A esta altura del año uno llega con el único deseo de despatarrarse en alguna reposera, aunque más no sea en el balcón o en la azotea. Y en eso estaba cuando participando del Grupo Perfiles del Tango llegó un mail que sin hablar de Tango reclamaba solidaridad para con la Directora del Colegio Mariano Acosta.
Refería el muy promocionado episodio de la manguereada a los alumnos en la fiesta de fin de año, un hecho menor a todas luces anecdótico. Una pavada que debió quedarse ahí.
Mi respuesta ante ese mail fue preguntar qué tenía que ver con el Tango, porque Perfiles del Tango es un grupo de interés específico, por lo tanto restringido al tema convocante. En el debate posterior alguien argumentó, como justificativo para ese mail, que el Tango no podía estar aislado de la realidad. Y esa es cosa con la que estoy enteramente de acuerdo, el Tango se nutre de la realidad, pero el asunto del manguerazo seguía siendo completamente ajeno al Tango.
Un poco para bajarle los decibeles a la discusión, otro poco por diversión, y otro mucho porque salió de un tirón, escribí entonces una letra de Tango basada en ese incidente menor. ¿Querés realidad? Yo te voy a dar realidad... Jé.
Y compartiendo con Uds. "Hoy -la vieja y la manguera-" me despido hasta el año que viene deseándoles tengan muy felices fiestas y un próspero 2009.
HOY
-La vieja y la manguera-
(Tango)
Hoy, que nos roban sin tener, cuando nos matan por matar, mientras nos mienten el ayer y el mañana está por ver.
Hoy, que los valores se retuercen, en los dientes que los muerden afilados de poder.
Pero hoy, todavía hoy, en esta vida y estos días, yo no dejo de creer voy buscando la dulzura toda risa se agradece como el pan y la ternura, el amor que es para siempre, y la palabra sin dobleces.
Hoy, perdoname si me río de la vieja y la manguera, pero en este carnaval todo esta fuera de lugar, yo no sé si es la manera de aplacar las lindas fieras en el patio de la escuela empaparse las remeras.
Hoy resulta que es lo mismo: La directora que un bombero. El general que un ordenanza. La vedette que un compañero.
Hoy, me río… de vos por este lío y al reír también me río de nosotros y de mí…
Pero hoy, todavía hoy, en esta vida y estos días, yo no dejo de creer voy buscando la dulzura toda risa se agradece como el pan y la ternura, el amor que es para siempre, y la palabra sin dobleces.
Es una frase hecha, cierto. Pero esas experesiones que alcanzan el reconocimiento de ser "frases hechas", lo logran por la eficiencia para trasmitir aquello que se desea comunicar.
Por lo tanto, satisfecho con el balance positivo que deja el año para este blog, y con algo de pereza contando las horas para tomar vacaciones, dejo de lado cualquier pretensión de originalidad para desearles, mis muy estimados lectores, tengan felices fiestas y un próspero 2009.
EL COMISARIO JUAN GELMAN Y SUS OLVIDOS ORGANIZADOS
Leo en Página/12 del 09 de Diciembre de 2008 que el Ministerio de Cultura español promovió el Primer Encuentro Internacional de Memoria Histórica en la Universidad de Salamanca, oportunidad en que Juan Gelman realizó la conferencia inaugural sobre “el imperativo moral de la memoria colectiva”.
Tras la lectura me pregunto si es posible que existan memoria y olvido como dos caras de una misma moneda. Gelman utiliza el recurso de victimizarse para discursear sobre la memoria, y testimoniando dolor se presenta como “padre de un hijo de 20 años secuestrado, torturado, asesinado en 1976 por la más reciente dictadura militar argentina, que también desapareció sus restos”. Narrando semejante pérdida el anciano “poeta” construye un púlpito blindado, porque ¿cómo cuestionar al pobre hombre al que le arrebataron su hijo y la nuera embarazada? ¿quién puede ser inmune a tanta aflicción?
Sin embargo, la “memoria colectiva” que como imperativo moral reclama edificar es una memoria selectiva, tendenciosamente descontextualizada, falta de autocrítica y cuyos cimientos se hormigonan con olvidos. En los 25 años que suma la República Argentina transitando por el empinado camino de la democracia, la prédica constante de minorías hiperactivas ha pasado –y sigue pasando- voluminosas facturas a la sociedad; siempre poniendo el foco sobre los errores y horrores de la represión. La represión a secas, excluyendo deliberadamente del discurso cualquier condena a las organizaciones terroristas que en nombre de utopías totalitarias dieron sustento a la barbarie.
Gelman afirma que “los comisarios del olvido tienen recursos y conocen su trabajo”, consecuentemente el artículo del Comisario Gelman no menciona a Montoneros ni una puta vez. Tampoco al ERP.
De eso no habla, silencio stampa. Ninguna reflexión sobre los derramadores de tinta que alentaron a otros a volcar sangres propias y ajenas. Nada de los personajes que ya peinando canas predicaron a favor de la violencia, los que sabiéndose con influencia sobre muchos jóvenes y adolescentes buscaron sumarlos a la lucha armada. Ni mus de quienes planificaban los atentados que esas manos imberbes ejecutaban. Eso sí, sostiene Gelman que “lo peor, verdaderamente lo peor, es la perversión que mancha a sectores políticos y sociales que, de un modo o de otro, por acción o por omisión, fueron cómplices de la matanza y callan lo que saben”. Impresionante definición, si tuviera altura moral para incluirse en ella.
Pablo Giussani dedicó su muy buen libro “Montoneros La Soberbia Armada” a la memoria perejilesca de la adolescente Adriana Komblihtt, apodada “La Turca”, quien murió el mismo día en que cumplía 16 años, 31 de Marzo de 1977, cuando detonó en sus manos la bomba con la que intentaba atentar contra una comisaría. Al pensar en los que deseando multiplicar los Vietnam reclutaron carne de cañón para que el Comandante Mario Firmenich, en su delirio macabro, pudiera alzar la bandera fanática del martirologio, me viene a la memoria este notable párrafo de Giussani que a continuación transcribo:
“Con horror pienso en el trágico fin de Adriana y en la personalidad de quien puedo haberla programado para esta inmolación. Si luego trato de asignarle un rostro y un nombre a esta personalidad, encuentro entre sus identidades posibles la de Paco, mi viejo y querido amigo Paco Urondo. Mi condena no se atenúa con este rostro a la vista; sólo se hace más doliente. Porque el rostro de Paco transparenta otros rostros, materialmente más distantes de aquel infanticidio, pero igualmente comprometidos con la cultura que lo hizo posible. Rostros que incluyen el mío, y los de toda una generación que pregonó la dialéctica de las ametralladoras, en un rapto de frivolidad literaria que más tarde sería asimilado en términos menos librescos por sus hijos”.
Lo vuelvo a leer ahora con mayor detenimiento, eventualmente visualizo el rostro de Francisco Urondo señalado por Giussani, pero no está solo, lo acompañan Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky, Norberto Habbeger, Miguel Bonasso, y también, por supuesto, el mediocre pero laureado “poeta” Juan Gelman. Gelman que hasta tiene el tupé de mostrarse como un mero perseguido político que para 1987 seguía exiliado en Francia, mientras aquí gobernaba el Presidente Alfonsín. Increíble las cosas que logra el marketing con la coctelera de memoria y olvido.
Nadie puede negar la autenticidad de su dolor a Gelman, lejos de mi ánimo atacar por ese lado, hacerlo sería considerarlo un monstruo. Y acá, como frente a la historia, no hay monstruos, tampoco ángeles ni demonios, sólo hombres. Por ende puede tener algo de razón al referir que los familiares de los desaparecidos sólo conocen la dolorosa mitad del crimen; pero cuando dice que la otra mitad yace oculta, custodiada por centinelas militares, policiales y eclesiásticos, allí debería añadir que tanto o mucho más ocultan los auténticos falsificadores de la historia y de la vida, esos que llenándoles las cabezas dijeron ayer: “animémonos y vayan”.
Néstor Rolán no es un divo. Tiene barrio y se le nota. Y eso ya nos dice mucho del tipo, porque siendo dueño de una voz privilegiada nunca se la creyó para mal. Sus lealtades están intactas. La nobleza del cantor se trasluce en la sencillez casi artesanal de su nuevo disco, titulado “Lo mejor de mí”.
En este mismo blog, ya he afirmado anteriormente que Néstor Rolán es el mejor intérprete para “El amor desolado”. De los pocos que pueden darse el lujo de cantar a capella sin que se extrañe a los músicos, creo que su vibrato poderoso y expresivo es, sin duda, una de las joyas del Tango. Fiel a su perfil romántico y repertorio clásico, ha grabado catorce temas que abren con “Entre la tierra y el cielo” del Paz Martínez y cierran con “Septiembre del 88” de Cacho Castaña. Resulta particularmente interesante en el orden del disco que haya dispuesto la apertura versionando en Tango la canción que popularizaron Los Nocheros, y finalizar con ese emotivo y visceral canto a la esperanza en la reescritura de la carta al compatriota emigrado, testimonio de la frustración en el agobiante descalabro al final del alfonsinismo y que -por las vueltas de la historia-, amenaza con latente actualidad. Insinúa que hay en el intérprete afán de búsqueda, ganas muy saludables de ir por más en quien tiene una reconocida trayectoria que supera los veinte años y raigambre que inmediatamente se asocia con “Grandes Valores del Tango”.
Tampoco es casual que justo al medio, la pista 7 la haya reservado para “El amor desolado” de José Disencha Sánchez y Alberto Cortez; su caballito de batalla lidera altivo la tropilla de tangos que galopan con el corazón retumbando sobre los cascos, como “Esta noche de copas”, “Hasta siempre amor”, y “Sin lágrimas”.
Recomiendo que presten atención a este disco, no sólo por el placer de escucharlo sino porque al hacerlo coincidirán conmigo en que el título resulta mentiroso: Nacido en el 62 –año de buena cosecha para el Tango y el país-, Néstor Rolán apenas ha comenzado a transitar la edad en que un cantor de tangos encuentra su plenitud. De ninguna manera podemos aceptar que este buen trabajo discográfico sea lo mejor de él: lo mejor, Néstor, lo mejor está por venir.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha.
http://www.plumaderecha.blogspot.com
Estado Libre Asociado de Vicente López.
“LO MEJOR DE MÍ”, NÉSTOR ROLÁN.
01.- Entre la tierra y el cielo – Paz Martínez
02.- Esta noche de copas – José María Contursi – Juán C. Howard
03.- Hasta siempre amor – Fernando Silva – Donatto Racciatti
04.- A tango limpio – Jorge Bocacci – Julián Ortiz
05.- Más solo que nunca – Enrique Dizeo – Federico Leone
06.- El último round – Chico Novarro
07.- El amor desolado – José Disencha Sánchez – Alberto Cortez
08.- Chiruza – Juan Darienzo – Nolo Domínguez.
09.- Sin lágrimas – José María Contursi – Charlo
10.- Que tarde que has venido – Carlos Waiss – Héctor Varela
11.- Antiguo reloj de cobre – Marvessi.
12.- Bailemos – Reinaldo Yiso – Pascual Mamone
13.- Andate por Dios – Raúl Hormaza – Eladio Blanco
Tengo el convencimiento que no se puede ser hincha de Huracán sin ser un poco hincha de San Lorenzo, ni se puede ser hincha de San Lorenzo sin ser un poco hincha de Huracán. Es algo recíproco e inevitable porque se trata de compartir un juego, porque sin el otro, sin el rival, no hay diversión. Escribo esto y escucho la voz de Don Antonio Carrizo, conocido hincha de Boca Juniors, modulando con alegría esa tan significativa y sincera consigna que suele repetir: "¡Ríver Plate: tu grato nombre!".
Con el Turco Alejandro no nos vemos muy seguido, las ocupaciones de uno y otro hacen que sea muy difícil encontrarnos. Sin embargo cada vez que San Lorenzo se tropieza lo llamo para gastarlo. Y él hace lo mismo cuando el Globo trastabilla. Así que aunque no nos vemos, hablamos muy seguido. Por el Turco, el Sabón Jorge y otros amigos que son del Cuervo, esperaba con ansias el clásico de este sábado. Hasta había pensado en ir a la cancha.
Pero esta vez no. Sólo saber que andan sueltos un montón de idiotas que creen que el fútbol es cosa de vida o muerte me rebela. No entiendo la falta de reacción ante los hechos de violencia por todos conocidos, esta cosa de que el show debe seguir me suena a derrota. Por ser de derecha, creo en el orden de la libertad, y soy partidario de reaccionar haciendo sentir que existe un deber ser. Los tipos que van al estadio y copan las tribunas con banderas en las que prevalecen las hojas de marihuana y el rostro asesino del Che Guevara no están ahí para ver el partido, sus trapos y humos se imponen por la prepotencia obstaculizando la visión del que sí paga una popular para observar el juego.
Si el folclore del fútbol sirve para apañar a los violentos, drogones y delincuentes que nada tienen que ver con el sano estilo de vida que propicia el deporte, entonces hay que asumir que ese folclore se ha distorsionado y cercenarlo de cuajo para devolverle el monopolio del protagonismo a los 22 futbolistas en el campo de juego.
El Ingeniero Jorge Newbery, Primer Héroe Civil de la República Argentina y el más ferviente impulsor del deporte que tuvo la Nación, comprendía cabalmente que la caballerosidad se contagia, la clave está en ejercitarla. Por eso debería ser obligatorio el cambio de camisetas al final de cada encuentro -cualquiera sea el resultado- y el saludar juntos a todos los sectores del estadio; ese simple gesto serviría para acomodar unos cuantos valores en su lugar.
Claro que no alcanzaría, también sería importante hacer desaparecer las tribunas y tener estadios completamente acondicionados con plateas. Hay que quitarle el lugar a los barrabravas y extinguirlos por asfixia al no dejar que se reagrupen en ningún lado.
Se puede erradicar la violencia del fútbol. Ninguna duda cabe de ello, pero al igual que en la canción de Miguel Mateos, para reponer valores en el alto sitial del que nunca debieron bajarse: "En la cocina hacen falta huevos".
Así que esta vez -mis queridos amigos cuervos- vamos a guardarnos las bromas; porque hay tanta estupidez y tan poca seriedad, que aquello que tenía gracia sencillamente la perdió.
Tan sólo los grandes artistas del Tango logran en sus presentaciones convencer a cada espectador de ser el destinatario de una función privada, y después de haber disfrutado el sábado su show en La Casona de Colombres puedo aseverar en forma terminante que Lucio Arce integra esa categoría selecta.
La propuesta artística es sumamente arriesgada y se juega sin red. El humor que abunda en sus letras, el preponderante formato musical de milonga con guitarras, su vestuario desde la gomina hasta los zapatos, la postura y alguna gestualidad coquetean con la posibilidad de la parodia. El valor de su puesta está en insinuar ese costado fácil, que podría ser atractivo para la caricatura, y plantándose muy cerca de la línea que divide la comedia del Tango dejar en claro, con elegancia, su auténtica pertenencia al dos por cuatro. A ese tipo de resolución, que no abunda, se le llama tener clase.
Si bien y adrede algunos acordes milongueros remiten a la primera mitad del siglo pasado, las letras de Arce se caracterizan por retratar el presente haciendo eje en lo cotidiano, esquivando los golpes bajos y sin enrolarse en la cantinela trillada. Tanto los personajes que aparecen en sus canciones, como las situaciones que describe, son cercanos y reconocibles, se multiplican por miles de rostros que en definitiva somos nosotros. En consecuencia es un show para tangueros de paladar negro, libre de la tan aborrecible “carnada para turistas” que huele mal, se ve peor y da vergüenza oírla.
En escena, la voz de Lucio Arce suena tan cálida y afinada como en la sala de grabación de la que salieron sus dos discos: “Tangos inesperados” y “¿Trajiste la guitarra?”, con pulmones de sobra para darse el lujo de dejar el micrófono a un lado y probar que esa gola no necesita las muletas de ningún filtro de estudio. Mucho y bueno es lo que aporta a la performance de Lucio Arce el -por ahora- trío de guitarras criollas Los del Zaguán: Sebastián Henríquez, Sergio Zabala -se luce cantando “Potrero Argentino”- y Mariano Lucesoli, este último en reemplazo del Director Musical Sebastián Luna que en el show del sábado estuvo ausente con aviso.
A diferencia de aquellos a los que conviene escuchar sólo en grabaciones, Lucio Arce logra en vivo darle valor agregado al disco, haciendo que cuando se lo vuelva a escuchar en casa se experimente otra vez la alegría del recital. Por el mismo misterio por el cual Gardel canta cada día mejor, estos discos después del vivo suenan aún mejor.
Del generoso repertorio, en el que no falta su caballito de batalla que es “La fiesta de Camacho”, vale destacar ese himno al sagrado ritual del asado con el sorprendente vuelo poético de una lágrima de grasa en “La última molleja”, como así también el despliegue histriónico de Arce interpretando “Esperando un balazo”, y, en la confidencia al contar el origen de sus letras, la particular e imborrable ternura de “Azul melancolía”. Les contaría más, pero corresponde dejarlo incomplé…
En definitiva, Lucio Arce y Los del Zaguán ofrecen un show de excelencia; pues asumiendo el desafío de arrancar bien alto se mantienen arriba con solvencia, sin baches ni altibajos.
RECOMENDACIÓN: No te los pierdas.
Lucio Arce y Los del Zaguán repiten el Sábado 22 de Noviembre a las 21:30 hs en La Casona de Colombres: Colombres 764, Boedo, Capital Federal. Reservas al 4932-3816 y 4866-1671.
Entrada: $ 15 (Sí: ¡Quince pesos! Más que ganga o bicoca es un precio tan bajo que parece otra mentira del INDEC).
DE ALBERTO NERY Y CARLOS MARÍN: UN HIMNO PARA EL ESTADO LIBRE ASOCIADO DE VICENTE LÓPEZ.
Toda canción tiene una historia entrelazada al misterio que marca su derrotero. Algunas estallan de inmediato, convirtiéndose en resonados éxitos que llegando muy profundo al corazón de la gente sintetizan la época y quedan para siempre en el recuerdo colectivo e individual. Tal el conocido caso de la canción “Lilí Marlene”, música para las emociones esenciales del ser humano cantada por soldados de la Segunda Guerra Mundial a ambos lados de cada trinchera. Los himnos nacionales son de esa clase de canciones, pero con un agregado de excelencia: iluminan el futuro porque logran representar el espíritu de sus pueblos. Ya se trate de La Marsellesa para los franceses, del The Star Spangled Banner para los estadounidenses, del Kimi ga Yo para los japoneses, el antiguo Het Wilhelmus para Holanda o el Oíd Mortales para los argentinos, cada Himno da cuenta de un origen común y grandes cosas hechas en el pasado, de la voluntad de sostenerse mutuamente en el presente y del esfuerzo colectivo para mantener la identidad común de cara al porvenir.
Me viene a la memoria cierta noche lejana en un bolichón de San Telmo, cuando algún ignoto cantor de Tango acomodando la guitarra preguntó a la concurrencia que le indicáramos por donde preferíamos que arrancara. Mi amigo Diego tuvo la respuesta inmediatamente: “Maestro: el Himno manda y abre, después todo el repertorio”. Entendiendo y consintiendo semejante afirmación el cantor atacó con las cuerdas de su guitarra los sones de Cambalache que alegremente cantamos a coro. No es una digresión, evoco aquella ocurrente salida para dejar bien de relieve que Himno es sinónimo de excelencia. Muchos tangueros consideran a Cambalache el Himno del Tango, y aunque me genere alguna reticencia, aquella noche sin duda que lo fue. Cosa curiosa que letra tan sombría como la de Discépolo, sentenciando “que el mundo fue y será una porquería”, pueda ser cantada de modo tan jovial.
Entonces, poner el mote de Himno a una canción es elogiar su capacidad de impacto en el pecho.
Esta introducción viene a cuento de una canción que no fue grabada, de cuya existencia no tenía ni remota idea, y que acaso -¡qué hermosa es la palabra “acaso”!- tenga un destino que alcanzar tras el largo sueño de más de cuatro décadas. La historia es esta:
Recientemente escribí un artículo titulado “El Estado Libre Asociado de Vicente López”, explicando algo en serio, bastante en broma, la razón de ser de esa humorada y orgullosa afirmación de identidad barrial o vecinal de darle al propio pago entidad de Patria Chica con aspiración de independencia.
Si bien lo de Estado Libre Asociado surgió de mí, la publicación tuvo un inesperado rebote desencadenado por el Dr. David Lawes, quien a través del correo electrónico me hizo saber que el célebre Profesor Amelio Ronco Ceruti promovía décadas atrás el lanzamiento de la “República de Vicente López”.
Y si ese dato me alegró muchísimo, porque ya tenía un antecedente a favor de las aspiraciones independentistas de los vicentelopinos, mis niveles de “contentura” crecieron geométricamente cuando Fernanda Barcano, a quien podríamos definir como una tanguera del ciberespacio, me advirtió que en el blog “El Tango y sus invitados” consultando la biografía del Maestro Alberto Nery había tropezado con la existencia de una marcha compuesta en 1962 que, con música de Alberto Nery y letra de Carlos Marín, lleva por título “República de Vicente López”.
Imaginen. De inmediato me comuniqué con el responsable de “El Tango y sus invitados” tratando de obtener mayor información. Jorge, de él se trata, a tono con el ánimo gamba que lo llevó a crear un blog para difundir y hacer conocer el disfrute del Tango, ofició diligentemente poniéndose en contacto con Norma Nery, hija del Maestro Alberto Nery.
Celosa guardiana del legado artístico de su padre, Norma Nery acudió al archivo buscando y buscando –téngase en cuenta, para valorar el esfuerzo de la búsqueda, lo muy fecunda que ha sido la obra del compositor y pianista Alberto Nery (1912-1993).
Será porque el que busca encuentra, o porque el hado del destino así lo tenía reservado, que Nery encontró lo que aparentaba yacer en el olvido enviándome copia de letra y partitura. Acaso, hermosa palabra vuelvo a decir, no haya sido más que para regalarme un momento de enorme felicidad, pero intuyo que esa obra no esperaba sólo por mí –no puedo ser merecedor de tanto-. Merece más, merece el reconocimiento del Estado Libre Asociado de Vicente López, porque la dupla Nery-Marín que ha dado tangos como “Volvé Mimosa” y “Suburbio gris”, también nos ha dejado, aguardando su momento, esta Marcha que puede ser Himno:
REPÚBLICA DE VICENTE LÓPEZ
(Marcha)
Mirando ilusionado el porvenir,
llevando de bandera el ideal,
sepamos siempre juntos sonreír
y ¡unidos llegaremos al final!
Luchemos afanosos sin cesar
con fe, con optimismo, con amor...
¡Que el triunfo así podremos alcanzar
henchidos de emoción y de fervor!
Vicente López, Patria Querida!
Nace a la vida de una Nación.
Vicente López, cuna de historia,
hoy que vivimos toda tu gloria
nos confundimos con emoción!
Que sea esta República Naciente
la misma voz del pueblo en su sentir,
que el arte y la cultura estén presentes
para después laureles conseguir.
Simbólica Nación de la que haremos
la gran familia en toda su unidad,
por eso esta República queremos...
¡Para que exista siempre la hermandad!
Letra: Carlos Marín
Música: Alberto Nery
(1962)
Nos queda la misión de hacerla tocar y grabar por músicos de Vicente López, y acaso, acaso digo, la Patria Chica, el Estado Libre Asociado de Vicente López, ya tenga su Himno, un Himno creado por tangueros.
NO NECESITAMOS MENTIRAS: TAIANA Y LA BOMBA EN EL BAR IBÉRICO.
En esos días las salas de cine de Buenos Aires exhibían películas cuyos títulos se recuerdan aún hoy, más de 30 años después. Así Pierre Richard se preparaba para el regreso del "Alto, rubio y con un zapato negro", mientras afirmaba su fama de taquillero sumando semanas de éxito con el humor alocado de "Se me subió la mostaza". Federico Fellini aportaba lo suyo con "Amarcord", para dejar en claro obsesiones por algunas de las míticas e infaltables grandes cosas de Italia. "La banda de los dóberman" ensalzaba las habilidades del temible pichicho, un bodrio sí, pero inolvidable. Y el cine nacional, al tiempo que preanunciaba la inminencia de "Los Irrompibles" como el western filmado en San Luis, honraba la memoria de Jorge Newbery con "Más allá del sol". Notable actuación de Germán Kraus poniéndose en la piel del primer héroe civil de la República Argentina. Por supuesto también los inefables Jorge Porcel y Alberto Olmedo, quienes siendo "Maridos de vacaciones" enseñaban, sutilmente y desde el afiche, que quien pesca bien recoge mejor.
Pasa algo muy curioso con los avisos de la cartelera cinematográfica publicados en el diario La Nación de aquel agitado año de 1975: trasmiten entusiasmo, como que ir a ver películas era casi una fiesta, algo que valía la pena, con misterios que sólo podían revelarse en la pantalla grande y desde la comodidad de estar sentado en la butaca del cine. Otros tiempos, otra tecnología sin margen para la piratería.
Ciertamente el país no era ninguna fiesta. Gobernaba el peronismo post mórtem. Y si estoy revisando viejos números de La Nación no es por casualidad. Ocurre que la historia de la bomba en el Bar Ibérico, cuya autoría material se le endilga vox populi al hoy Canciller Jorge Enrique Taiana, me pareció atractiva desde las posibilidades literarias y al mismo tiempo demasiado enferma, muy de ópera rock Evita.
Imaginen: el terrorista que en 1975 mata a dos personas detonando su bomba en un bar logra con el paso de los años encumbrarse a lo alto del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación. Si ya de por sí eso es novelesco, lo es mucho más si entre las principales preocupaciones de la diplomacia argentina se prioriza el reclamo internacional para extraditar a funcionarios de Irán posiblemente vinculados con los atentados contra la Embajada de Israel y la Amia. Da para largarse a escribir una novela de escabrosas aristas, elucubraciones al interior de la mente criminal, el contexto de una sociedad acostumbrada a violentos cambios que en el vértigo del día a día recuerda sólo lo que le dicen que hay que recordar, discursos políticos de convicciones acomodaticias, los condimentos de rigor, etc, etc. Una historia de poder, obviamente. El riesgo sería escribirla al estilo de Abel Posse, que no es el mío.
Según las historias que se cuentan en internet, que es como decir "eso que se dice por ahí", el 04 de Julio de 1975 Jorge Enrique Taiana colocó una bomba en el baño del Bar Ibérico con la intención de matar a un oficial naval que frecuentaba el local, pero en lugar de provocar la muerte del marino asesinó a un mozo y una mujer provocando heridas a otras personas. El relato se cierra diciendo que a los pocos días de producido el atentado Taiana fue detenido junto con su mujer.
Lo que hace ruido en este relato es tanto la falta de mayores detalles como la ausencia de la conveniente desmentida –tengamos presente que refiere al Canciller de la República Argentina, no es bueno para la Nación que oficialmente no se contraponga una palabra a semejante versión. Así que la pantalla no alcanza, hay que ir al oxidado fiel papel de los diarios.
La crónica de los hechos a través de la prensa de época, por caso el diario La Nación, reduce la autoría material de Taiana a la categoría de mito urbano: El 29 de Junio de 1975, se informa que la familia Taiana denunció la detención del Profesor Jorge Enrique Taiana y su esposa en la madrugada del viernes 27 de Junio por personal de la Superintendencia de Seguridad Federal acusándolo de actividades extremistas.
A las 02:30 hs del 03 de Julio un artefacto explosivo causó daños materiales en Parera 40, inmueble que había sido habitado por el padre del hoy Canciller, en ese momento ex Ministro de Cultura y Educación Dr. Jorge Taiana.
El 04 de Julio de 1975, a las 00:15 hs, se produce la explosión de una bomba en el interior del Bar Ibérico, sito en la esquina de Córdoba y Uruguay. Producto de la explosión mueren dos personas: Mario Ramón Filipini, estudiante uruguayo de 26 años, soltero y con domicilio en Caseros, Provincia de Buenos Aires, cuyo cuerpo es expulsado por la onda expansiva a través de una ventana, y Laura Beatriz Manzano, de 21 años, argentina, empleada, quien resulta decapitada. Escena de horror al estilo de “Good Morning, Vietnam”, y en la espiral ascendente de la violencia cotidiana nada que fuera a detener las rotativas de los diarios. Los demonios ya estaban entre nosotros y eran muchos más que dos. Entre los heridos La Nación identifica a Ricardo Toscado de 49 años, Liliana Hendel de 23, Jorge Doello de 19 y Amil Kichiquies de 29, todos ellos argentinos y atendidos en el Hospital Alemán.
Va de suyo que si Jorge Enrique Taiana fue detenido a finales de Junio y recién recuperó la libertad en 1982, no pudo detonar la bomba del Bar Ibérico unos días después. Y ahí termina, de momento, mi interés literario por el asunto.
Repetir este tipo de historia sin documentación que la avale no sirve para esclarecer a la opinión pública respecto del contexto de violencia en que transcurrieron los bien llamados "años de plomo". Para exponer la violencia guerrillera y el desprecio por la vida que pusieron en evidencia los miembros de las organizaciones terroristas, no necesitamos mentiras de ninguna clase. Muchas personas de buena fe pueden ser llevadas a confusión colocando este "mito urbano" entre hechos reales y comprobados. Basta un hecho falso enumerado entre otros muchos ciertos para que se vea afectada la credibilidad del conjunto.
Sí, hubo una bomba que explotó y mató en el Bar Ibérico, pero Jorge Enrique Taiana no pudo ser autor material del criminal atentado.
Y eso diré hasta que documentadamente se pruebe lo contrario.
El domingo pasado (26 de Octubre de 2008), tuve el gusto de compartir un rato con algunos amigos uruguayos del grupo Perfiles del Tango que visitaron Buenos Aires. La amable charla en La Giralda con Miguel Gadea Sandler, Adrián Piréz, Don Rubén, y nuestra Lucrecia Merico, entre otros asistentes me dejó de muy buen humor. Esa misma noche empecé unos garabatos de versos relacionados con el tema del Tango como valor rioplatense. Tras emprolijarlos un poquito pensé que "Perfiles del Tango" era el título que mejor les quedaba. Los dejo a consideración de todos ustedes con el deseo que alguien se anime a la música y una sola aclaración, es intencionada la alusión a "La Perla Negra" Lágrima del Río.
Se sabe que así me gusta llamar a mi Ciudad. Es una humorada, seguro que sí, y al mismo tiempo la orgullosa reafirmación de la identidad vecinal. Soy feliz en el Estado Libre Asociado de Vicente López.
Si Belgrano es un país y La Boca una República es evidente que Vicente López, no siendo menos, merece se le reconozca un status acorde a su singular idiosincrasia. La expresión “Municipalidad” con su fonética tan ordinaria podrá ser correcta desde la formalidad del punto de vista jurídico, pero resulta insuficiente al corazón y el orgullo del vecino sensible de Vicente López. No finjamos modestia, sentimos y sabemos que somos más, mucho más que una vulgar Municipalidad. Y tampoco nos conformaríamos con la aparente elevación que implicaría adquirir la condición de Provincia, no mientras el federalismo sea apenas algo así como otra sugerencia escrita en la Constitución que los hechos desmienten día a día. Ser la Provincia de Vicente López sería cambiar una etiqueta sin brillo por otra igual de opaca pero más grande. Así el estado de las cosas, y viéndolas objetivamente, hablar de la segunda secesión de Vicente López ya no parece ninguna utopía. Y ojo que tenemos costa sobre el Río de la Plata, el mismo río que históricamente comunicó a la República Argentina con el resto del mundo.
Trazando paralelo con el modo en que los Estados Unidos iniciaron la lucha para independizarse de la Corona Británica en 1773, al rebelarse en Boston contra el impuesto del té; podemos afirmar que la resistencia contra la voracidad fiscal impulsó a Don Ángel Torcuato de Alvear a despertar el indómito espíritu de nuestra región. A finales del Siglo XIX la codicia en el ánimo del Concejo Deliberante de San Isidro, comuna que nos explotaba bajo su yugo opresor, hizo que se estableciera un injusto gravamen del 4% sobre el monto obtenido por los loteos de tierras. En 1903, dispuesto a no dejarse robar y con el generoso fin de lotear sus extensos terrenos de Olivos para que muchas familias pudieran disfrutar de este buen lugar para vivir, Don Ángel se puso a la frente del primer movimiento secesionista. Recurrió a la astucia en lugar de a la violencia. Sabiendo que “lo que no da Salamanca lo otorga la palanca”, este auténtico estratega de la liberación persuadió al Gobernador Marcelino Ugarte, a la sazón su cuñado, acerca de la imposibilidad de hacer retroceder el clamor popular del pueblo en su legítima aspiración de apartarse definitivamente de San Isidro.
Así, tras algunas idas y vueltas, se logró sancionar la Ley que el 21 de Diciembre de 1905 consagró la separación de San Isidro dando al nuevo municipio el nombre de “Vicente López”.Y quizá sea por llevar el nombre de tan insigne Patriota, hombre de la concordia y de la Unidad Nacional, amén de bardo de la Libertad, que los vicentelopinos nos sentimos demasiado argentinos como para independizarnos lisa y llanamente de la República. En tanto guardianes de la memoria del poeta que puso en palabras el espíritu de la Nación Argentina, no podríamos cantar otro Himno.
Al margen de las humoradas, cuando pienso en la historia del Municipio de Vicente López lo que viene a mi mente no es ninguna gesta extraordinaria envuelta en gloria, tampoco una personalidad sobresaliente, ni siquiera la referencia de un paisaje o construcción emblemática.
Y no es que las glorias de heroicas gestas nos hayan sido ajenas, que no tengamos entre nosotros nombres con brillo suficiente, o que no podamos imprimir postales. Ciertamente, y da orgullo decirlo, atesoramos todo eso.
Pero aún teniendo todo eso, que también tienen otras ciudades, nosotros tenemos algo más. El común denominador que nos diferencia del resto es una percepción que se ha mantenido inalterable desde siempre. Estoy seguro que el primer ser humano en pisar estas tierras sintió que era un buen lugar. Así ha sido desde entonces. El slogan “Ciudad para vivir” es sin dudas un acierto. Y la vida, como sucesión de pequeñas cosas cotidianas, supo mantener su preponderancia sobre lo grande y excepcional.
Cuando transcurriendo la primera mitad del siglo pasado Albina y Miguel dejaron La Pampa con sus tres hijos buscando un mejor porvenir, después de mucho andar sintieron que Vicente López era el lugar para vivir. La subasta de lotes, como aquella que impulsó a Don Ángel, ofrecía la oportunidad de adquirir algún terreno en Florida, pero la esperanza tenía el exacto tope de los ahorros en la billetera de Miguel. Cada mano alzada empujando el precio hacía tambalear las ilusiones y los lotes iban quedando para otros dueños. En el último en salir a remate la puja se redujo a un mano a mano entre dos hombres y peso por peso. Sobre el final de la escalada Miguel podía igualar la oferta pero no superarla. Iba a ser tremenda la frustración que masticar esa noche, y acaso de por vida. Ya se daba por vencido cuando a su diestra José, el mayor de los hijos, alzó la mano antes que el martillo diera el golpe final. Ofrecía apenas un peso más, que guardaba en el bolsillo. El martillero miró a Miguel para saber si avalaba la oferta del chico. El leve movimiento de cabeza dio el sí que el nudo en la garganta no permitía pronunciar. Los dos hombres en pugna tenían un mismo límite, y el peso de Josecito marcó la diferencia. Toda la diferencia.
La casa levantada en ese terreno tiene ladrillos que fueron puestos por el abuelo Miguel, por José,mi querido viejo, y por mí.
Signo de los tiempos: Miguel colocó al frente rejas altas con una puerta cuya llave se perdió y siempre quedó abierta. Le gustaban las rejas como adorno, nunca las pensó elemento de seguridad sino arte del herrero, le bastaba sentir que se veían bien y no tapaban la luz del sol para el jardín en que se alzaba el ciruelo. A su turno José emprendió reformas y cortó las rejas porque bajas ayudaban a que la casa se viera mucho más moderna. Yo volví a subir las rejas del frente por arriba de los dos metros, y no hace falta que explique los motivos. Sí, Vicente López no es un mundo aparte; aquí también. Hoy las casas tienen rejas que alguna vez antaño no tuvieron, las tristes garitas de seguridad proliferando en las esquinas se han vuelto parte del paisaje y aún con ese ejército privado de ocupación en las calles no es siempre enteramente aconsejable caminar con el relajado descuido del paseante. Para caminar relajado y tranquilo el Paseo de la Costa, donde ha sido muy positivo imponer restricciones al ingreso de vehículos. Otras cuestiones además de la seguridad deterioran la calidad de vida, son particularmente notorias las deficiencias estructurales y sociales de algunos barrios carenciados (hay quienes creen que aquí no existen), y en otro orden secundario de prioridades preocupan los demasiados autos y el poco apego a las reglas de tránsito o el descontrol de perros –algunos de gran porte y sin bozal- cuyos excrementos hay que esquivar en las veredas. Los asuntos propios de cualquier vecindad.
Aún así, con este deterioro del momento que nos toca, un ranking de ciudades argentinas según calidad de vida ubica a Olivos en el sexto lugar. Más allá que Olivos no es una ciudad en sí misma sino parte de la Ciudad de Vicente López, pequeño detalle a partir del cual me permito poner en duda la seriedad del supuesto estudio elaborado por un equipo del CONICET y seis universidades nacionales (aclaro que me guío sólo por información periodística: Clarín – 23 de Octubre de 2008 – Pág. 32, por lo cual si accediera al informe original quizá tendría otra impresión), su ubicación entre las mejores sirve como indicio de la vigencia del común denominador de Vicente López: ser un buen lugar para vivir. Ante el panorama general residir aquí es casi un privilegio. Acaso sea nuestra Ciudad como Noelia, aquella chica a la que cantaba Nino Bravo, pues es “igual pero distinta a las demás”.
Decía antes que las glorias de heroicas gestas no nos han sido ajenas. Durante la Invasión Inglesa de 1806, por la segura hospitalidad que ofrecía el camino del Fondo de la Legua marchó Don Santiago de Liniers y Bremond a la Reconquista de Buenos Aires. Al respecto, enseña el Licenciado Francisco Romeo Grasso* que: “Los vecinos de estos pagos no sólo brindaron su sangre generosa contra las invasiones inglesas, sino que tuvieron un activa participación en los acontecimientos que nos llevan a la Revolución de Mayo, al combate de San Lorenzo, a la toma de la Banda Oriental y en tantas jornadas heroicas de la Patria”.
En esa tradición es dable inscribir la gesta de Malvinas. El 14 de Junio de 1982, cuando la suerte adversa de las armas ya estaba echada para los soldados argentinos que peleaban por la integridad territorial de la Nación, el Capitán Luis Daniel de Urquiza, oficial del Batallón Logístico 10 de Villa Martelli, combatiendo en inmediaciones de la Casa del Gobernador, advierte que la Bandera de Guerra de la Guarnición Militar Malvinas permanece flameando en el mástil y que ante la proximidad del avance enemigo está pronta a ser capturada para trofeo del usurpador. Cubierto por el fuego de los soldados a su mando el Capitán gana la posición, desprendiendo la Bandera del mástil la esconde entre sus ropas y prosigue el combate hasta agotar munición. La Bandera pudo regresar al continente protegida por los prisioneros de guerra. Esa histórica Bandera que flameó en Malvinas, volvió a izarse el 02 de Noviembre de 1982 en el Patio de Armas de Villa Martelli, durante el homenaje a los muertos del Batallón Logístico 10. Honor a los combatientes, gloria a los caídos.
Hablaba también de nombres con brillo suficiente. Juan Carr, el fundador de Red Solidaria y vecino de Florida, es uno de esos nombres que se imponen por encima de cualquier parcialidad. No es necesario extenderme en hablar sobre él, todos conocemos su labor, capaz de exprimirle agua a las piedras, tenemos presente que con su ejemplo le pone el cuerpo y el alma a la palabra solidaridad. Claro que a veces, nosotros los comunes, sin ese espíritu gregario tan marcado, notamos que su personalidad nos refleja nuestras propias mezquindades y entonces vemos al buen Juan como una especie de Ned Flanders brotando sentimientos que nos emparientan con Homero Simpson.
Un poco en broma, un poco en serio, que es como debe tomarse la vida, lo hasta aquí expuesto explica con bastante claridad que al indómito espíritu vicentelopino le corresponde el reconocimiento de un rango diferenciado. En homenaje al Padre de la Patria Chica, Don Ángel Torcuato de Alvear, siempre teniendo por lema el viejo y sabio adagio: “Lo que no da Salamanca, lo presta la palanca”, debemos emprender la marcha a nuestra segunda secesión para que la denominación formal coincida con la realidad y seamos oficialmente aquello que por designio debemos ser: EL ESTADO LIBRE ASOCIADO DE VICENTE LOPEZ.
En cierto modo Café Homero es mío. Tan así como sentimos nuestras las cosas que amamos y se da fe de la propiedad en la escribanía del alma. Referencia obligada de mi vida, desde la primer noche en que pisé sus baldosas supe que allí jugaba de local. En su arquitectura simple, esas paredes que supieron ser un depósito de huevos enmarcan la amplitud exacta para la expresividad del Tango. Más sería mucho, menos sería poco. Las mesas abajo, el balcón arriba, la barra al fondo y el escenario al lado, cerca de todos, bien cerca, a esa distancia de arrimarse en que se mezclan los latidos.
Pienso Café Homero, donde la vivencia del Tango definió mis gustos por las voces de Rubén Juárez, Raúl Lavié, José Angel Trelles y Jorgito Córdoba, un piano que acaricia José Ogivieki, las siluetas de Ricardo y Nicole, la poderosa batería de Cacho Arce, el bandoneón de Néstor Marconi, la poesía de Horacio Ferrer, Eladia Blazquez y Juanca Tavera, la autenticidad del Paya Díaz con las Guitarras Argentinas, Pichi Sandri, los decires de Roberto Goyeneche, el fueye blanco del Negro… Sí, yo me hice ahí. Me puse esa camiseta y no me la quité jamás.
Una noche… No, no quiero ventilar las anécdotas de mis noches en Homero, no sabría dónde detenerme, pero sí mencionar a Rody Groppo, “Lucky” Luciano, el Tano, Horacio, Martín y esa rubia loca dejando abierta la ventana para que los duendes den vueltas por los cielos del barrio.
Queriendo sintetizar en uno a la maravillosa fauna tanguera que conocí en Homero surgió “Epifanio”. Hoy, cuando el destino de sus ladrillos aún está por verse, me doy cuenta que la magia del lugar va mucho más allá. Pasé lo que pasé, los epifanios que tuvimos la dicha de vivir el Tango en Café Homero, llevamos aquellas emociones en el pecho. Las puertas de ese Café Homero emocional no podrán cerrarse jamás, y acaso, acaso digo, justo así sean las puertas del cielo.
EPIFANIO EN CAFÉ HOMERO
(A tío Antonio)
Desplegado el gran manto del Joyero
le cayó un diamante a Palermo Viejo,
donde las voces son fuego y misterio
porque los tangos invocan a Homero.
Cerca de las cuatro, al terminar la función,
replicaban los aplausos inundando la Cabrera.
Noche de revelación, que no quiso ser otra noche más,
algo andaba de ronda ensanchando la emoción.
Cuando Epifanio salió de Homero se arrodilló en la vereda.
La luna en los adoquines era una luz celestial.
Abrió los brazos de par en par,
tan borracho en la verdad
que vertiendo lágrimas de felicidad,
él, conocedor de todos los infiernos,
alzó la vista a las estrellas
dando gracias por el Tango, esa maldita bendición,
Leo en la edición de hoy del diario Página/12 un artículo de Adrián Viale titulado "Bombita Rodríguez", en el que lamenta las risas que nos arranca Diego Capusotto. Amerita replicar.
BOMBITA RODRÍGUEZ, AFORTUNADAMENTE.
Adrián Viale hace un meritorio esfuerzo intentando comprender las razones por las cuales un personaje de Peter Capusotto y sus videos, “Bombita Rodríguez, el Palito Ortega montonero”, nos hace reír. Empero, hay algunas omisiones conceptuales en el decir de Viale que, a la postre, condicionan su conclusión –equivocada creo yo– de lamentarse por esas risas. En todo tiempo y lugar la lógica del humor tiende a esquivar lo políticamente correcto, hilvanando contradicciones y hasta dejando en evidencia que el Rey está desnudo. En los por demás idealizados 70’, aunque circulaban algunos chistes, -como aquel en el que Firmenich, a punto de ser fusilado por orden de Perón, dirigiéndose a sus compañeros de paredón explicaba “¡Qué buen guiño que nos está dando ahora al Viejo!”-, el discurso montonero no hacía reír masivamente, no sólo porque hubo gente que se lo tomó tan en serio que, según Viale, “llegó a soportar torturas, llegó hasta dar la vida (su propia vida… la única que tenían)”, sino porque esa misma gente, antes de “dar su vida”, con el mayor de los desprecios cortó las vidas de muchos. Que una chica finja ser amiga de otra para poner una bomba bajo la cama de sus padres, no se puede justificar con ningún idealismo. Esa bomba, como tantas otras, hace que la sátira encarnada por Bombita Rodríguez se empariente con las clásicas humoradas sobre Hitler, Mussolini o Stalin, divirtiendo por el sencillo expediente de ser la caricatura del victimario.
Cuando al paso de los años se ve que algunos de aquellos imberbes dejaron crecer las barbas queriendo demostrar que no son estúpidos, la otrora temible organización Montoneros mueve a risa. La fórmula tragedia más tiempo igual a humor funciona implacablemente con cualquier actor social, y los montoneros no son la excepción; ni como organización, ni puesta la lupa en las historias personales de cada uno. Desde la confusión ideológica, “una mezcla de Clausewitz y Mao Tse Tung mal digerida” en palabras de Horacio Verbitsky, hasta aquello de ser la primera organización guerrillera que perdió las tropas y las armas antes que el dinero, según criticaba el Loco Galimba, pasando por pastillas de cianuro como la que engulló Paco Urondo (acaso decepcionado porque tomó las armas pero nunca encontró esa palabra), el desastre de lo que llamaron la “contraofensiva” (¡la contraofensiva!), la moralina guevarista, el sketch de los patéticos “cinco minutos de vestuario”, las condenas a muerte a montoneros desertores como Juan Gelman, y el iluminismo mesiánico de sus jefes, toda la historia montonera se torna ridícula resultando una sucesión de bloopers y gags muy APTA –con mayúsculas– para plasmarse en parodia cinematográfica. Aunque dudo que el INCAA, de momento, vaya a liberar subsidios para semejante proyecto. Ya llegará.
Claro que detrás de las risas subyacen muchos dolores, de las víctimas de Montoneros y de los propios montoneros. ¿Y con eso qué? No hay tema alguno sobre el que no existan chistes, remarco: ninguna tragedia queda al margen del humor. Los tiempos podrán ser más largos, o los ámbitos restringidos según la índole de la tragedia, pero la risa no se deja apagar por la superficialidad de las convenciones sociales. La aparente complejidad del humor es en realidad muy simple: hay que continuar viviendo. Si la tragedia del pasado obedeció a la existencia de “verdades irrefutables”, bienaventurada sea la duda porque nos ayuda a escuchar al otro, y bienaventurada sea la risa por quitarle al presente el dramatismo que ayer significó la muerte de tantos. Hoy Bombita nos hace reír. Y mucho. Afortunadamente.
Como auténtico militante marxista, Línea Groucho, estos son mis más firmes principios, pero si no les gustan tengo otros. He dicho.