sábado, 19 de diciembre de 2009

Pequeños placeres y divagaciones de las segundas lecturas.



En mi biblioteca, justo al lado de Juvenilla, aguardaba pacientemente su segunda lectura el libro de Ricardo Sáenz Hayes "Miguel Cané y su tiempo" (1851 -1905), publicado por la Editorial Guillermo Kraft Limitada de Buenos Aires en impresión del 12 de Abril de 1955.

El placer de la lectura es único en cada quien, intransferible desde que la relación entre el que lee y lo escrito va mucho más allá de la tinta en el papel. Tan personal, que volver a leer lo ya leído es otra experiencia, otro gusto, otras sustancia y otro tiempo, claro. Juvenilla fue lectura de las impuestas por obligación en la primaria, en cambio el libro de Hayes sobre Miguel Cané algo voluntario que encontré en alguna mesa de saldos de la Avenida Corrientes cuando ya estaba en la universidad.

Por ese entonces todavía no tenía noticias del militar venezolano que ganaría fama por su intentona golpista contra el Presidente Carlos Andrés Pérez, lo que le valió ir a la cárcel. Con esa simpatía inicial que despiertan los loquitos que parecen inofensivos, Chávez salió de prisión y caminó en soledad las calles de Buenos Aires. Por esas paradojas tragicómicas de la historia latinoamericana, el que hoy es tomado como referente por buena parte de la izquierda, originalmente sólo tuvo en la Argentina el apoyo de ultranacionalistas carapintadas encolumnados tras Mohamed Alí Seineldín.

"El Turco" Seineldín, fallecido en 2009, tenía una visión política muy distinta a la mía; adolecía, además de las limitaciones propias del nacionalismo católico, de cierta ingenuidad -estrecha y peligrosa- en su manera política de pensar. Estuve en su contra el 03 de Diciembre de 1990, me pareció bien que fuera preso y no estuve de acuerdo con que fuera indultado. A mi modo de entender le cabía la misma vara que a Enrique Haroldo Gorriarán Merlo por el ataque al cuartel de La Tablada el 23 de Enero de 1989. Los dos se habían alzado contra la democracia argentina, y no como un coletazo del pasado -cosa que si fueron las anteriores rebeldías militares-, por lo tanto no se debía ser indulgente. Indulgencia, dicho sea de paso, que sí tenía y tiene sentido en relación a hechos ocurridos antes del 10 de Diciembre de 1983.

Con todo, hay una diferencia fundamental entre Seineldín y Gorriarán Merlo. Seineldín fue un patriota que extravió el camino. Aún hoy después de muerto, y aunque en su oportunidad lo quise preso, valoro, agradezco, respeto y admiro su eficiencia como instructor militar y su coraje probado en combate. Él fue un patriota, equivocado, pero un patriota, en Tucumán y en Malvinas uno de los nuestros bajo la Generala Albiceleste.

Gorriarán Merlo en cambio no fue otra cosa más que un esbirro apátrida con vocación asesina al servicio del totalitarismo, un enemigo de la Nación que pretendió reemplazar la enseña de Belgrano con el sucio y ensangrentado trapo de la tiranía comunista.

Volviendo a Chávez desde esta disgresión, decía, su encumbramiento en el gobierno de Venezuela, con el conocimiento del personaje tal y como es de público y notorio, le otorgó nuevos alcances a la lectura del libro de Sáenz Hayes, por eso quisiera compartir con los lectores de La Pluma de la Derecha esta atinada observación Miguel Cané, cuya trascendencia y alcances fue notablemente advertida por su biógrafo. Presten atención a estas palabras:

"Cané se acredita de retratista con la semblanza de Guzmán Blanco. Lo que más resalta en las grandes líneas, es la fisonomía moral del dictador. A pesar suyo, tal vez, queriendo darnos la imagen del venezolano, superóse en el esfuerzo de penetración psicológica y trazó la semblanza del Dictador propiamente dicho, genérico, uno en el tiempo histórico:

'Cierta cultura nativa...; barniz de una sola capa de ilustración general; una colosal opinión de sí mismo, una soltura incomparable para resolver, en frases sentenciosas y estudiadas, los más arduos problemas sociales y políticos; teorías constitucionales abundantes, pero propias, exclusivas, que para nada tenían en cuenta ni la experiencia de la historia, ni las dificultades que el razonamiento podía oponerles. En política americana, árbitro, materia propia, dominio inenajenable, indivisible de su inteligencia. Heredero continuador de Bolívar, no sin señalar con cierta expresión de respetuosa compasión, los errores cometido por el Libertador. Un desprecio por los hombres análogo al que se le atribuye a Tarquino...' (Cané: Prosa Ligera, pág. 187 y siguiente)

Como suele acontecer con los pintores, Cané acaba por tenerle simpatía a su modelo... Es curioso cómo les agrada a ciertos intelectuales el dictador de otra época y de otro pueblo. César, y su prodigiosa reencarnación, Napoleón Bonaparte, ¡cómo seduce con sus ejércitos avasalladores y con el esplendor de su corona imperial! Pero vivir, tolerar, padecer el despotismo en carne propia, eso ya es cosa distinta".

(Saéz Hayes, libro citado, pág. 241 y siguiente).

Así la exquisita prosa de Ricardo Sáenz Hayes vuelve al paladar condimentada de presente, donde la alusión a Hugo Chávez resulta obvia, tonificando a su vez a un Miguel Cané que con el trazo firme para la descripción nunca olvidó su vocación periodística.

Finalmente, me agrada sobremanera advertir que la refrescada de este fragmento no es ningún descubrimiento mío, ya otros antes lo han subido a la red, lo cual demuestra que ni Cané, ni Sáenz Hayes han escrito en vano y en la lectura siguen vigentes.

Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López

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