miércoles, 18 de febrero de 2009

MARTÍN BALZA, UNA OPINIÓN

MARTÍN BALZA, UNA OPINIÓN.


Al General Martín Balza, como a cualquier otro Veterano de la Guerra de Malvinas, siempre le estaré agradecido por haber combatido en defensa de la Patria. La foto denominada “Hasta el último cartucho” es harto elocuente al describir el esfuerzo de los artilleros en las islas, y una imagen que automáticamente asocio con la personalidad del actual Embajador en Colombia. Por esa condición y por el destacado rol que ha jugado en la conducción del Ejército Argentino, incluyendo la valiosa crítica de 1995 sobre lo actuado por los militares en los años de plomo, presto especial atención a sus opiniones y me quedo meditando cuando encuentro que tenemos diferentes enfoques. Lo aprecio.

Así leo - y releo- el 18 de Febrero, en la página de “Tribuna” del diario Clarín, su artículo titulado “Falta quebrar el pacto de silencio”.

Sostiene Balza, con acierto, que al analizar lo sucedido con las Fuerzas Armadas a partir de 1976: “No se puede caer en la simplificación de pensar que o los mandos militares enloquecieron súbitamente o siempre fueron un hato de asesinos”. Consecuentemente reconoce “un fermento preexistente instaurado en gran parte de la sociedad argentina” y ensaya un breve repaso histórico, haciendo eje en los golpes de Estado sucedidos desde 1930 en adelante, para explicar la creación del terrorismo de Estado sin olvidar el apoyo de “sectores civiles constituidos en grupos de interés y presión”.

No me queda claro, a tenor del artículo, si considera Balza entre esos sectores civiles a las organizaciones terroristas que proliferaron en los 70, Montoneros y ERP principalmente, que junto con todos aquellos que les prestaron apoyo logístico e ideológico también contribuyeron a la masacre. Llamativamente opta por una referencia genérica a las “víctimas” de las brutalidades perpetradas por la dictadura, omitiendo en todo momento contemplar los crímenes de los guerrilleros como causa sine qua non para la existencia de la represión ilegal.

No encuentro argumentos para considerar que los actos terroristas de las organizaciones lanzadas a la guerra revolucionaria sean menos graves que los actos terroristas de las fuerzas encargadas de sostener para el Estado el monopolio de la violencia. Ese escalonamiento, que permite olvidar los crímenes de unos y condenar por lesa humanidad los de otros, implica un relativismo moral y jurídico al servicio de hipócritas que aunque hablen de derechos humanos con gusto despedazarían la Constitución Nacional si pudieran instaurar aquí una dictadura guevarista o una demagogia bolivariana. Por otra parte, en el caso argentino, las organizaciones guerrilleras contaban con el apoyo de Estados extranjeros.

La sociedad argentina, tras el shock de Malvinas y a partir de los juicios a las cúpulas iniciados durante la Presidencia del Dr. Raúl Alfonsín, ya hizo su autocrítica sobre los gobiernos de facto y el rol de los militares, lo que se evidencia en notorios cambios culturales y en que no cabe ni remotamente la posibilidad de un golpe militar. Por eso, difícilmente pueda compartir la visión del General Balza sobre que no haya ninguna opción más que seguir adelante con los juicios, sin apelar a otros institutos, para evitar la repetición del pasado.

Aclaro que no tengo ninguna relación con los militares que están siendo juzgados por delitos de lesa humanidad, ni familiar, ni afectiva, ni comercial. Ni siquiera los conozco. Más aún, sostengo que el Proceso de Reorganización Nacional ha sido un fracaso absoluto, y que la guerrilla fue derrotada –cosa que celebro- a costa de utilizar una metodología aberrante, impuesta por cobardía, estupidez y afán delictivo de sus principales jerarcas –todo lo cual lamento-. Aún así, soy partidario de la amnistía, aplicar la irretroactividad de la ley penal o cualquier instituto que ponga fin a estos juicios; cuya dudosa utilidad parece ser satisfacer el rencor de los derrotados y distraer recursos que la Justicia debería aplicar al presente.

No sería otra mi posición si la persecución penal se dirigiera también a los guerrilleros que desde antes del Golpe atentaron contra la Constitución Nacional. Sin olvidar, y acaso sin reconciliación pero con tolerancia, hay que dar vuelta esa página de una vez por todas. No veo la lógica de continuar revolviendo la olla de aquellos podridos estofados después de haber sacado de las cárceles a los delirantes del MTP que en plena democracia ensangrentaron la República con la toma del Cuartel de La Tablada, ni a los obtusos carapintadas que protagonizaron el triste alzamiento de 1990. Aunque lo parecieran ninguno de esos dos hechos fue coletazo del pasado, sino atentados contra nuestro sistema democrático por parte de alucinados que se creen dueños de la verdad con posibilidad de disponer sobre la vida de los demás.

“La memoria de la verdad histórica”, concepto abarcativo de la comprensión total del pasado, no es lo mismo que “la memoria y la verdad histórica” que así separadas implican fragmentos seleccionados del ayer con los que se oculta intencionalmente parte del complejo mosaico de hechos, circunstancias y personalidades que marcaron a fuego los años de plomo.

Con el profundo respeto que me merece el General Martín Balza, le preguntaría, suponiendo que la ocasión se brindase, si no considera mucho más generosa, y provechosa para el país, la posición que sobre este tema impulsó el entonces Presidente Carlos Menem.

Para mí no hay mucha diferencia entre el Soldado Julio Cao y el Soldado Hermindo Luna, entre el Sargento Mario “Perro” Cisnero y el Sargento Roque Carmelo Cisterna, entre el Teniente Roberto Estévez y el Subteniente Rodolfo Berdina, todos ellos caídos en combate, todos ellos hombres del Ejército Argentino.

Todos ellos héroes de la Patria.

Honor a los combatientes, Gloria a los caídos.


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
http://www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López