. ¿Cómo alguien se le puede ocurrir que vamos a cesar en la búsqueda de justicia y de castigo a todos los culpables? El peor de los rostros de ese mal, la humanidad lo contempló en 1943 con las cenizas de los hornos crematorios, en 1977 con los vuelos de la muerte y en 1994 con esas imágenes imborrables en donde mucha gente intentaba remover los escombros de aquello que había sido una vez la orgullosa mutual judía de la republica argentina. Pero el mal absoluto no es el único punto en común de estos tres aberrantes episodios. ¿Acaso alguien puede poner en cuestionamiento que detrás de estos tres episodios está el fenómeno del antisemitismo más visceral? Es cierto, Auschwitz es un atentado contra toda la humanidad, la AMIA es un atentado contra toda la sociedad argentina, yo también suscribo esto, pero no tenemos que dejar nunca de tener presente que los perpetradores buscaban un objetivo, y el objetivo es atacar a la comunidad judía. Los que no somos judíos debemos meditar profundamente sobre esta cuestión. Tenemos que ponernos en el lugar de un clan familiar de origen judío que vivía a principios del Siglo XX en la Europa central, perseguido por el régimen zaristas y sus pogromos, un clan familiar que durante el holocausto fue diezmado prácticamente hasta desaparecer. Sus contados sobrevivientes, que o bien se fueron de Europa antes de la guerra, o escaparon de alguna manera a la muerte, llegaron, se afincaron en nuestro país, muchos de ellos trayendo los ideales de justicia social y de libertad que siempre engalanaron al pueblo judío, por esos ideales de justicia social y de libertad muchos de los hijos e hijas de esos inmigrantes europeos judíos fueron secuestrados, torturados y desaparecidos durante la última dictadura militar. Me viene el nombre de Mauricio Wainstein, me viene el nombre de Daniel Lázaro Rus, me viene el nombre de Franca Jarach y otros dos mil desaparecidos judíos durante la última dictadura. Para terminar este viaje y ponernos en el lugar del colectivo judío argentino, en 1994 de nuevo la devastación, de nuevo la destrucción, de nuevo la muerte de la mano del odio antisemita, del mal absoluto antisemita. Ahí está la historia de Noemí Reisfeld una mujer que murió en el atentado a la AMIA y que a los 17 años había tenido que exiliarse perseguida por la dictadura para no ser secuestrada y encontró su destino en el atentado. Ahí está la historia de Susana Wolinski de Kreiman, madre de dos hijas, la responsable de la bolsa de trabajo de la AMIA, hija de sobrevivientes del holocausto, el mal absoluto antisemita la alcanzó finalmente el 18 de julio de 1994. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? Me pregunto. Quiero ponerlo en una suerte de secuencia esto que estoy diciendo. Cuando mis abuelos fueron adultos fueron contemporáneos a la shoá, cuando mis padres fueron adultos padecieron el terrorismo de Estado, mi generación cuando fue adulta padeció y vivió el atentado a la AMIA. Si hay olvido e impunidad, si hay olvido e impunidad, el mal absoluto antisemita, sólo cabe preguntarnos ¿con qué rostro se le va a presentar a la generación de nuestros hijos? No debemos permitir que esto vuelva a suceder, no debemos permitir que esto vuelva a suceder, todas las fuerzas políticas, todas las autoridades nacionales, locales, debemos ponernos de acuerdo y llevar verdad y justicia frente a estos crímenes. El Poder Judicial, el Ministerio Público, todos, todas las fuerzas vivas de nuestro país tienen que encolumnarse tras este cometido, tras este imperativo. El hecho de que estén presentes aquí la Presidenta de la Nación, buena parte de su gabinete y otras autoridades del Gobierno Nacional son elocuentes en este sentido. Por último, me rodean aquí y debajo del estrado los familiares de las víctimas del atentado, ellos exigen de nosotros todo nuestro esfuerzo, todo nuestro empeño para obtener verdad y justicia, y también para mantener la memoria. La memoria es fundamental, sobre todo respecto de las nuevas generaciones, aquí está el Ministro de Educación, Sileoni, tenemos que introducir más información acerca de lo que fue el atentado a la AMIA en los contenidos educativos, esto es fundamental. Los reclamos y las banderas de los familiares del atentado a la AMIA deben ser nuestros reclamos y nuestras banderas, no nos podemos equivocar en este sentido, porque esos reclamos y esas banderas no son otra cosa que la búsqueda del afianzamiento de la Justicia, la búsqueda de la preservación y el aseguramiento de la paz, la búsqueda del honrar la vida. Y finalmente, esos reclamos y esas banderas de los queridos familiares del atentado a la AMIA nos van a ayudar para consolidar de una vez por todas nuestra siempre joven democracia”.
Dr Daniel Rafecas (foto de AMIA- http://www.amia.org.ar) |
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