Necesitabas refugiarte en algún lugar en el que pudieras quedar enteramente a solas y el cerrar la puerta te confiere alivio de saberte momentáneamente a salvo. Te bañás, pedís comida, bloqueás los recuerdos y espantás cualquier asomo conciente de ponerte a pensar. Cenás. Hay que esperar y descansar, dormir si fuera posible. En calzoncillos y remera hacés el intento de meterte entre las sábanas, está todo dado para dormirse y no hay caso. Seguís despierto espantando fantasmas. Vas al bandoneón que espera paciente en su caja. Tienen mucho que susurrarse, confidencias que no deben salir de esas paredes ni molestar a otros húespedes. Cosas de ustedes dos que van saliendo en la improvisación, sentado al borde de la cama, en el contraluz tenue del velador, ya sin esa agitación urgente del reencuentro.
“Solo de bandoneón,
las manos y el alma
no quieren palabras”.
Se respira distinto, con otro vigor y otra sonoridad, en el eco de la intimidad cerrada explorando noctámbulos acordes al margen del tiempo. La música brotando porque sí, farfullando un sigiloso do re mí. Y un sol la sí. Las notas de querusa, bien bajito, al oído, con el clicleo de las teclas sobre el siseo del fueye. La sensación de andar flotando la inmensidad de todo el cosmos en ese cuarto de hotel, saber que será Tango del principio al final, y que una lágrima te hace sonreír con su secreto de verdad universal.
Seguí, Dandy, seguí tocando. Le estás poniendo a la noche compás de espera y soledad. Seguí a la deriva errante de la magnificente insignificancia humana. Vos tocá. Seguí refugiado en el vibrar de tu fibra esencial; que afuera lejos, en Buenos Aires, este sábado a la noche hay otros que también se la juegan sin margen para el error. Es un juego de lealtades y traiciones, de vida y de muerte, de engaño, celadas y astucia, de palabras y hechos. Es un juego de Tango (…)
“Monólogo de dos,
esta función vital
pulsando la respiración
de un tararear.
Darí darai.
Darai darí”. (…)
“Viento de percusión,
Vozarrón inmigrante,
Corazón atorrante.
Empezaste a sonar,
Más cerca del acá
Más lejos del allá
Hasta saber decir:
Mi vida es tocar
La música es soñar
Y el mío es el país
En el que no nací”.
Dandy, te acurrucás a dormir al albor del nuevo día, con el bandoneón a tu lado, igual que pibe después de Reyes con su juguete preferido. Para seguir tocando en sueños la zapada interminable.
“Solo de bandoneón,
las manos y el alma
no quieren palabras”.
Se respira distinto, con otro vigor y otra sonoridad, en el eco de la intimidad cerrada explorando noctámbulos acordes al margen del tiempo. La música brotando porque sí, farfullando un sigiloso do re mí. Y un sol la sí. Las notas de querusa, bien bajito, al oído, con el clicleo de las teclas sobre el siseo del fueye. La sensación de andar flotando la inmensidad de todo el cosmos en ese cuarto de hotel, saber que será Tango del principio al final, y que una lágrima te hace sonreír con su secreto de verdad universal.
Seguí, Dandy, seguí tocando. Le estás poniendo a la noche compás de espera y soledad. Seguí a la deriva errante de la magnificente insignificancia humana. Vos tocá. Seguí refugiado en el vibrar de tu fibra esencial; que afuera lejos, en Buenos Aires, este sábado a la noche hay otros que también se la juegan sin margen para el error. Es un juego de lealtades y traiciones, de vida y de muerte, de engaño, celadas y astucia, de palabras y hechos. Es un juego de Tango (…)
“Monólogo de dos,
esta función vital
pulsando la respiración
de un tararear.
Darí darai.
Darai darí”. (…)
“Viento de percusión,
Vozarrón inmigrante,
Corazón atorrante.
Empezaste a sonar,
Más cerca del acá
Más lejos del allá
Hasta saber decir:
Mi vida es tocar
La música es soñar
Y el mío es el país
En el que no nací”.
Dandy, te acurrucás a dormir al albor del nuevo día, con el bandoneón a tu lado, igual que pibe después de Reyes con su juguete preferido. Para seguir tocando en sueños la zapada interminable.
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