En algunas ocasiones me han llamado poeta y tal vez lo sea. Acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", porque como Boogie el aceitoso yo también soy un maldito sentimental. Y entonces sé que la poesía y los sentimientos son enemigos de la hipocresía, que no es lo mismo el sentimentalismo que la sensiblería, ni lo real que lo fingido, ni la decencia que la indecencia, ni las convicciones que el oportunismo.
Debo saberlo perfectamente bien porque, si soy un poeta, vivo en un país contaminado por la hipocresía de los "bien pensantes" y la poesía debe ser pura, honesta.
En Argentina el abordaje del terrorismo desnuda con impudicia pornográfica la hipocresía cultivada durante el ensayo democrático y especialmente en el invernadero kirchnerista que, proyecto totalitario de corrupción estructural, ejecutó un orwelliano proceso de desmemoria y adoctrinamiento colectivo con el uso faccioso de los recursos del Estado. En esas dos décadas infames la hipocresía cobarde se dejó abrazar por la corrupción militante hasta el paroxismo. La corrupción y la hipocresía se alimentan mutuamente, danzan y festejan sobre la miseria material y moral que pisotean en su apogeo. Así, como han pisoteado a la República Argentina.
Aquí se ha puesto en el lugar de las víctimas a terroristas que dirigidos desde Cuba declararon contra la Nación Argentina su "guerra revolucionaria". Esos esbirros de la dictadura castrista mataban para someter el país a otra tiranía comunista con pretensión de eternidad; dependiente de la que desde entonces y aún antes padecen los cubanos.
Aquí se ha construido una culpa artificial para que los argentinos lamenten la derrota y muerte de sus enemigos. Una artificialidad que contradice tanto al sentido común como a los más hondos sentimientos patrióticos que hacen a la voluntad de ser y prevalecer de la Nación Argentina. "Yo gané tu libertad", puede decir con toda verdad cualquiera de los combatientes contra el terrorismo castrista, especialmente aquellos que están presos.
Pero como si prefirieran haber sido esclavos de Fidel Castro bajo un monigote que pudo llamarse Firmenich o Santucho, muchos argentinos parecen creer que el precio que se pagó por su libertad fue tan excesivo que torna la lucha injustificada.
Hipócritas de mierda que desprecian y condenan a sus defensores aunque saben que, de no ser por ellos, sólo conocerían el luto y llanto que esparcen los comunistas a los pueblos que logran dominar.
Cuando la culpa es artificial se tropieza día a día en contradicciones.
Contradictorio es decirse democrático haciendo pasar por democráticos a los que querían exterminar la democracia para siempre.
Contradictorio es reclamar justicia por los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel pero no reclamarla por el atentado de Montoneros contra el comedor de la Policía Federal.
Contradictorio es horrorizarse por los atentados del 9/11 pero ver a dos presidentes, Macri y Obama, tirando flores al Río de la Plata por terroristas no muy distintos a los de Bin Laden.
Contradictorio es la imbecilidad de repetir "bala" como respuesta a la inseguridad pero llamar asesinos a los que mataron terroristas.
Y podría seguir enumerando contradicciones, pero intuyo que quienes leen este blog ya las conocen. Me permito pues darle otra vuelta de tuerca a la cuestión.
Celebra el ministro de Justicia Dr. Mariano Cúneo Libarona que se haya aprobado la ley de juicio en ausencia, porque, según interpreta el funcionario: "Esta ley va a permitir a la Justicia perseguir a los delincuentes más peligrosos aún cuando se dan a la fuga. Entre otras cosas, vamos a poder condenar a los terroristas que idearon y nos hicieron el peor atentado de nuestra historia, asesinando a 85 argentinos".
Sobre el particular advierte con certera claridad el Dr. Marcelo Llambías que "El juicio en ausencia es una aberración jurídica que choca en su naturaleza con los principios del derecho penal. Puede sonar muy bonito hoy, muy políticamente correcto, pero contradice todas y cada una de las garantías constitucionales".
Por mi parte diré que el juicio en ausencia es un espanto. De ahí a juzgar a los muertos hay medio centímetro. Esos no serán juicios, serán parodias para la catarsis de la ineficiencia y la impunidad.
Alguna vez cuando un embajador de Francia en Argentina, con esa hipocresía tan francesa, tras el atentado en París contra Charlie Hebdo cayó en la contradicción de condenar ese ataque pero victimizar a terroristas desaparecidos en Argentina, le envié una carta burlándome de su hipocresía y recriminando el atrevimiento francés de juzgar en ausencia al Capitán Alfredo Astiz. (CARTA ABIERTA AL EMBAJADOR DE FRANCIA EN LA ARGENTINA)
Lo traigo a colación porque esos juicios son espectáculos circenses y en Argentina, lamentablemente, ya tenemos demasiado circo judicial; con una pista central donde, a redoblante batiente y con payasos tirando papel picado, el prevaricato sistematizado condena militares por ganar nuestras libertades. No necesitamos más circo.
Luego hay una clase de terroristas a la que no se puede (ni se debe, en mi opinión) llevarlos a juicio. Simplemente por la razón de Estado soberano se los busca, se los encuentra y se los neutraliza. Es lo que hacen otros muchos países, como Estados Unidos e Israel.
Chapoteando de hipocresía, mientras todavía hay espacios públicos de la Capital Federal que rinden homenaje a terroristas, como es el caso de la estación Entre Ríos del subte a la que se le puso el nombre de Rodolfo Walsh, aparece la demagogia.
Hace años que Yamil Santoro se reveló progre irrecuperable y es para mí -en lo personal- una gran decepción política. Ahora anunció que su espacio, Republicanos Unidos, está presentando un proyecto en la Legislatura Porteña para cambiar el nombre de la calle "Palestina" a "Familia Bibas", porque según aduce: "Es fundamental recordar y honrar a las víctimas del terrorismo".
El caso de la familia Bibas, ¿qué duda cabe? es tan doloroso que conmueve sentimientos de humanidad hasta en las piedras. Justamente por eso merece un enérgico repudio que se le utilice para la demagogia oportunista y sentimentaloide.
Que no hablen de indignación por la muerte de la esposa e hijos de Bibas a manos de Hamas los que no se indignan por la existencia de ese muro de infames en la Costanera como monumento a la mentira de los 30.000 desaparecidos.
Volviendo al nombre de la calle, téngase claro que somos un país que ha recibido migrantes de todo el mundo, por lo que también recibimos inmigración palestina, esa calle no se llama Palestina por lo que pasa hoy en Palestina sino por los que vinieron antaño de allí a vivir decentemente entre nosotros. La detestable demagogia oportunista y sentimentaloide olvida que Hamas tiene a los palestinos de rehenes y escudo humano. De cambiarse el nombre de la calle finalmente se estaría asimilando Hamas a Palestina y con ello de algún modo convalidando lo que afirman los terroristas. Luego hay una cuestión vecinal, de la vida diaria, que también se olvida: nadie gusta de vivir en una calle con nombre de tragedia recordando cada vez una desgraciada aberración. Hay otros medios de guardar memoria. Y también más útiles.
Los demagogos, los oportunistas, los hipócritas, no apelan a la razón sino a las emociones del momento. "Hay que matarlos a todos" dicen con tanta facilidad como certeza de que no matarán a nadie.
Hipócritas y cobardes de mierda. Después a los que matan a esos a los que aseguran "hay que matarlos a todos" los llaman asesinos. Y ni hablar si la sangre los salpica...
Es fácil desde lejos ver a todos iguales. Pero los palestinos, vale reiterarlo, son rehenes usados como escudos humanos por Hamas, no están en condiciones de mostrar disidencias. Imagínese usted estar en el lugar de esa gente bajo el poder de fanáticos que lo ejecutarían o a su familia si perciben alguna simpatía hacia los judíos. Así quedan bajo fuego cruzado, las horcas y fusiles de unos, los bombardeos de otros. El terror sin pausa mientras se respira. La resolución de este tipo de escenarios sólo puede ser trágica y necesariamente habrá más sangre, más muertes y más horror.
La solución será violenta o no será, pero hay que asumir la crueldad que imponen los hechos. Aceptar la crueldad de la situación es lo que diferencia la decencia de la hipocresía. Es vivir en el apego a la verdad que escribe poesia. La honorable y necesaria poesía.
Sí, me han llamado poeta. Acaso, hermosa palabra la palabra "acaso", porque conozco algo sobre la crueldad a la que obliga el terrorismo y hace años escribí estos versos:
POR SER LIBRE
Yo tengo en claro, por ser libre,
que la libertad de expresión es tan sagrada.
como ineludible la responsabilidad por lo expresado.
Yo tengo en claro, por ser libre,
que toda verdad y razón queda en la nada
cuando la risible afectación de la deidad es lo vengado.
Yo tengo en claro, por ser libre,
que la tempestad proyectó la llamarada
del fuego visible en el terror sin salvedad de un dios lisiado.
Yo tengo en claro, por ser libre,
que la criminal vocación de la manada
será susceptible de la acción y la crueldad de ser soldado.
Ariel Corbat, La Pluma de la Derecha,
un liberal que no habla de economía.