viernes, 10 de octubre de 2008

EPIFANIO EN CAFÉ HOMERO, recitado de Ariel Corbat.


Los invito a compartir este manojo de sentimientos puestos en “Epifanio en Café Homero”, clickeando aquí:
Acompaño una semblanza de Café Homero y texto de la letra. Espero sus comentarios. Se agradece difundir. ¡VIVA EL TANGO!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López
CAFÉ HOMERO

En cierto modo Café Homero es mío. Tan así como sentimos nuestras las cosas que amamos y se da fe de la propiedad en la escribanía del alma. Referencia obligada de mi vida, desde la primer noche en que pisé sus baldosas supe que allí jugaba de local. En su arquitectura simple, esas paredes que supieron ser un depósito de huevos enmarcan la amplitud exacta para la expresividad del Tango. Más sería mucho, menos sería poco. Las mesas abajo, el balcón arriba, la barra al fondo y el escenario al lado, cerca de todos, bien cerca, a esa distancia de arrimarse en que se mezclan los latidos.
Pienso Café Homero, donde la vivencia del Tango definió mis gustos por las voces de Rubén Juárez, Raúl Lavié, José Angel Trelles y Jorgito Córdoba, un piano que acaricia José Ogivieki, las siluetas de Ricardo y Nicole, la poderosa batería de Cacho Arce, el bandoneón de Néstor Marconi, la poesía de Horacio Ferrer, Eladia Blazquez y Juanca Tavera, la autenticidad del Paya Díaz con las Guitarras Argentinas, Pichi Sandri, los decires de Roberto Goyeneche, el fueye blanco del Negro… Sí, yo me hice ahí. Me puse esa camiseta y no me la quité jamás.
Una noche… No, no quiero ventilar las anécdotas de mis noches en Homero, no sabría dónde detenerme, pero sí mencionar a Rody Groppo, “Lucky” Luciano, el Tano, Horacio, Martín y esa rubia loca dejando abierta la ventana para que los duendes den vueltas por los cielos del barrio.
Queriendo sintetizar en uno a la maravillosa fauna tanguera que conocí en Homero surgió “Epifanio”. Hoy, cuando el destino de sus ladrillos aún está por verse, me doy cuenta que la magia del lugar va mucho más allá. Pasé lo que pasé, los epifanios que tuvimos la dicha de vivir el Tango en Café Homero, llevamos aquellas emociones en el pecho. Las puertas de ese Café Homero emocional no podrán cerrarse jamás, y acaso, acaso digo, justo así sean las puertas del cielo.
EPIFANIO EN CAFÉ HOMERO
(A tío Antonio)
Desplegado el gran manto del Joyero
le cayó un diamante a Palermo Viejo,
donde las voces son fuego y misterio
porque los tangos invocan a Homero.
Cerca de las cuatro, al terminar la función,
replicaban los aplausos inundando la Cabrera.
Noche de revelación, que no quiso ser otra noche más,
algo andaba de ronda ensanchando la emoción.
Cuando Epifanio salió de Homero se arrodilló en la vereda.
La luna en los adoquines era una luz celestial.
Abrió los brazos de par en par,
tan borracho en la verdad
que vertiendo lágrimas de felicidad,
él, conocedor de todos los infiernos,
alzó la vista a las estrellas
dando gracias por el Tango, esa maldita bendición,
al Diablo y a Dios.
Y fue ahí, ahí mismo, que algo le respondió.
Vaya uno a saber si Dios, el Diablo o el Tango…
Vaya uno a saber…
La gracia de un don concedida,
la esperanza y la alegría,
su fe ciega en el sentido de la vida.
¡Ah! Mirá que, aunque jodida, es linda la vida.
Se puso en pie y empezó a correr,
riendo, saltando, girando
abrazándose a cualquiera,
zigzagueando el empedrado
gritando, casi cantando:
¡Bandoneones!
En el cielo
lo que hay son:
¡Bandoneones!
Bandoneones de escenario,
consagrados por aplausos.
Bandoneones, los del barrio,
en el patio solitario
de una casa en Paraná
a la sombra de la palta,
o el parral, de acá nomás.
Los de teclas afinadas,
los de pifias sin orquestas,
los del whisky y los del mate,
los de noche y madrugada,
mediodía, tarde y siempre…
¡Bandoneones, papá!
Bandoneones
Negros, blancos, de colores
Bandoneones.
¡Bandoneones!
En el cielo
lo que hay son:
¡Bandoneones!
Repetía inspirado
y religioso en su fervor,
con ojos desorbitados
de loco traspapelado
entre poemas de Ferrer.
¡Bandoneones!
En el cielo
lo que hay son:
¡Bandoneones!
¿Cómo no van a ser bandoneones?
Un pedacito del cielo en la tierra,
la mística del dos por cuatro,
redención de un alma en pena
y suspiro de paz en la guerra.
¡Bandoneones, doña!
Bandoneones…
¡Bandoneones!
En el cielo
Lo que hay son:
¡Bandoneones!
Tango: ¡Bendecida maldición!
A los gritos, exaltado,
insistía en el pregón
que no hay ángeles con arpas
ni querubines con flautas…
¡Qué va a haber!
¡El Reino entero es del bandoneón!
Y lo que insuflan los fueyes
es el aliento de Dios.
Por eso el Diablo, a fuerza de Tango
es un poco más ángel,
y un poco menos diablo,
cuando silba en dos por cuatro
secundando un bandoneón.
¡Bandoneones!
En el cielo
Lo que hay son:
¡Bandoneones!
¿Entendés?
¡Bandoneones, fierita!
Bandoneones…
Bandoneones, sí
Bandoneones ¿Qué más?
¡Bandoneones!
En el cielo
lo que hay son:
¡Bandoneones!
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha
Estado Libre Asociado de Vicente López.