jueves, 27 de mayo de 2010

A VUELTA DE CORREO: RESPUESTA A LA CARTA ABIERTA DE ORLANDO BARONE



SUPONE BARONE


El humor de la Revista Barcelona se torna un tanto previsible y reiterativo si uno compra cada edición que gana la calle, por eso es conveniente leerla en forma alternada, dejando pasar uno o dos números entre cada lectura. Pero a no desesperar, que mientras tanto podemos leer “El Argentino”, publicación que por su bochornosa obsecuencia oficialista involuntariamente está generando una nueva veta humorística. Y además es gratis, tan gratis como el fútbol que pagamos todos para que los goles no vuelvan a ser secuestrados, consigna kirchnerista sin dudas inspirada en aquella célebre observación del Ingeniero Álvaro Alsogaray: “Los argentinos queremos goles”.

Cuánto más se esfuerza el kirchnerismo por diferenciarse del menemismo, el juego de encontrar las diferencias se hace más fácil y también divertido. Así, la misma vergüenza ajena que causaba ver en la pantalla de la televisión pública al recontra menemista Pedro Olgo Ochoa, es la que provoca hoy su émulo kirchnerista Orlando Barone.

El 27 de Mayo de 2010, leer la carta abierta de Orlando Barone en “El Argentino”, titulada “La historia ‘desescribida’ y la que se está escribiendo” es tener constancia de la mediocridad, el resentimiento y el autoritarismo latente en quienes inflan la burbuja oficial. Se diría que a Barone le atrasan las ideas, pero no son ideas, apenas son prejuicios.

Supone Barone la existencia de historiadores “cautivos del miriñaque y del frac, del apellido largo y de la heráldica de choznos”. Supone también que tales historiadores centrarían el relato del Bicentenario en el Teatro Colón, en la ausencia de la Presidente y en la crispación alentada por el Gobierno. De igual modo supone Barone que ese tipo de historia sería aprobada por los medios, sus aliados naturales y por algunos “desorientados cronistas que no encuentran su lugar en el no lugar desde donde quieren relatarnos”. Finalmente supone Barone que todo lo que no sea kirchnerismo puro está ya muerto y “siguen la Patria desde sus criptas”. Todo esto supone Barone; y supone mal.

Supone por mediocridad, pues se necesita haber leído muy pocos libros de historia, o ninguno, para meter todo en la misma bolsa y formarse tan pobre impresión acerca de los historiadores; Mitre, padre de la historiografía argentina, es un apellido corto y un patriota largo que supo interpretar cuál era la responsabilidad de su pluma de cara al futuro, el biógrafo Manuel Gálvez pudo combinar muy bien la admiración con la crítica, y ni ellos ni tantos otros presumieron de estar contándonos “La historia argentina que no nos contaron” como sí lo hizo Pacho O’Donnell poniendo título a un libro sin ninguna revelación ni mérito, y mucho menos cayeron en la mezquindad de tomar los hechos del pasado desplazando el contexto histórico a favor de la lente ideologizada que los juzga desde el presente, como hace Felipe Pigna. Denostar la heráldica de los choznos es querer agraviar por portación de apellido a quienes provienen de familias con permanente y activa participación en la vida argentina desde los tiempos de la Colonia. Nada es menos democrático que valorar o desmerecer a las personas por su apellido. Resulta muy natural que por el orgullo de sus raíces los choznos se sientan motivados a realizar estudios históricos. No es en definitiva por el apellido que debe valorarse una obra histórica, ni siquiera se necesita ser natural del país para aportar a nuestra historiografía, por caso baste citar a Paul Groussac, o más cerca en el tiempo a Richard Gillespie con “Soldados de Perón”.

Supone por resentimiento –con razones que él sabrá inventarse-, al renegar del pasado y querer que se escriba una nueva historia a su gusto y antojo. Por eso celebra la nueva galería de próceres latinoamericanos con la pretendida entronización del criminal Ernesto Guevara como patriota latinoamericano. Ese apátrida comunista, apóstol del odio cuyo retrato fue aportado por los hermanos que tiranizan a Cuba, no hizo por el bienestar del continente más que dejar el reguero de sangre y una rancia dictadura de medio siglo. Incapaz de poner a un lado sus rencores (se necesita algo de grandeza para hacerlo), supone Barone que Héctor Magnetto no debería haber participado de los festejos del Bicentenario, y que su presencia en el Teatro Colón “fue una afrenta de esas afrentas sociales a las que la concurrencia no consideró afrenta”. Desde luego que nadie lo consideró una afrenta, porque de ninguna manera podía ser una afrenta, salvo claro, en las resentidas suposiciones de Orlando Barone que de tanto denostar la alfombra roja del Teatro Colón parece estar mordiéndose los codos por no haber desfilado en ella.

Supone por autoritarismo, porque es autoritario creer que las celebraciones Patrias le corresponden o puedan servirle a una facción. Los que estuvimos en las calles celebrando nuestra argentinidad lo hicimos pese al Gobierno y pese a la oposición, sin entrar en la mezquina pequeñez de buena parte de la dirigencia política. Ya sea en el Teatro Colón, en el patio de una escuela, en la Avenida 9 de Julio, en la plaza del pueblo, o compartiendo el locro en las entidades sociales, no hubo demostraciones partidarias por parte de la ciudadanía, hasta Guillermo Moreno entendió (por una vez, al menos) al abrazarse con Federico Pinedo que el espíritu de la celebración trasciende la coyuntura del presente.

En el futuro se recordará del Bicentenario la masiva concurrencia a los festejos y también la reinauguración del Teatro Colón que es patrimonio y orgullo de todos los argentinos; luego habrá quien se encargue de contar las anécdotas, así alguno dirá como Barone que “se vio a la Presidenta entre todos moviéndose al ritmo popular de las comparsas” y no faltará quien recuerde el desubicado gesto de ponerse en la cabeza el gorro de una murga con la inscripción “Kirchner 2011”. Todo es historia, enseñaba Félix Luna, y torpes son los intentos de borrar lo que fue escrito o dirigir lo que se vaya a escribir. La historia es una ciencia libre.

Al igual que los muertos de Benito Durante, los muertos que mata Barone gozan todos de buena salud. Las criptas tienen quien las cuide, porque allí están muchos héroes del pueblo argentino, y seguirán estando cuando en la vida -como en el desfile del Bicentenario- pase la burbuja que simboliza el presente. Hay más vida en esas criptas, que en esta pompa de jabón.



Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López

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