martes, 21 de noviembre de 2017

ROSAS NO FUE UN GUANACO


Por Mario Santos.

Nacido y criado en Balvanera,
columnista de La Pluma de la Derecha.


Reemplazar a los próceres en los billetes por animales se trató de una medida indudablemente polémica, y las discusiones alrededor del tema no cesan, con opiniones a favor y en contra.



Los que ven esta decisión con buenos ojos, indican acertadamente, que los animales son menos controvertidos que los próceres. Y es cierto que no nos ponemos de acuerdo sobre esas figuras. El liberalismo argentino realza la figura de Alberdi, mientras que el peronismo lo detracta tanto que llegó a censurar algunas de sus obras. Asimismo, el Peronismo realza la figura de Rosas, a quien la mayoría de la historia oficial había marcado como el peor de los males. Ciertos partidos comunistas reivindican a San Martín por su “lucha antiimperialista”, y otros sectores de la izquierda lo acusan de ser un agente inglés. Muchos progresistas rechazan a Sarmiento, y la derecha lo realza junto con Roca. Y así sigue interminablemente, no nos ponemos de acuerdo. En ese sentido resulta acertada la decisión del gobierno, que busca pacificar un país tan exaltado, utilizando figuras que nos representen a todos y nos ayuden a trabajar juntos, bajo un objetivo común, dejando de lado las diferencias ideológicas y partidarias.

Por otro lado, el pueblo argentino comienza a olvidar a su propia historia, de la cual hasta ahora se transmitía un poco a través de esos billetes. La gente conocía por lo menos a algunos próceres. En un país con una educación tan deficiente y un pueblo muy inculto en este momento, donde un porcentaje altísimo de la población no sabe quién fue Martín Miguel de Güemes o el Almirante Brown, el hecho de ponerlos en los billetes, en lugar de animales, significaría en una mínima medida traerlos a la memoria del pueblo argentino que no conoce su propia historia, llena de maravillosos héroes. Y eso mismo es lo que pacifica, recordar a cada uno por sus hazañas. Porque los héroes del liberalismo elitista porteño probablemente sean Rivadavia y Mitre. Mientras que en el interior quizás sean más populares Güemes, San Martín, Urquiza, y Alberdi; y para el nacionalismo seguramente Juan Manuel de Rosas. Pero hay algo que es importante tener en claro: las rivalidades que existieron entre los próceres fueron un conflicto exclusivamente de ellos. Nosotros les debemos respeto y honor a todos ellos, que pasan a la historia como héroes y se funden con la patria misma. Manuel Dorrego como mártir del federalismo, y Juan Lavalle como héroe de la guerra de independencia. Domingo F. Sarmiento como forjador de la educación y la modernidad en nuestro país, y Bartolomé Mitre de la identidad nacional, a través de su historia y sus figuras. De nuevo, sus enemistades les pertenecieron sólo a ellos. Nuestra tarea es honrar a todos por igual. De la misma manera arribamos al conflicto entre Juan Manuel de Rosas y los intelectuales de la Generación del ’37. 


El caudillo del federalismo probablemente sea la figura más polémica de nuestra historia nacional. Constantemente se repite la discusión sobre si fue un tirano y dictador o un defensor de la soberanía nacional. Y lo más probable es que haya sido ambas. Fue un tirano que se perpetuó en el poder y estableció una represión del terror contra su propio pueblo, persiguiendo al opositor a su gobierno. Por otro lado, la defensa que hizo de la soberanía nacional frente a las potencias más grandes del mundo elevó su nombre y el de la Confederación. En Europa resonaba el nombre de Rosas, a quien se citaba como el hombre con el que había que hablar por cualquier asunto relativo a las relaciones con la Confederación. Este renombre justamente ganado y esta defensa de la soberanía nacional llevaron a que el mismísimo inmortal Padre de la Patria ofreciera a Rosas sus servicios de soldado frente a las invasiones, o los de diplomático en Europa; y que declarase en uno de los puntos de su testamento de 1844: “El Sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción, que como Argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los Extranjeros que tratan de humillarla”.



Muchísima discusión surge al respecto, sobre cómo San Martín pudo legar el sable de la libertad al hombre que abatió las libertades en su tierra. Ricardo Rojas, uno de los historiadores más importantes de la historia argentina, intenta responder estas preguntas en un detallado artículo en el diario La Prensa el 13 de Agosto de 1950, explicando que San Martín fundó su legado en la política exterior, mientras que guardó silencio sobre la política interior. Y por tanto, no puede verse mezclado en el enjuiciamiento del gobernador Rosas por su régimen interno.

Rosas intentó recuperar la banda oriental, que la Argentina había perdido por las actitudes obstinadas de algunos unitarios elitistas. Fue también Rosas quien ofreció a Gran Bretaña las Islas Malvinas como parte de pago de la deuda externa. Un movimiento inteligente que de ser aceptado, significaba el reconocimiento británico de la soberanía argentina. Los ingleses, hábiles en la diplomacia que ya manejaban hace siglos, no aceptaron, desde luego. Ya ejercían soberanía sobre esas islas y no aceptarían como pago territorio ya bajo su dominio.

Juan Bautista Alberdi, el archienemigo de Rosas, quien al escribir en sus obras (Diplomacia Argentina y Americana, volumen 1°) que los franceses son el aliado natural del pueblo argentino al ser Rosas el enemigo más importante a derrotar, lo justifica afirmando que no es deshonroso ligarse al extranjero para batir al hermano, sino que por el contrario “la conveniencia y el honor de un pueblo están en no ser hollado por un tirano.” De forma diametralmente opuesta, Alberdi años más tarde en cartas a Rosas ya exiliado lo llama “mi Señor General, su atento compatriota y amigo”, y en todas las demás se dirige siempre con un gran respeto, al que considera un gran patriota; llegando a decirle que “es imposible leer sin interés y respeto lo que V. escribe Señor General, porque sobre tener V. inteligencia clara y elevada, nadie tiene derecho a considerarse más versado que V. para sostener los asuntos del pueblo argentino.”, mostrando al juicio de la historia que en política era adversario, que luchó hasta el derrocamiento de su opositor, pero que no tenía espíritu revanchista ni mucho menos su corazón podía albergar odio hacia compatriota alguno. Menos aún hacia el Brigadier General.

Yo, si bien opositor, tengo un respeto enorme por Rosas, a quien no dejo de visitar cuando estoy en el Cementerio de la Recoleta. Quitarlo del billete y poner en su lugar a un Guanaco plantea no sólo el dilema antemencionado acerca de si es lo más acertado para unir a los argentinos, sino que también hace surgir comentarios denigrantes hacia su persona. He llegado a oír en varias ocasiones que el mensaje subliminal de cambiar a Rosas por un guanaco es en cierta forma indicar que Rosas fue un guanaco.

Y no lo fue. Juan Manuel de Rosas no fue un guanaco. Fue un defensor de la soberanía nacional.

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