Esta entrada está dedicada a la memoria del periodista y patriota argentino Manfred Schonfeld.
El 14 de Junio podría quedar estanco en la tristeza de la derrota y convertirse en una mera fecha de lamentaciones, lo cual sería muy del agrado de aquellos que no parecen encontrar otro sentido a la vida que regar lágrimas -falsas las más de las veces- y no hacer nada.
Prefiero ser de los que eligen otra opción y ver esta fecha como el día de las convicciones, un día para preguntarnos: ¿Qué tanto estamos dispuestos a dar por nuestro país? ¿Tenemos la entereza de vivir como pensamos?.
Son preguntas de apariencia simple, pero de compleja práctica. Es fácil arengar y sentirse acompañado desde la victoria, las derrotas en cambio son un desafío al temple.
Si el despliegue de tecnología bélica lanzado durante la Guerra del Golfo dejó en evidencia que la aspiración de volver a intentar Malvinas por la vía armada -dada la insalvable brecha existente entre nuestras capacidades y las del enemigo- está hoy abismalmente mucho más lejos de la realidad que en 1982, también sirve para revalorizar el esfuerzo enorme de nuestros combatientes.
Sin una clara conducción estratégica, las tropas argentinas en una guerra corta y furiosa hundieron barcos, derribaron aviones y combatieron cuerpo a cuerpo.
Los mezquinos de miras cortas podrán buscar, encontrar, y mostrar, mucha mierda para seguir desmalvinizando el espíritu de un pueblo agobiado por las penurias del día a día, pero nunca van a lograr eclipsar el coraje de los que tuvieron su hora con la Patria y poniéndole el pecho a todas las adversidades enfrentaron al invasor allí donde las palabras se traducen en hechos. Podría listar el nombre de los muertos, y sería en esencia la enumeración de virtudes que requiere nuestra sociedad para salir adelante: valor, abnegación, camaradería, sacrificio, disciplina, solidaridad, etc, etc, etc, y Libertad. Sí, digo Libertad. Porque incluso en la guerra, o mejor dicho, sobre todo en la guerra, hay un punto en el que el hombre elige ser lo que debe ser o no ser nada, y los nuestros, por notoria y abrumadora mayoría eligieron ser lo que debían ser.
Desde los correntinos del doce que cavaron trincheras con los cascos, pasando por los pilotos que surfearon las olas para atacar a la flota, hasta los bravos del quinto de marina que combatiendo hasta después del final lograron replegarse ordenadamente con las armas al hombro, todos sin excepción intentaron lo imposible. Es cierto e innegable que perdimos la guerra, aún así hay que reconocerle a los combatientes argentinos el mérito monumental de haber salvado el honor.
No es poca cosa el honor, y acaso -que hermosa es la palabra "acaso"- acaso digo, lo sea todo.
Algunos hablan de "derrota" con una estrechez mental que confina a quedarse vencidos por siempre, -al fin de cuentas piensa el cobarde que el encierro es un lugar seguro- desde luego no digo que haya que "festejar" el 14 de Junio, pero vale tenerlo bien marcado en el almanaque como un llamado imperioso a superar nuestras propias limitaciones. El generoso y desinteresado patriotismo de quienes combatieron en Malvinas debe ser una motivación para afrontar el presente, ya desde lo social como desde lo personal ¿qué son nuestros problemas comparados con la circunstancia en la que ellos se vieron inmersos?. Poca cosa, realmente poca cosa. Tratando de arrimarnos apenas un poquito al alma de quienes combatieron en Malvinas podemos hacer un país muchísimo mejor.
Pensar Malvinas es mirar el futuro, ahora ¿querés pensar como se vive o querés vivir como pensás? ¿Tenés lo que hay que tener? ¿Lo tienes...?
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López.
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