lunes, 16 de noviembre de 2009

EL GUIÑO (un tango de amor escorado)





Hay cosas que veo en la calle y voy registrando, distintos personajes que cualquier tarde se mezclan en una sola historia hasta que sale un cuento con forma de letra de Tango. Digamos que en Vicente López había un hombre en una esquina de la Avenida Maipú que miraba al sudeste, hacia un edificio en el que alguna vez vivió la mujer de sus sueños. Digamos también que lo he vuelto a ver en otros hombres y en otras esquinas, acaso, vaya uno a saber, por causa de la misma mujer...


El mufa le guiña un verde, pero el tipo no camina. 
Sigue bien anclado a la baldosa de la esquina, 
la punta del zapato sobre el cordón de la vereda 
como un barco encallado sin timón y sin vela. 

Esta noche, no habrá taxi que tomar entre los taxis 
ni parar un bondi al que subir entre los bondis, 
esta noche si vos no estás, no hay lugar al que acudir. 
Soledad de no saber, qué hacer ni que decir.

Mira, sin mirar, las luces que se van por la avenida, 
a esa hora de adiós en que bostezan los floristas, 
la yuta en ronda a la puerta de la iglesia se persigna, 
y la radio pasa tangos que hieren como espinas. 

Nadie lo ve, los que pasan tienen algo para hacer, 
la razón existencial de un yugo que atender 
Todos quieren volver a casa, temprano antes que tarde 
todos, menos él, ya sin hogar al que volver 
aunque el mufa, que intuye el caso, guiñe un verde otra vez. 

Se sabe, la herida más profunda no es de sangre, 
la que te mata en vida te deja con el alma al aire,
no hay abrigo si al cerrojo lo rompió la llave. 
Unos pueden soportar el peso muerto de la carne
y otros no pueden más que dar dos pasos de trance. 
Por eso el mufa se apiadó del pobre guiñando rojos 
y él vio las luces de su final, como a tus ojos...


Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
Estado Libre Asociado de Vicente López.

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