En el presente, signado acaso por la insoportable brevedad de Twitter, la defensa de las ideas -cualquiera que estas sean- se ha convertido en una tarea improbable.
El discurso dominante no es reflexivo, y se nota. Son contados los foros donde se argumenta con verdadero interés por discernir. La duda, esa jactancia de los intelectuales, pareciera estar muy mal vista en estos tiempos. Así priman las supuestas verdades rimbombantes expuestas en 140 caracteres, afirmaciones temerariamente tajantes con la suficiente carga de autoritarismo como para evidenciar que la verdad no está en juego y que por ende la opinión del otro no cuenta. De allí al agravio hay menos de un paso.
Las redes sociales, que han venido a revitalizar el derecho constitucional de publicar las ideas por la prensa sin censura previa, aparecen copadas por la proliferación de slongans. Un slogan no está mal en el marco de una campaña publicitaria, o cuando tiene un sustento detrás, pero mayoritariamente lo que se exhibe es letra vacía, una cáscara frágil que al romperse libera insultos. La gratificación inmediata del agravio está siendo preferida al laborioso regocijo de pensar.
En los ámbitos donde la duda se considera debilidad las convicciones pierden autenticidad. Por el contrario, las convicciones que permanentemente son puestas a prueba por la duda actualizan su vigor. Hoy abundan convicciones "indiscutibles" que transforman en traidor al que duda y en enemigo al que disiente, MIEDO A TOMAR EL RIESGO DE ESTAR EQUIVOCADO. Y esto se aplica a propios y extraños, lo observo tanto entre quienes comparten mis ideas como en quienes no.
Como nunca antes pensar es el imperativo del presente. La maravilla que representan los avances tecnológicos, dando vértigo a las comunicaciones y la información, no deberían contribuir al tumulto sino ser útiles a la razón.
Cuando protesto en estos términos, no faltan quienes me dicen que todo año electoral es un mal año para pensar. No encuentro razones para resignarnos a que así deba ser, ni estoy dispuesto a caer en la crispación de los que fomentan el embrutecimiento.
Quiero que mis convicciones sigan siendo auténticas, que sean puestas a prueba por las razones del otro y por las dudas propias.
Ayudémonos a pensar.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
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